Texto
publicado originalmente en Rolling Stone el 24 de julio de 2014
Ray Davies en
Jazzaldia: ¿son suficiente las canciones?
El mítico
líder de los Kinks ofrece un repertorio casi perfecto a base de clásicos de la
banda, pero enturbiado por flagrantes deficiencias en su voz.
Hay conciertos
que resulta imposible valorar si no es desde varias perspectivas. Cuando la
realidad y la leyenda se cruzan en un escenario, depende de nuestra
incondicionalidad el adecuar el listón a las circunstancias. ¿Se tragaría
alguien, sonriente y sin rechistar, más de tres horas de concierto de Bruce
Springsteen si no fuese Bruce Springsteen? ¿Pagaría cualquiera un precio
desorbitado y claramente injustificable por un concierto de los Stones si no
fuesen los Stones? ¿Le consentiría el público a Bob Dylan que haga en directo
lo que le viene en gana con el repertorio y la interpretación, si no fuese Bob
Dylan? ¿Se iría uno satisfecho de un concierto de Ray Davies con repertorio
íntegro de sus míticos Kinks, si éste desafinase en el 87% de las notas
emitidas por su garganta (este cálculo es aproximado y no científico; ante
cualquier duda al respecto aconsejo subir el porcentaje sin titubear), sólo
porque es Ray Davies?
Reformulo,
simplificando: ¿son suficiente las canciones?
Dejaré que
escriba el fan, de momento, y que suene la leyenda. Para algunos, Davies es el
mejor compositor del pop, lo que quizá es mucho decir, aunque le sobran méritos
para, al menos, discutirlo seriamente. Por mucho que se empeñen los
connoisseurs y los snobs (personajes antagónicos que muchas veces entrecruzan
sus criterios por motivos muy diferentes), los Kinks nunca fueron los Beatles o
los Stones, aunque Ray Davies albergaba en un solo cerebro una excelencia
compositiva a la altura de Jagger & Richards o Lennon & McCartney. Su
problema, quizás, fue que en sus primeros (y más gloriosos) ocho años de
carrera, los Kinks fueron eminentemente una banda de singles (sin elepés de
estudio como los de Beatles ni un directo como el de los Stones) y,
precisamente, de singles fue el concierto de Davies en el Jazzaldia de
Donostia.
Los primeros y
ralentizados acordes de You really got me sirvieron para despistar antes de
abrir con un contundente I need you, seguido de Where have all the good times
gone y I’m not like everybody else. La leyenda, 50 años después, atizando esos
temas irreprochables. Eso le volaría la cabeza a cualquiera pero, a medida que
sonaban temas, había que agarrarse con más fuerza a la barandilla de la
nostalgia sin prestar atención a los detalles, concentrándonos en que ahí
arriba, Ray Davies nos tocaba Sunny afternoon, Dead End Street o la apoteósica
Victoria.
Yendo más allá
de las canciones, la realidad imperaba: Davies, cascado y con serios problemas
de afinación, ya no está para estos trotes. El tipo lo daba todo, intentando
emular una buena forma física que claramente no tiene y cantando (quiero creer
que) lo mejor que podía, que no era mucho, la verdad. Tras una intro
instrumental para repostar, volvió a la carga con más temazos: Till the end of
the day, Long way from home (en la que tuvo un recuerdo para Lucinda Williams,
junto a la cual regrabó el tema en 2010) See my friends y un fino Come Dancing,
antes de volver sobre un I’m not like everybody else instrumento que dio paso
al último y más redondo tramo del concierto.
Del eléctrico
All day and all of the night pasamos al precioso Celluloid Heroes para
desembocar en un Lola que, afortunadamente, no se alargó hasta el infinito, el
fantástico Days y el inevitable cierre con You really got me, que fue precedido
de un guiño al blues tradicional que inspiró la composición a Davies hace cinco
décadas. El bis rescató el Waterloo Sunset que muchos echábamos de menos, y
concluyó con un menos esperado Low Budget, uno de los pocos temas del concierto
que no salió del repertorio de la primera década de los Kinks.
Como decíamos
al principio, con semejante cantidad de temazos tocados en nuestras narices por
el compositor de los mismos, lo demás queda en segundo plano. O no.
Dejando un
poco aparte la leyenda, hay que decir que esto no era un bolo de los Kinks, ni
muchos menos y que aunque la banda no sonaba muy mecánica ni fría para ser
mercenarios (dos miembros de The Temperance Movement en ella, por cierto), las
carencias de la voz de Davies eran imposibles de esquivar. No parece la voz de
alguien que ha perdido facultades, supliéndolas con carácter o personalidad,
sino la voz de alguien incapaz de cantar afinado. Si él mismo se da cuenta, no
puedo entenderlo, y si no se la da, tiene un problema de oído considerable. No
estoy exagerando, lamentablemente. Y vale, el tipo ha escrito las canciones,
pero también está ahí cantándolas. Y el público, escuchando y pasando por alto
en mayor o menor medida su baja condición vocal, simplemente, porque es Ray
Davies. Si es suficiente o no, es cosa de cada uno.