Texto
publicado originalmente en Rolling Stone el 15 de julio de 2012
El regreso de
Garbage triunfa sobre unos discretos Keane en el cierre del BBK Live
A pesar de
sufrir escandalosos fallos técnicos, Garbage brillaron en la última jornada del
festival, por encima de la anticlimática perfección de Keane y de los
prometedores sonidos de Glasvegas. Por Yahvé M. de la Cavada
La última
jornada del BBK Live de este año era, por fuerza, la más floja. Una cabeza de
cartel bicéfala –con poder de convocatoria presumiblemente débil– eliminaba la
posibilidad de llenazos como los del jueves y el viernes, con The Cure y
Radiohead. Keane son una gran banda, y el regreso de Garbage no deja de ser un
pequeño acontecimiento, pero la combinación de ambas no pareció sumar las
fuerzas necesarias.
Aunque nada
más llegar al recinto a media tarde, la opción lógica era Eli ‘Paperboy’ Reed,
pasada la entrada nos engancharon los irreverentes Inspector Cluzo, un dúo
francés de guitarra y batería que hacía mover las vértebras en el pequeño
Escenario 3. Con sólo dos instrumentos (más la aportación de FB’s Horns en
algunos momentos) se lo montaron muy bien a base de un rock sucio y eléctrico,
que es como mejor suena.
Si el viernes
el festival parecía una convención de bandas británicas, el sábado hubo una
gran representación escocesa, con The View, Glasvegas y la vocalista de
Garbage, Shirley Manson (que perteneció a los muy escoceses, e injustamente
poco conocidos, Goodbye Mr. McKenzie). Los primeros poseen una trayectoria
ejemplar, aunque de perfil poco destacable. Tienen tablas, suenan bien y en
plena veintena ya tienen cuatro discos publicados, pero todavía les falta mucha
carretera para competir en las grandes ligas. En Bilbao fueron una banda sólida
y dinámica que, incluso a plena luz del día, hizo botar a quienes seguían su
bolo.
Glasvegas
cambiaron el tono completamente. Tras una gran evolución desde su primer disco,
la banda de James Allan tiene un directo grandilocuente que hubiese sido más
apropiado en el escenario grande. Igual es cosa de haber teloneado a U2 o a
Kings Of Leon, pero está claro que Glasvegas tiran alto mediante sonidos más
cercanos al rock de estadio que al indie. Con todo, su música es una extraña y
personal mezcla de influencias: desde Elvis Costello a las bandas británicas
del post-punk de los 80, pasando por los años 50 norteamericanos o la Velvet
Underground. Con un sonido denso y onírico (¿no querría producirles David
Lynch? ¡Sería perfecto!), los de Glasgow desgranaron un sugestivo set que
estuvo entre lo mejor de la jornada.
Aunque en
Inglaterra tienen un tirón tremendo, Keane nunca han llegado a petarlo en
España. Funcionan, pero no son figurones. No sabemos si lo de la ausencia de
guitarras en la formación es una cuestión estatutaria, una auto imposición
estética o una extravagante manera de diferenciarse. En su concierto en Bilbao,
por si acaso, obviaron completamente su tercer álbum, un patinazo en el cual cedieron
algo de terreno a las seis cuerdas.
Concentrándose
en su nuevísimo Strangeland y en el Hopes and Fears que les lanzó a la fama en
2004, Keane dieron un concierto impecable, con todo muy medido. Demasiado, tal
vez. No es que fuesen artificiales, ni mucho menos, pero tanta corrección
resultó un poco fría. Su pop meloso y afectado es muy característico, y en
directo lo hacen sonar perfectamente, pero a última hora se echaba de menos un
poco de desmelene.
Antes de
terminar Keane, salieron al Escenario 3 Enter Shikari, una interesante banda
británica que ya estuvo en el Sonisphere de Madrid hace un par de meses. En los
últimos tiempos se han alejado de sus inicios metaleros y ahora tiran de una
combinación explosiva de metal, hardcore y electrónica. Fue la propuesta más
diferente del día y lo dieron todo (incluidos ellos mismos, que se pusieron a
hacer crowdsurfing a la mínima) ante un público reducido, pero muy entregado.
Garbage
empezaron muy potentes, con una Shirley Manson arrolladora que lucía camiseta
de Patti Smith y unos envidiables 45 años. Casi nos habíamos olvidado de la
enorme frontwoman que es. Durante todo el concierto, Manson devoró el
escenario, moviéndose de arriba abajo con aires autoritarios y una gran
sensualidad. Justo antes de atacar Queer, la cantante decidió afrontar la
cuestión generacional: “para todos los que estáis aquí y no sabéis quiénes
somos: somos Garbage. Para quienes sí lo sepáis: somos Garbage. Y para quien
tuviese dudas al respecto: seguimos aquí, hijos de puta”. Y vaya que sí. En el
concierto se sucedieron decenas de temazos de sus cuatro primeros álbumes,
tocados de forma vibrante y sin dar tregua al público.
De repente, en
Stupid Girl Manson se equivocó en una entrada, dejando de cantar a mitad de
estrofa. Entonces el concierto se detuvo y la cantante, muy cercana en todo
momento, explicó la situación: “hace años, quizá lo recordéis, todos tocábamos
con monitores en el escenario. Hasta que un día, a alguien le pareció una gran
idea pasarnos a los monitores de oído, que son estos auriculares conectados a
un petaca sujeta en mi culo. Pero no quiero aburriros; no voy a hablaros de mi
infancia ni de mis problemas con mis padres. Esta noche vamos a ser
superficiales y vamos a pasarlo jodidamente bien”. Y así, con el público en el
bolsillo y los problemas técnicos teóricamente solventados, se lanzaron a por
más hits como Why Do You Love Me, Cherry Lips o Special.
Pero en la
recta final del bolo, durante un contundente Push It, la cosa se jodió.
Literalmente. A mitad de tema, con todo el mundo gozando, los cientos de
altavoces por los que salía la música dejaron de funcionar, provocando una
situación delirante. La banda seguía tocando, ajena a esto, suponiendo que lo
que ellos escuchaban dentro del escenario era transmitido a todo el recinto,
mientras decenas de miles de personas extrañadas y desorientadas se preguntaban
qué coño estaba pasando. Esto duró un par de minutos, que parece poco, pero en
un momento así se convirtió en una eternidad.
Para cuando
Manson y los suyos empezaron a darse cuenta de lo que pasaba, el sonido volvió
y, muy profesionales, acabaron el tema. Butch Vig lanzó las baquetas
visiblemente cabreado y todos se fueron del escenario entre aspavientos. A
nadie le gusta que le jodan el gran final de su bolo.
A pesar de
todo esto, Garbage volvieron para un bis doble que culminó, por supuesto, con
Only Happen When It Rains. Manson se disculpó humildemente y volvió a ganarse
la simpatía de un público que, a pesar de todo, disfrutó el concierto.
Cerraban la noche
Sum 41, punk-rockeros canadienses que a finales de los noventa hicieron la
contrapartida de Blink-182, dividiendo a los hormonados adolescentes de la
época entre una banda y otra. Hace 15 años de eso y sus fans de entonces ahora
son treintañeros, lo que no impidió que pequeñas hordas de post-adolescentes
brincaran y desfasaran con su competente directo.
La sensación
final era agridulce. Buenas bandas, pero ninguna enorme. Por otro lado,
buceando entre las conversaciones del respetable los temas más comunes eran
estos dos: el concierto de The Cure y el concierto de Radiohead. Parece que, al
final, el BBK Live 2012 permanecerá en la memoria de muchos.
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