Texto
publicado originalmente en Rolling Stone el 26 de julio de 2013
Elvis Costello
en Jazzaldia 2013: un mal día lo tiene cualquiera
Elvis Costello
actuó con sus Imposters en el Festival de Jazz de San Sebastian, luchando
contra varias circunstancias adversas... Y perdiendo la batalla ante un público
muy poco implicado. Por Yahvé M. de la Cavada
El idilio
entre Elvis Costello y el festival de jazz de San Sebastián se remonta unos
años. Su paso por el emblemático escenario de la Plaza de la Trinidad (junto al
gran Allen Toussaint en 2007 y en un muy recordado concierto con sus Sugarcanes
en 2010) es uno de los hitos de la programación no jazzística del festival. Por
eso, la posibilidad de ver a Costello en el escenario más grande del festival
–el de la playa de la Zurriola–, y de forma completamente gratuita además, es
algo a lo que resulta muy difícil resistirse. Y más con lo que, sobre el papel,
se avecinaba: un bolo de temazos clásicos junto a sus Imposters, que no son
sino los Attractions de toda la vida, con Davey Faragher (ex-Cracker)
sustituyendo al bajo a Bruce Thomas. ¿Qué podría salir mal? Pues casi todo.
El bolo empezó
puntual y como un tiro, con el I can’t stand up for falling down que grabó en
su mítico Get Happy, pero enseguida notamos que algo no iba bien. Costello
sonaba cansado, con la voz forzada y fuera de tiempo. Como si la canción fuese
más rápido de lo que él podía cantarla. Y no sólo eso: Costello desafinaba y su
voz se quebraba antes de llegar a la nota adecuada. Sonaba como un hombre
viejo, oxidado, incapaz de sacar adelante sus propias canciones.
A ver, aquí no
estamos hablando de Milli Vanilli o de Paulina Rubio. Hablamos del jodido Elvis
Costello, un tipo que canta extraordinariamente y con mucho rollo. Un puñetero
clásico. Y no porque escribiese un hit hace treinta y cinco años, sino por
mantenerse en forma y en primera fila durante décadas. Y su directo, según le
consta a quien esto escribe, es tremendo. Entonces, ¿qué pasó en Donostia?
Claramente, la
capacidad vocal de Costello estaba mermada. Una gripe, demasiada tralla en los
últimos bolos… Es difícil de saber. Después, daba la sensación de que había
algún problema de monitorización en el escenario y, por último, y tal vez lo
más importante, no había ningún tipo de feedback por parte del público. Tan
poco feedback, que en el cuarto tema de la noche, el mítico Everyday I write
the book, Costello buscó la complicidad del público una y otra vez sin obtener
ningún tipo de respuesta. Por si esto no fuese suficientemente frustrante,
justo después cayó Alison, tal vez el tema más emblemático del británico, y la
reacción del público fue la misma; o sea, ninguna. Esto es como si en un
concierto de U2 tocan With or without you y el público está de charla. Y éste
es el peligro de los conciertos gratuitos: que uno no sabe quién la va a ir a
ver, ni si quiénes le van a ir a ver han escuchado alguna de sus canciones.
Tampoco es
culpa del público, porque Costello debería (y en condiciones óptimas, hubiese
podido) haberle conquistado, por circunstancial que este fuese. Casi lo
consiguió con el aire reggae de Watching the detectives, pero ni así: estábamos
en caída libre, especialmente el propio Costello. La catarsis llegó con una
emotiva y muy acertada mención a las víctimas del trágico accidente de tren en
Santiago, a quienes dedicó el precioso Shipbuilding. Enlazó con el She de
Charles Aznavour (grabada por Costello para la banda sonora de Notting Hill),
se fue por el rock’n’roll countrificado de A slow drag with josephine y
desembocó en un gran momento, dedicando a su mujer Diana Krall –que actúa en el
Jazzaldia dentro de un par de días– el maravilloso Almost blue. Por un
instante, la voz resquebrajada y deshilachada de Costello trajo a la memoria aquella
emocionante versión del tema que grabó Chet Baker en sus últimos días para la
banda sonora del Let’s get lost de Bruce Weber.
En realidad,
el concierto seguía siendo un completo desastre, pero tampoco importaba mucho.
Costello volvió a sus temazos clásicos de los Attractions con el single más
exitoso de la historia del grupo, Oliver’s Army, de su álbum Armed Forces. Pero
sin el componente sentimental, el concierto comenzó a caer de nuevo hasta el
rockero Stella hurt, en el que Costello se permitió desfasar a lo Hendrix con
la guitarra. Ahí entramos en la traca final, ya con la banda y el público
(contra todo pronóstico) calientes, mediante una ristra de temas impecable: (I
don’t want to go to) Chelsea, Red shoes, Pump it up y (What’s so funny ’bout)
Peace, Love and understanding de Nick Lowe, con una divertida parada en mitad
para hacerse un trozo del Purple rain de Prince, con letra medio inventada, por
supuesto.
Fin de fiesta
bien arriba para un concierto absolutamente desastroso. Pero, eh, es Elvis
Costello. Respeto. Un mal día lo tiene cualquiera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario