Hace un mes o así me llegó una carta de Prisa Revistas en la que se nos informaba a los colaboradores de que la revista Rolling Stone dejaba de editarse en España. No es el medio en el que más he escrito, ni tampoco mi favorito, pero le tenía cariño y casi siempre tuve libertad para escribir lo que quise. Me quedan un montón de buenos recuerdos de mi paso por Rolling Stone. En esta revista aprendí lo que era escribir por encargo sobre bandas a las que, antes de ponerme con ello, no controlaba. Aprendí también a estar en un festival desde las seis de la tarde hasta las cuatro de la mañana y tener que escribir y entregar una crónica de al menos mil palabras en las cuatro horas siguientes. Aprendí mucho sobre los entresijos del negocio (el de la música y el de la prensa), y sobre cómo son las cosas realmente en la primera línea. Aprendí a disfrutar de los insultos de los fans despechados por algún párrafo en el que me metía con su banda favorita. Aprendí a trabajar en condiciones muy adversas y con un deadline pegado al culo. Aprendí, en definitiva, mucho. Y me lo pasé muy bien también.
A partir de la próxima entrada recuperaré varias crónicas que he ido publicando en Rolling Stone a lo largo de los últimos cinco años, empezando por las dedicadas a los festivales Azkena Rock y Bilbao BBK Live, dos clásicos que llevo cubriendo para un medio u otro desde hace muchísimo tiempo.
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