Texto
publicado originalmente en Rolling Stone el 17 de junio de 2012
Insuperables
My Morning Jacket y M. Ward frente al show rutinario de Lynyrd Skynyrd
La mejor
jornada del festival se salda con el triunfo de My Morning Jacket, M. Ward y
North Mississippi Allstars. Lynyrd Skynyrd resultan tibios y The Darkness
cierran por todo lo alto. Por Yahvé M. de la Cavada.
La primera
cosa que hay que saber a la hora de programar un festival es que nunca puedes
contentar a todo el mundo. Da igual que lleves a las mejores bandas de la
tierra o a los grupos más raros del momento, siempre habrá una buena porción de
público que dirá que el cartel es una mierda, que los cabezas no son
suficientemente grandes o que faltan los grupos que realmente molan porque son
súper modernos y súper indies, o sea. Es parte del juego.
Sin embargo,
el cartel del Azkena 2012 ha sido particularmente vapuleado en foros, bares y
redes sociales, señalado injustamente como el más flojo de la historia del
festival. Pasada la última –y mejor– jornada del festival, el balance señala
todo lo contrario: el cartel ha sido fantástico. Muy variado, con un nivel
medio bastante alto, varias sorpresas inesperadas y pocos descalabros
escandalosos. Siempre hay bolos que pinchan o que te dan ganas de irte al bar,
pero en este Azkena han sido los menos.
Es más, el
hecho de que varios nombres interesantes se solapasen ha sido uno de los puntos
más criticables de este Azkena. No hay derecho a que uno tenga que elegir entre
Dan Stuart y Lynyrd Skynyrd, M Ward y Lee Fields, Rich Robinson y The Amazing o
Hank 3 y Charles Bradley. Esto no es el Primavera Sound, sino un festival
pequeño y con encanto que siempre ha jugado a la programación bilateral, con
algún aderezo adicional. Este año, tener que volverte loco para ver a qué
puñetero escenario ibas en cada momento ha sido perjudicial para todos, bandas
y público.
Cuando no
coincidían con nada, como ocurrió con los North Mississippi Allstars Duo en la
apertura del programa del sábado, nos encontrábamos en paz. Los otros
“hermanísimos” del rock sureño, Luther y Cody Dickinson, llegaban a Vitoria un
día después del bolazo de Rich Robinson, empleador de Luther en The Black
Crowes. En el rock sureño de categoría, la cosa queda en casa.
North
Mississippi Allstars se constituyeron como trío hace ya 16 años. Recientemente,
la enfermedad golpeó al bajista Chris Chew –actualmente hospitalizado en
Portland– y los hermanos Dickinson, como tocan que se las pelan, decidieron
seguir como dúo: guitarra y batería a palo seco. Lo que en la mayoría sería una
osadía desastrosa, en manos de los hermanos Dickinson se convirtió en un
concierto de los de “¿pero cómo lo hacen para que suene tan jodidamente bien?”.
Luther, uno de
los tres guitarristas de oro del rock sureño actual (junto a Warren Haynes y
Derek Trucks), se lo hace tan bien que enseguida te olvidas de que, en
realidad, son sólo dos tíos en un escenario. Hacia el final hicieron un poco el
freak, tocando el didley-bow y un washboard pasado por un wah-wah, dejando al
público boquiabierto y con ganas de mucho más.
En ese mismo
escenario, y tras la actuación del punk-folker Frank Turner, presenciamos uno
de los momentos más mágicos del festival. Y es que M. Ward es, indudablemente,
uno de los músicos más completos de la última década. Lo hace todo, y lo hace
entre bien y extraordinariamente: cantante personal, guitarrista excelso,
productor de oreja fina y songwriter de raza, Ward juega fuerte en todos los
terrenos.
Aunque algunas
de sus grabaciones pueden dar una imagen suave y blandita, su versatilidad es
su mejor arma. Ward debió fijarse en el nombre del festival al que venía y, en
consecuencia, se curró un bolo rockero y dinámico. Abrió con Four Hours In
Washington y nos llevó directamente a lo más alto, de donde no bajamos hasta el
final. Los temas se fueron sucediendo, muchos de ellos, irreconocibles frente a
sus versiones originales: Requiem, Save Me, Watch The Show, Never Had Nobody
Like You, Helicopter, etc, además de versiones habituales como Rave On de Buddy
Holly y To Go Home de Daniel Johnston. Algo más de una hora de country, pop y
rock que culminó en un glorioso Roll Over Beethoven que permanecerá en el
recuerdo de los azkeneros durante mucho tiempo.
El verdadero
problema del cartel de este año no era que no hubiese grandes bandas en él,
sino que los cabezas de cartel eran flojos. La ausencia de grandes nombres es
lo que ha lastrado esta edición, algo obvio si tenemos en cuenta que la cabeza
de cartel de este día eran Lynyrd Skynyrd. Figuras históricas del rock sureño,
hay que reconocerles el mérito de congregar a una buena cantidad de fieles, tal
vez la mayor convocatoria de esta edición. De la banda original sólo queda Gary
Rossington pero, lo que ofrecen Lynyrd Skynyrd en directo no tiene nada que ver
con quién o con cómo, sólo con qué. Su fuerte, su única mercancía, es su
repertorio.
Aunque el
concierto fue corto y rutinario, los temas estaban ahí. Rossington también,
como el hermano pequeño de los Van Zandt y el reciente fichaje Johnny Colt
(bajista original de los Black Crowes), pero a nadie parecía importarle nada de
esto. Los temazos clásicos de Lynyrd Skynyrd funcionan por sí solos, estén
tocados por la propia banda o por un buen grupo de versiones. Así, sonaron
imprescindibles como Simple Man, Sweet Home Alabama o la versión de Call Me The
Breeze de J.J. Cale (se echó en falta el maravilloso Tuesday’s Gone), todos
ellos envueltos en corrección y poco riesgo. Cuando la fidelidad al original se
convierte en mimetismo inerte, casi mejor ponerse el disco, que suena con más
rollo. Cerraron con el apabullante Free Bird, un tema tan bueno que, hasta
tocado sin gracia, sonó como un tiro. Los fans encantados, claro. Al fin y al
cabo, aunque suenen como cualquier banda sureña, sólo hay una Lynyrd Skynyrd.
Quienes
debieron haber sido cabeza de cartel, por goleada, fueron My Morning Jacket. La
banda está en un momento muy bueno, su último disco es bestial y tienen uno de
los mejores directos del mundo de los pesos medios. En consecuencia, su
actuación en el Azkena fue toda una experiencia, uno de esos conciertos casi
perfectos que te dejan noqueado. Entre los primeros acordes de Victory Dance, y
los últimos de Holdin On To Black Metal, la cosa quedó clara: estábamos ante
palabras mayores.
El repertorio
se nutrió principalmente de temas extraídos de sus dos joyas, el ya clásico Z y
el reciente Circuital. Y qué temas. Todo temazos, de principio a fin. Jim James
levitaba, cantando como los ángeles y tocando como un endemoniado, apoyado por
una banda que tocó con la exactitud y la intensidad de los mejores Wilco. En
Dondante se permitieron el lujo de alargarse en un intenso pulso contra sí
mismos, para zambullirse en la bestial The Day Is Coming y, posteriormente, la
magnética Wordless Chorus. El torbellino que son My Morning Jacket en directo
ya se intuía en su fantástico disco Okonokos pero, presenciarlo en persona,
resulta indescriptible. El concierto del día, y del festival.
Un poco
aturdidos aún, nos encontramos a una enorme cantidad de gente saltando al son del
hillbilly de Hank 3, noble descendiente del enorme Hank Williams y uno de los
bipolares musicales más carismáticos del momento. Comenzó a golpe de country
agro y redneck con una banda muy tradicional (banjo, violín, contrabajo,
lapsteel…), metiéndose rápidamente al público en el bolsillo. Cuando hay lugar
al bailoteo –o a movimientos espasmódicos más o menos acompasados– la gente se
implica sin titubear. Pero al rato Hank sufrió su transformación, cambió a la
banda en el escenario y se puso a ejercer su otra gran pasión: el metal. La
gente comenzó a huir despavorida, claro está. Aunque el lado más bruto de Hank
3 tenía un punto, por algún motivo, resultó bastante exasperante. Tal vez fuese
la hora, o tal vez no. Pero nos quedaron ganas de verle en condiciones óptimas.
Tras el
subidón que había sido My Morning Jacket, The Darkness daba un poco de miedo.
Hace un año que se reunieron, tras una larga temporada de aparente disolución,
y aún no teníamos claro si su vuelta nos parecía una buena idea. Diez años atrás
fueron una de las bandas más refrescantes y divertidas de la década pero, diez
años, en los tiempos que corren, son muchos. Y venga otra sorpresa, ¡resulta
que The Darkness están en una forma brutal! Justin Hawkins, una extravagante
mezcla de David Lee Roth, Freddie Mercury y Ted Nugent, se adueñó del escenario
y dio bien fuerte en el hocico a quienes creen que el Glam Rock se quedó en los
80. Cada vez salen más bandas que beben del rock angelino y del hair metal y,
en Vitoria, The Darkness demostraron seguir estando muy arriba.
Lo suyo es
mucho más que falsete de alto riesgo y contoneos amanerados. Lo bueno de The
Darkness, lo que les hizo grandes en su momento, es que tenían canciones. Riffs
contagiosos y estribillos potentes que siguen funcionando en directo, haciendo
botar a todo bicho viviente. Y no sólo eso: ahora que parecen haber dejado gran
parte de sus vicios, Hawkins, su hermano Dan y el resto de la banda lo dan
todo. Su directo es impecable; salido, como no, de la imaginería colectiva del rock
de estadio, pero completamente efectivo. Después de verano sacan disco, del
cual sonaron algunos temas en el Azkena. Esperemos que la resurrección sea
completa.
Echando
cuentas, efectivamente, el Azkena Rock Festival 2012 ha tenido tela que cortar.
Tal vez no ha habido figurones, ni el cartel haya cuajado entre algunos
feligreses azkeneros, pero no podemos negar la evidencia de los bolazos que se
han visto.
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