Texto
publicado originalmente en Rolling Stone el 9 de septiembre de 2012
The
Horrors y Love Of Lesbian encienden San Sebastián
El Kutxa
Kultur Festibala se clausura con el éxito arrollador de Love Of Lesbian y un
corto pero intenso concierto de The Horrors. Los Campesinos! aburrieron hasta a
las piedras y Delorentos volvieron a confirmar que son una apuesta segura. Por
Yahvé M. de la Cavada.
El Kutxa
Kultur Festibala es un festival diferente por muchos motivos, aunque los
principales son difíciles de explicar. Hay que visitarlo para entenderlo porque
el emplazamiento del recinto es más que idílico. Con muchas de las cosas buenas
de los grandes macrofestivales y pocas de las malas, el Kutxa Kultur convive
con un parque de atracciones, tiene servicio de guarderia y aspira a ser un
evento abierto a familias enteras, si fuese necesario. Así, uno puede estar
viendo un concierto mientras el niño está con su abuelo en los autos de choque,
meterse en “la casa del terror” entre bolo y bolo o disfrutar del paisaje
donostiarra al atardecer mientras escucha música en directo. Con un precio por entrada difícil de igualar,
la edición de 2012 ha tenido un cartel coherente e inteligentemente diseñado,
centrándose la escena indie, pero seleccionando bandas interesantes y de calidad.
Por ejemplo,
Delorentos, que se han convertido en pocos años en una de las bandas irlandesas
más importantes de los últimos tiempos. Los de Dublín empezaron su octavo
concierto en España en lo que va de año ante un público desperdigado y escaso,
aunque no por mucho tiempo, ya que tema a tema el frontal del escenario se iba
llenando de gente dispuesta a dejarse infectar por el pop luminoso de la banda.
Rónán Yourell estaba como vocal y figura central, pero no se mostró como un
líder propiamente dicho, compartiendo las voces principales con Kieran
McGuiness.
Alardearon de
un atractivo aire de chicos buenos, de irlandeses bonachones y catholic boys
que se cenan todo lo que les pone tu madre sin rechistar y que después friegan
los platos, sin romper ninguno, claro. Sus melodías enganchan con facilidad, y
suenan perfectas en directo, cantadas a dos, tres e incluso cuatro voces, y la
banda es potente y compacta. A mitad de bolo llegó Sanctuary y los temazos no
pararon hasta el final, con todo el público botando en S.E.C.R.E.T. y la vuelta
a su último disco con el incontestable Did We Ever Really Try y el tema que le
da título, Little Sparks.
Con Los
Campesinos! ocurrió lo contrario, y no por falta de ganas, tanto del público
como de la banda. El septeto británico es bastante efectivo en estudio, pero en
directo resultan un poco brasas, por no decir un completo coñazo. Hubo oasis de
subidón, claro, porque tienen algún tema muy potentes, pero Death To Los
Campesinos! sonó demasiado pronto y, cuando llevábamos media hora el bolo ya se
nos estaba haciendo eterno. Gareth David y su exuberante hermana Kim forman una
frontline efectiva; él lo da todo y ella le da un punto de equilibrio a la
pareja, pero sin canciones con gancho, como si se ponen a hacer malabares.
Aunque los
fans de la banda estaban encantados, había demasiadas cabezas moviéndose
mecánicamente con la mirada perdida, como si estuviesen frente a una
hormigonera dando vueltas. Hacia el final hubo otro momento muy bueno, cuando
volvieron de nuevo sobre su primer disco, Hold On Now, Youngster, con un
infeccioso You! Me! Dancing! que fue el último de esos pequeños y escasos
oasis.
Quienes sí
arrastraron fans, y en cantidad, fueron Love Of Lesbian. Su poder de
convocatoria les convirtió en cabeza de cartel de facto, y el monte Igueldo se
hizo uno para corear a la banda desde el majestuoso La Noche Eterna con el que
abrieron. Santi Balmes y los suyos lo tienen todo: suenan como un tiro (y eso
que en San Sebastián tocaron sin prueba de sonido previa), tienen una puesta en
escena elegante, letras inteligentes, una conexión con el público envidiable y
un montón de canciones tremendas. ¿Se puede pedir más?
La primera
mitad del repertorio se compuso básicamente de temas de su último disco
(mención especial a Los Seres Únicos y Belice) y después entraron a saco en
1999 con una preciosa versión de Allí Donde Solíamos Gritar y Club de Fans de
John Boy. Balmes se quitó la camiseta en Me Amo, hizo cantar a todos con
Incendios de Nieve y tuvo que recortar un tema del repertorio por cuestión de
horario, cerrando con Algunas Plantas un concierto impecable de una formación
madura e irreprochable que está en su mejor momento. No sé si hay alguna banda
de pop en nuestro país mejor que Love Of Lesbian, pero a mí no se me ocurre ninguna.
Y su directo lo corrobora de pe a pa. Para redondearlo aún más, al despedirse y
saludar al público pincharon Holdin’ On To Black Metal de My Morning Jacket.
Supera eso.
El plato
fuerte de la noche –y en parte, del festival– eran The Horrors, en su única
actuación del año en España aparte de su paso por el FIB. Empezaron
atronadores, tirando de esa onda post-punk revitalizada que les caracteriza,
con sonidos distorsionados y movimientos espasmódicos por parte de Joshua
Hayward y el andrógino Rhys Webb frente a un Faris Badwan casi inmóvil, como un
Joey Ramone poseído por Mark Lanegan.
Pronto se
metieron con temas más sicodélicos, desplegando un directo fascinante que
fagocitó retales de Bowie, Echo and The Bunnymen, Spacemen 3, Primal Scream,
Birthday Party e incluso unos Simple Minds de primera época. Los Horrors no
inventan nada, es verdad, pero hacen una interesante puesta a punto de esos
sonidos de finales de los 70 y la primera mitad de los 80 con un toque de
Madchester y un enfoque contemporáneo.
Despertaron
alguna que otra pasión irrefrenable (dos chicas asaltaron el escenario en mitad
de Endless Blue, siendo reducidas por la seguridad ante el desconcierto de la
banda) y fueron creciendo hasta llegar a Sea Within A Sea y rematar con el
monolítico Still Life y un catártico Moving Further Away que marcó el final del
concierto. Final inesperado a todas luces porque tocaron una hora escasa,
veinte minutos menos de lo estipulado en el programa. Una pena, porque seguro
que Love Of Lesbian hubiesen sabido aprovechar esos veinte minutos extra.
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