martes, 27 de diciembre de 2011

Cassandra Wilson - 32 Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz (17 de julio de 2008)

El otro día me preguntaron de qué conocía al pianista Jonathan Batiste, y por qué me esforzaba tanto en repetir una y otra vez lo bueno que era. Entonces recordé la crítica que escribí para Tomajazz sobre un concierto de Cassandra Wilson en 2008, que es cuando descubrí a Batiste, y decidí recuperarla para el blog.




Cassandra Wilson - 32 Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz

“Mujeres en el jazz”. Esa innecesaria manía del festival de jazz de Vitoria de unificar (muchas veces de cualquier manera) los programas dobles puede volverse muy desagradable. Epígrafes como “la noche electrónica”, “50 años de bossa-nova” o el justificadamente comercial “noche Verve” dan un aire de parque temático al festival cuyo beneficio es difícil de demostrar. Aun así, el hecho de subtitular un cartel compuesto por dos mujeres liderando sus grupos como “mujeres en el jazz” es de un reduccionismo lamentable, sin contar con la perniciosa imagen de la mujer en el jazz que proyecta. No me cabe duda que no hay ninguna intencionalidad maliciosa por parte del festival, pero el hecho es que a estas alturas no es necesario plantear esta etiqueta; que un par de mujeres se dediquen al jazz e incluso lideren sus propios grupos no es un acontecimiento, sino algo completamente habitual, y así debe ser tratado.

(.........)


La veterana Cassandra Wilson fue la encargada de cerrar la noche, decisión tomada, probablemente, en base a la inseguridad comercial que transmitia Maria Schneider. En cualquier caso, Wilson se enfrentaba a una tarea dura ya que, a pesar de la entrega del público vitoriano, la cantante ha dejado un ligero halo de aburrimiento tras de sí en más de un concierto.

Su último disco, Loverly, es una de las mejores grabaciones de una carrera a caballo entre lo ecléctico y lo errático, marcada por la búsqueda de algo no muy definido entre la realización artística y el éxito comercial. Por si fuera poco, el pianista que la acompaña en Loverly es ni más ni menos que Jason Moran, figura que devora el interés del oyente por momentos y que parece irremplazable a la hora de enfrentarse al directo.

Así que, con una actitud, carácter y planteamiento musical muy diferente al de su última actuación en el festival (en 2005), Cassandra Wilson subió al escenario arropada por una banda aparentemente menos consistente que entonces. A pesar de la presencia de Reginald Veal y Herlin Riley, rítmica sólida donde las haya, la falta de una figura de tanto peso como Brandon Ross y la imposible sustitución de Moran auguraban un concierto fallido.

El recurrente “Caravan” dio el pistoletazo de salida y la cosa parecía funcionar más o menos. Marvin Sewell, director musical del grupo de Wilson desde hace años, se veía perjudicado por un sonido rasposo y un tanto descontrolado, y la voz de Cassandra estaba tan bien como siempre. Y ahí estaba el problema: como siempre. Ni mejor ni peor.

Pero de entre aquella música, entretenida pero intrascendente, emergían unas notas chispeantes que animaban el oído. Tras un “St. James Infirmary” y un “Black Orpheus” muy interesantes, la sospecha se confirmó. El pianista, que llevaba la cruz de cubrir el puesto de Moran, hizo una intro antes de “Sweet Lorraine” que quitaba el sentido. ¿Quién demonios es ese tipo? ¡Pero si es un crío!

Aquel joven de Nueva Orleans se llama Jonathan Baptiste, y toca con una facilidad y un gusto insultantes. Como muchos de los pianistas de su ciudad, viene de la tradición clásica americana y puede evocar a Teddy Wilson y a Erroll Garner en una sola frase, pasando por la técnica y la modernidad neoclásica de un (para él clásico, en cierto modo) Marcus Roberts.

A partir de ese momento, casi no escuchamos nada más. Solo un buen concierto de Cassandra Wilson con un gran pianista que dará mucho que hablar. Todo lo demás bien, buen repertorio, bien interpretado, afrontado con gracia y aderezado por la maravillosa voz de la líder. Pero fantástico, lo que es fantástico: Jonathan Baptiste. Tomen nota.

Yahvé M. de la Cavada, 2008


La crítica era sobre un programa doble de Wilson junto a Maria Schneider. Puedes leer el texto completo en la web de Tomajazz.


Nota: Sí, en todo momento escribo Baptiste, con "p". Y es sin ella.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Jon Lord - Before I Forget (1982)

El rock está plagado de ellos. Músicos de categoría cuya historia queda ligada para siempre a bandas más grandes que ellos. Jon Lord siempre estará a la sombra de Deep Purple o Whitesnake, grupos a los que contribuyó enormemente.



Pero también tuvo carrera en solitario. En 1981 grabó este disco junto a varios colegas de diferentes bandas: Neil Murray, Bernie Marsden, Mick Ralphs, Ian Paice, Simon Kirke, Cozy Powell o Simon Phillips, entre otros.

Mi copia en LP es la original española (1982), con el título convenientemente traducido en la portada (que, por cierto, mola). No es un ninguna obra maestra, pero sí un buen disco. Lord va de un estilo a otro y a lo largo del disco toca hammond, piano, moog y varios teclados.

Jon Lord falleció el 16 de julio de 2012. Nunca le vi en directo, y me joroba bastante. D.E.P.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Anthony Braxton - Performance (Quartet) 1979


Reseña publicada en el número 104 de la revista Cuadernos de Jazz
(enero-febrero 2008)


UN INSTANTE EN EL TIEMPO

Echando un vistazo a los componentes del cuarteto que interpreta este Performance, aumentan las ganas de escucharlo. Quizá con la sola excepción de Thurman Baker, las carreras de Ray Anderson, John Lindberg y, sobre todo, Anthony Braxton han sido eclécticas, originales, inquietas y casi siempre, sorprendentes.




A finales de los años setenta, muchos músicos, Anderson y Lindberg incluidos, se dejaron arropar por el intenso e inspirador manto de varios proyectos de Braxton, que era en cierto modo, el padre de una generación perdida del jazz. Cuando parecía que ya estaba todo hecho, que se había tocado el techo de la improvisación, Braxton se negó a encasillarse reinventándose continuamente a través de la composición, la independencia interpretativa de sus músicos y mediante estructuras, siempre coherentes, pero habitualmente complejas.

En este disco, grabado en directo en Willisau, Braxton comienza a esbozar una serie de esquemas que poco después definiría más claramente en otras formaciones. Las siete composiciones que contienen las dos partes, están unidas permanentemente por improvisaciones de uno u otro de los miembros del cuarteto, haciendo que la libertad total sea la que encauce la entrada del siguiente tema de manera natural. Ese afán de unir piezas, de juntar las partes en un todo, da un carácter muy especial a la música, provocando que toda ella sea esencial, y cada uno de los músicos, imprescindible.


La química que hay entre los cuatro es tremenda, y no deja de sorprender que ésta formación concreta no se prodigase mas. Anderson, tan virtuoso como su amigo y predecesor en las filas de Braxton, George Lewis, resulta un contrapunto interesante, extrovertido y menos intelectual que el líder. Pero todos ellos, con mención especial al saxofonista, mantienen a lo largo del disco un nivel difícilmente superable.


La reedición de éste grupo histórico, a pesar de su aparente poca trascendencia, es tan necesaria como muchas otras de Braxton. De hecho, más que muchas.


Yahvé M. de la Cavada

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Steve Turre - TNT (2000)

El planteamiento es sencillo: Steve Turre con tres quintetos diferentes y tres saxos tenores respectivos como invitados especiales.

El primero, y el que más cortes protagoniza, es junto a James Carter, que está relativamente contenido y en muy buena forma. La rítmica también está particularmente bien, con Mulgrew Miller, Buster Williams y Victor Lewis.



El quinteto con David Sánchez cuenta con un sexto miembro, el percusionista Giovanni Hidalgo, pero en el tercero está la joya de la corona, el enorme Dewey Redman. La rítmica es la misma que en el de Sánchez, con Stephen Scott, Peter Washington y un finísimo Lewis Nash.

Escuchar a Redman siempre es un placer, y más en un tema tan coltrainiano como "Dewey's Dance". Atención, también, a Scott.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Keith Jarrett / Gary Peacock / Jack DeJohnette - My Foolish Heart. Live At Montreux (2001; ed. 2007)


Reseña publicada en el número 104 de la revista Cuadernos de Jazz
(enero-febrero 2008)

Lo agotado o reiterativo de formulas tan explotadas como el trío de Keith Jarrett es siempre un motivo de discusión entre aficionados. A pesar de que, al menos discográficamente, puede que ya hayan dicho todo lo que tenían que decir, su nivel medio es tan alto que es difícil no disfrutar de una nueva entrega del grupo.



Lejos de la excelencia de obras mayores de los últimos años como Up For It o The Out-Of-Towners, My Foolish Heart ha sido editado como parte de la conmemoración del 25 aniversario del grupo y sirve mas como compendio o catalogo de sus diferentes doctrinas interpretativas y su capacidad de interacción constante que como obra redonda o trascendente.

Entre el stride de "Ain’t Misbehavin’" y la libertad de "Straight No Chaser" hay un abismo estilístico, pero el grupo cohesiona con facilidad todo lo que toca con carácter y personalidad propios, haciendo que una obra menor sea realmente interesante.

Yahvé M. de la Cavada, 2008

jueves, 3 de noviembre de 2011

Wovenhand: la llamada de la tierra (2 de diciembre de 2010)



Artículo publicado originalmente en Muro de Sonido, blog musical de ELPAIS.com, el 2 de diciembre de 2010

Quienes vieron a Wovenhand (también escrito Woven Hand) en alguna pequeña sala durante su gira de presentación del álbum Ten Stones (2008), hablan de una experiencia única, de un concierto imposible de describir. Dos años después, con su flamante nuevo disco bajo el brazo, Wovenhand regresan a los escenarios españoles para mantener esa leyenda, y lo harán en cuatro fechas repartidas a primeros de diciembre: sábado 4 en Bilbao (Kafe Antzokia), miercoles 8 en Valladolid (Asklepios), jueves 9 en Madrid(Caracol) y viernes 10 en Barcelona (La [2] de Apolo).
The Threshing Floor, aparecido hace unos meses, bien podría ser el mejor disco de Wovenhand. En él se conjugan todas las constantes de la música de su líder y frontman David Eugene Edwards, auténtico motor de la banda y ex cantante de otra que merece la pena reescuchar: 16 Horsepower.
No es extraño, por tanto, que haya un poderoso nexo estilístico entre Wovenhand y 16 Horsepower, ya que los primeros nacieron en 2001 a raíz de una pausa en la actividad de los segundos. Cuando los Horsepower se disolvieron en 2005, Wovenhand quedó como único receptor de las creaciones de Edwards y, poco después, lo que era un proyecto personal se convirtió en el heredero de 16 Horsepower, con la entrada en Wovenhand de uno de sus miembros fundadores, Pascal Humbert.

Wovenhand
 suenan diferente a casi todo. La suya es una música indomésticable, primaria, terriblemente oscura y difícilmente asociable a un momento o un lugar. Parece surgida de las montañas de Colorado, su lugar de origen, nacida entre la inhospita aridezdel suelo rocoso, como una hierba mil veces extinguida y mil veces renacida. Sobre uno o dos acordes tocados de forma obsesiva construyen miles de detalles, una maraña de sonidos que envuelve la chamánica voz de Edwards en un alarde de intensidad contenidae hipnótica.
Es música muy personal que se resiste a la clasificación, creada a partir de la unión del country alternativo, el post punk, el folk o los cantos tradicionales nativos americanos. Se le pueden sacar referentes, aunque ninguno determinante. En el lado más evidente estaría el aspecto más rural de Mark Lanegan o el más tenebroso de Nick Cave, pero también se perciben retazos de la Velvet Underground, las bandas británicas más oscuras de los 80 y una especie de neofolk industrial (por llamarlo de alguna forma delirante) que parece maldecir a todos las bandas adscritas a la absurda etiqueta de “americana”.
The Threshing Floor es un disco en el que sumergirse, dejándose arrastrar por su espiritualidad y por los arrebatos casi hímnicos de Edwards y los suyos. Debido a su condición independiente, que no Indie (lo publica el sello Sounds Familyre), no es muy probable que lo veamos en muchas listas de lo mejor del año, aunque virtudes no le faltan.
Por otro lado, esta es una de esas bandas que pierden fuerza en grandes escenarios o festivales, con lo que merece la pena verles en situaciones reducidas, al calor de una pequeña sala que les permita alcanzar esa conexión mística con el público. Si en estudio le dejan a uno sin aliento, imagináoslo en directo.

lunes, 31 de octubre de 2011

Andrzej Olejniczak & Apertus String Quartet - Different Choice (2011)

Mucho ojo a este cedé del fantástico saxofonista Andrzej Olejniczak, uno de los mejores discos "con cuerdas" que he escuchado en tiempo.

Recupero aquí mi reseña sobre el mismo, publicada en el número de junio de la revista MondoSonoro:



"El saxofonista Andrzej Olejniczak, afincado en Bilbao desde hace dos décadas, es también uno de los principales especialistas de su instrumento en España y, si me apuran, en Europa.
Y es que, grabar acompañándose exclusivamente de un cuarteto de cuerdas, sin perder un ápice de convicción, no es algo que pueda hacer cualquiera.
Different Choice
está a medio camino entre la música de cámara y el jazz pero, como todo gran disco, se define por sí mismo."



Puedes leer la publicación original pinchando AQUÍ.

jueves, 27 de octubre de 2011

Marianne Faithfull - Sala BBK (Bilbao, 5 de abril de 2011)

Reseña publicada originalmente en la edición física de la revista Mondo Sonoro:

"Un pequeño fallo de organización provocó que el de Bilbao fuese el único concierto de Marianne Faithfull en el estado. Este hecho convirtió el evento en algo más especial, si cabe. La flor y nata del rock bilbaíno –más flor y nata que nunca– abarrotaba la sala BBK, esperando presenciar algo especial, y lo fue, sí, pero también hubo una larga lista de “peros” que emergieron durante el concierto.
Ya el principio fue un tanto desastroso: el sonido era estridente y muy agresivo para un recinto de esas características y un desafortunado ventilador situado frente a Faithfull le provocó molestias durante un buen rato, hasta que pidió que lo apagasen.

Los primeros temas sirvieron para presentar el nuevo disco de la cantante, Horses and High Heels. Tras un desconcentrado “Why Did We Have To Part” nos temimos lo peor, ya que en “Back In Baby’s Arms” Faithfull llegó a olvidar la letra por un instante, pero en “The Stations” (el tema de los Gutter Twins que abre Saturnalia) la cosa empezó a coger pulso. A partir de ahí todo fue según lo esperado.

“Sister Morphine”, “Broken English”, “As Tear Goes By” y “Working Class Hero” hicieron estallar al público, que acabo el concierto con ovación y recibió a cambio un glorioso “Strange Weather” íntimo y acústico.

Aparte de algunos momentos del guitarrista Doug Pettibone, la atención recayó exclusivamente sobre Faithfull y su voz arrastrada y quebradiza. La cantante tiene esas cosas tan especiales y tan raras de ver llamadas personalidad y carácter, así que, al final, los “peros” son lo de menos."



Puedes leer la publicación original pinchando AQUÍ.

lunes, 24 de octubre de 2011

Jochen Rueckert - Somewhere Meeting Nobody (2011)

Extraído de mi reseña para Cuadernos de Jazz:

"Han pasado más de diez años de la publicación del primero, y hasta ahora único, disco de Jochen Rueckert como líder, Introduction (Jazzline, 1998). Aquel resultó tan sorprendentemente bueno que su nuevo álbum parece un pelín soso a su lado. Y no es que esté mal, ni mucho menos. La formación es excelente y está bien ensamblada, con un Mark Turner más personal y reconocible que en otras ocasiones y la solidez del fabuloso Brad Shepik, guitarrista nunca bien ponderado en el mundo del jazz."



"La excelente producción revela perfectamente el acompañamiento de Matt Penman, muy inspirado a lo largo de toda la grabación, y los sutiles matices y acentos del líder, que denotan su atención e implicación. El problema es que al conjunto del disco le falta algo de dinámica, o un punto más de tensión para que la cosa se venga arriba de cuando en cuando.Digamos que todo está entre bien y muy bien, pero no hay picos, ni hacia arriba, ni hacia abajo. Buenos músicos, buenas improvisaciones y un papel estelar del líder, que acompaña como pocos. Ni más, ni menos."

Puedes leer la reseña completa pinchando AQUÍ.

martes, 18 de octubre de 2011

Brian Blade & The Fellowship Band - Season Of Changes (2008)

Otro disco fabuloso, e importante para mí, por motivos personales. Brian Blade es un outsider a su manera. Productor brillante y uno de los bateristas más importantes del mundo, Blade tiene en The Fellowship Band uno de sus proyectos más personales.

Season Of Changes, su última grabación con esta banda, es una muestra perfecta de su particular caleidoscopio musical, que parte del jazz para dejarse infectar por mucho otros sonidos.



Kurt Rosenwinkel y Myron Walden están extraordinarios, aunque los menos conocidos Melvin Butler y Jon Cowherd no se quedan atrás. Completan la banda Chris Thomas, viejo conocido de Blade, y éste último.

En este momento particular de mi vida -que podría definir con el título del álbum- he vuelto sobre este disco para redescubrir que me encanta. Y no sólo por motivos personales.

martes, 11 de octubre de 2011

Pero, ¿todavía quedan tiendas de discos? (16 de abril de 2011)

Un artículo especial, que escribí en un momento especial y que recupero en un día especial. Se publicó originalmente el día internacional de las tiendas de discos independientes de 2011, en la web del diario El País. Y hoy me ha parecido el mejor día para publicarlo en este humilde blog.

Pero, ¿todavía quedan tiendas de discos?

Por: Yahvé M. de la Cavada

RecordStoreDay

Nunca me han gustado los eventos del tipo “el día de”. Siempre acaban pareciéndome reduccionistas y condescendientes, como si estuviesen diseñados para saldar una supuesta deuda social con la minoría o colectivo que toque en cada momento. Celebrar “el día” de algo provoca automáticamente la sensación de tachar una tarea del cuaderno de deberes hasta el año que viene. La intención original, muy probablemente, no es esa, sino agitar a la ciudadanía en busca de compromiso, colaboración o, en última instancia, comprensión. Sobre el papel, fantástico.

Pero esas fechas dejan en evidencia a una sociedad que presume de moderna y avanzada, para después señalar en el calendario un día (¡uno!) con obviedades como que la mujer trabaja y debería hacerlo bajo las mismas condiciones que el hombre, que los homosexuales tienen (o deberían tener) los mismos derechos y deberes que cualquier ciudadano o que el hambre en el tercer mundo es una vergüenza para el primero. Esos días, que atraen sus sujetos a la prensa durante unas horas, son una pátina de compromiso para el viandante que sólo quiere trabajar, consumir, ver la tele y que le dejen en paz. El día de “X”, pegatina en la solapa, un enlace en Facebook, unos minutos de charla durante el café, y a otra cosa.

Todo esto viene a algo mucho menos trascendente que lo mencionado anteriormente, así que, perdonen el atisbo de comparación, porque no pretendía ser tal. La cuestión es que hoy se celebra por primera vez en España el Record Store Day, un evento mundial promovido por tiendas de discos independientes de todo el mundo, en general, y de Europa y EE.UU. en particular. Esta celebración no es más que una pequeña mano agitándose entre la multitud en busca de atención, frente a un mundo que, cada día más, se pregunta: “pero, ¿todavía hay tiendas de discos?”.

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Las hay, cada vez menos, pero las hay. Ahora son pequeños oasis para aficionados muy concretos y muy poco numerosos: los que compran música. Para ser exactos, hay que decir que, tal y como ocurre con los libros, cómics y películas (DVDs, Blu-Ray, etc), donde realmente se venden es en almacenes y grandes superficies. La sociedad española está copiando lo peor de los hábitos de consumo americanos y evitando lo mejor, esto es, el respeto y apoyo a los negocios independientes. La figura de la librería ha desaparecido en prácticamente todas las ciudades de nuestro país, dejándonos a merced de grandes cadenas y supermercados del ocio. La librería especializada sobrevive a duras penas porque su producto, y su cliente, son mucho más específicos que el de la literatura general o el cine. Pero la tienda de discos es otra cosa.

Es el comercio tradicional más afectado por la piratería (al fin y al cabo, nunca hubo muchas tiendas centradas exclusivamente en la venta de películas) y el elemento de la industria más ninguneado. El defensor férreo de la música libre en Internet tiende a olvidar la tienda porque, aparentemente, es un organismo obsoleto en la comercialización musical del siglo XXI. Su función está directamente relacionada con la vigencia de los formatos físicos, y todos sabemos cómo está ese asunto. Así que, si nadie (la nueva forma de decir “muy poca gente”) compra discos físicos, y las tiendas parecen pertenecer al siglo pasado, ¿qué sentido tiene hacer un día de la tienda de discos? ¿No viene a ser como celebrar el día del radiocasete?

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Lo que intentan los implicados en el Record Store Day es captar un poco de atención sobre su maltratado y diezmado sector, ahora reducido a coleccionistas, modernos, frikis (en el mejor sentido de la palabra) y un tipo de cliente romántico que se aferra al formato físico como parte de su identidad musical. El lema de la iniciativa, ampliado mediante decenas de declaraciones de músicos y personalidades de la industria, colgados en la web oficial del evento, se puede resumir en estas palabras: “apoya a tu tienda de discos; comprar discos, viéndolos, tocándolos, es un acto que da otra dimensión a la música; es orgánico, es real y, además, está (casi) de moda”. Pero estos argumentos no tienen pinta de ir a convencer nadie más que a los ya convencidos, que serán quienes celebren, a la postre, el Record Store Day.

Lo más significativo del evento es la aparición de multitud de ediciones limitadas en vinilo (7’’, EPs, LPs) a cargo de tiendas y adheridos que las venderán exclusivamente en tienda física, con el compromiso de evitar que se especule con ellas en Internet u otras plataformas. Dichas ediciones tienen el objetivo de atraer público a las tiendas en busca de un producto especial y exclusivo. Sin embargo, hoy en día, ¿no podríamos considerar especial y exclusivo la propia existencia del disco físico? En una semana en la que muchos usuarios se lamentan de que Spotify limite su oferta gratuita (rasgándose las vestiduras ante la posibilidad de desembolsar diez euros mensuales por su versión Premium) es difícil creer que la gente empezará a transitar las tiendas de discos otra vez. Por eso el Record Store Day y sus ediciones limitadas ahondan, seguramente sin pretenderlo, en ese malditismo al que se ha visto abocado el sector en los últimos tiempos. Hecho por unos pocos y dirigido a unos pocos. Exclusivos y marginales, las dos caras de una misma moneda.

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El balance no sólo no es positivo, sino completamente descorazonador. Aún siendo empresas con fines comerciales, las tiendas son a la música lo que las salas al cine. Han sido –son– los lugares, los puntos de encuentro, las fuentes originales de la creatividad musical envasada. Y se merecen, como poco, un poco de respeto y una oportunidad. El Record Store Day tiene su punto, de eso no hay duda, y es positivo que por fin se haga en España. Pero lo importante es que no llegue el día en el que la gente se pregunte “¿te acuerdas de cuando había cines y tiendas de discos?”.

Así que, comete una locura. Vete a una tienda independiente y compra un disco. Una vez al año no hace daño, dicen.

Yahvé M. de la Cavada, 2011


Puedes leer la publicación original pinchando AQUÍ.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Charles Mingus - The Complete 1960 Nat Hentoff Sessions (1960)

Extraído de mi reseña para Cuadernos de Jazz:

"Las grabaciones que Mingus hizo para el sello Candid siempre han sido consideradas, hasta cierto punto, una obra menor. Su situación cronológica, su aspecto circunstancial y la forma en la que el sello desperdigó sesiones en diferentes álbumes son un peso que dejan a este material en evidencia frente a sus etapas en Columbia y Atlantic.

Las dos sesiones contenidas en este triple cedé sirvieron para llenar casi cinco discos: Charles Mingus Presents Charles Mingus, Mysterious Blues, Mingus y Reincarnation of a Love Bird (a nombre del contrabajista) y el colectivo Newport Rebels, que se completó con dos temas grabados por un All-Stars de músicos cabreados por la política del festival de Newport (cómo ha cambiado todo, ¿eh?). Esos dos temas están incluidos en el segundo CD de esta edición, para así completar el material editado originalmente en Newport Rebels. El resto es una sospechosa copia de la caja que sacó Mosaic en 1989 bajo el nombre The Complete Candid Recordings of Charles Mingus, ahora renombrado como The Complete 1960 Nat Hentoff Sessions.




Fue Hentoff, efectivamente, quien invitó a grabar al contrabajista en ese pequeño sello, ofreciéndole libertad creativa absoluta. Mingus había tocado unos meses antes en el festival de Antibes (años después Atlantic editaría esa actuación, que sigue siendo uno de los directos más importantes de la historia), demostrando que, si algo necesitaba, era libertad.

La primera sesión para Candid reunió a un cuarteto formado por Eric Dolphy, Ted Curson, Mingus y su inseparable Dannie Richmond, y produjo Charles Mingus Presents Charles Mingus, un álbum que, de haberse grabado un año antes, podría haber sido el cuarto elemento de ese triunvirato Kind of Blue-Giant Steps-The Shape of Jazz to Come que dio la vuelta al jazz en 1959. Sólo por mantener esa grabación en el mercado, ya merece la pena alabar esta edición.

El resto de material es excelente también, con menos altibajos de lo habitual en cualquier integral. Esta música es reflejo de una época en la que el jazz se revolvía, moviéndose hacia delante y negándose a soltar el pasado. Mingus mantenía un pie en la vanguardia y otro en Ellington, Parker o Monk, siempre honesto, siempre desafiante.

La leyenda dice que Jo Jones amonestó en su momento a Charlie Parker por su forma de tocar. Veinte años después, Mingus puso a tocar a Jones junto Eric Dolphy, añadiendo a Roy Eldridge a esa imposible fórmula. Y funcionó, vaya si funcionó.
"


Puedes leer la publicación original pinchando AQUÍ.

sábado, 1 de octubre de 2011

Alon Nechushtan - Words Beyond (2011)

Extraído de mi reseña para Tomajazz:

"¿Cuántos tríos como este puede haber en Nueva York? La ciudad alberga la mayor agrupación de músicos de jazz del mundo, de todos los gustos y colores, lo que implica que haya más oferta que en ningún otro sitio y, que probablemente, sea mejor. Por otro lado, ese tipo de aglomeraciones también albergan multitud de formaciones intrascendentes y reiterativas, diferentes versiones de propuestas muy similares, desarrolladas por músicos que se mueven en los mismos ambientes. El nivel medio es alto con respecto a otras zonas geográficas pero, en Nueva York se aspira, sobre todo, a ser uno más."



"Con
Words Beyond es imposible de saberlo con certeza, puesto que, en definitiva, es un buen disco de un trío neoyorquino estándar. En España serían la repanocha; allí, un buen grupo. Si Nechushtan será un grande, o uno más en la capital jazzística del mundo, es algo que iremos viendo en sus próximos registros. De momento, nos quedamos con el nombre y con un disco disfrutable."


Puedes leer la reseña completa pinchando AQUÍ.

martes, 27 de septiembre de 2011

Cure - Wish (1992)

Recuerdo escuchar de forma obsesiva este disco cuando salió, hace casi 20 años, convirtiéndose inmediatamente en uno de los discos claves de mi adolescencia.

Volver sobre este tipo de grabaciones tiene cierto peligro, puesto que el tiempo puede ser bastante cruel con los recuerdos de uno. Con Wish no ocurre eso. Nunca he dejado de reescucharlo cada cierto tiempo y tampoco nunca me ha decepcionado.



Es lo que tienen los grandes discos, que el paso del tiempo no les afecta o, en el caso de hacerlo, no suele ser para mal. Y este un disco enorme.

En septiembre de 2011, 19 años después de escuchar Wish por primera vez, sigue sonandome tan acojonante como el primer día y sigue teniendo un pequeño hueco en mi vida.


Nota: pinchando en la portada puedes escuchar el disco en Spotify (según país de residencia).

jueves, 22 de septiembre de 2011

Bruno Chevillon / Tim Berne - Old And Unwise (2010; ed. 2011)

Mira que me harto a decir que Tim Berne no tiene un disco malo. Garantizado, amigos.

Si existe un jazz contemporáneo, en el sentido más radical de la palabra, Berne es uno de sus abanderados. De hecho, lleva siéndolo casi tres décadas y, si hay algo que ha estado presente a lo largo de toda su carrera, es un compromiso con la libertad inédito para muchos otros.



Su dúo con el fabuloso contrabajista Bruno Chevillon trae a la mente discos tan destacables como este: Ornery People (a dúo con Michael Formanek) y el asombroso Cause & Reflect (a dúo con Hank Roberts). No hay mayor coincidencia aparte de la unión del saxo de Berne con las cuatro cuerdas del contrabajo (del chelo en el caso de Roberts) y que tanto el saxofonista como sus partenaires, prometen y entregan un repertorio impecable.

Suena tan crudo, dinámico y real como siempre, o sea, mucho. A no perdérselo.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Christian Scott - Yesterday You Said Tomorrow (2009)

Cuando escuché este disco por primera vez, recién salido, pensé que era más de lo mismo, que Christian Scott empezaba a repetirse y que, tal vez, ya no tenía mucho más que decir. No le hice mucho caso, la verdad.

Hace un mes, volví a escucharlo y me pareció excelente, una grabación más madura y redonda que lo editado por el trompetista hasta entonces. Lo disfruté enormemente, repitiendo más de un tema a pleno volumen.

La semana pasada, volví sobre él, a ver qué pasaba. Bien, sin engancharme tanto como en la anterior escucha, el disco mantiene un buen nivel. No tiene la visceralidad de Live At Newport pero es definitivamente más maduro que Rewind That y no peca del exceso de Anthem.



La música de Scott, aunque un tanto limitada, me suena cada vez más atractiva y personal, gracias a su forma de componer y a su particular (aunque no demasiado extenso) fraseo. El aire anárquico que envuelve a algunas piezas del trompetista me ha llegado a parecer un engorro, pero poco a poco he conseguido entrar en su juego.

Como el propio Scott, la música de Yesterday You Said Tomorrow es chulesca y su sonido muy del siglo XXI, lo que no es malo, ni mucho menos. Por otro lado, resulta dificil saber si dentro de unos años mantendrá vigencia o sonará pasado de fecha. Lo que sí sé es que, a día de hoy, el inicio de "K.K.P.D.", la excelente versión del "The Eraser" de Thom Yorke o "Angola, LA & The 13th Amendment", por ejemplo, suenan tremendas.


Nota: Hay una edición especial con un segundo CD incluído -llamado "Five For Freddie"- que contiene cinco temas íntimamente relacionados con Freddie Hubbard interpretados por el quinteto de Scott. Muy recomendable.

Nota 2: Pinchando en la portada puedes escuchar el disco en Spotify (según país de residencia).

jueves, 15 de septiembre de 2011

Lee Konitz Meets Warne Marsh Again (1976)

Anoche me escribió mi buen amigo (y mejor pianista) Juan 'Ignatius Johnny' Ortiz desde la barra del Birdland neoyorquino, informándome de que estaba a punto de ver al quinteto de Lee Konitz y Tomasz Stanko, dato que me provocó un ineludible y desasosegante brote de envidia sana.

Unas horas después, Ellery Eskelin comentaba en su página de Facebook que acababa de escuchar en directo a Konitz (presumiblemente en ese mismo show) y que se sentía muy inspirado. Como para no estarlo.



Mi reacción inevitable (mucho más doméstica) fue hurgar entre mis viejos LPs hasta encontrar y escuchar este directo del gran Konitz junto a Warne Marsh, grabado en el Ronnie Scott's de Londres en 1976. No es lo mismo pero, quien no se consuela, es porque no quiere.

El disco es fabuloso, como es natural. Konitz y Marsh siempre se entendieron muy bien en lo musical (no tanto en lo personal) y en los 70 seguían sonando genial. Junto a ellos, el batería Al Levitt y otro gran tristaniano, el contrabajista Peter Ind, completando el grupo.

El repertorio es muy clásico y predecible ("You Go To My Head", "All The Things You Are", etc), pero en manos de los músicos resulta completamente original. A destacar una versión de "Star Eyes" absolutamente sublime.

martes, 13 de septiembre de 2011

Healing Force: The Songs Of Albert Ayler (2007)

Back in the game. Creo que es la primera vez que me tiro más de quince días sin publicar. Son días complicados, la vida, las circunstancias; espero ponerme en forma rápido.

De hecho, volvamos a la faena ya: ¿Conocéis este disco? Es un homenaje a Albert Ayler capitaneado por algunos músicos tan interesantes como poco conocidos, como Vinny Golia y Henry Kaiser, aunque el proyecto es completamente coral, e incluye a otras luminarias como Joe Morris (tanto a la guitarra como al contrabajo), Weasel Walter o la cantante Aurora Josephson, entre otros.



La música de Ayler está interpretada con respeto, pero también con la osadía de quien es dueño de su propio lenguaje. El resultado es libre, poco ortodoxo y terriblemente inspirador. Es complicado no dejarse cautivar por el disco.

A quienes visitais regularmente esta página, os pido disculpas por la desajustada y cedida frecuencia a la que me he ajustado en los últimos tiempos. Aquí seguimos, no obstante.

domingo, 28 de agosto de 2011

Una de cal, dos de arena (David Binney + Kyle Eastwood + Nigel Kennedy, 35 Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz, 13 de julio de 2011)

Recupero otro texto publicado con motivo del pasado festival de jazz de Vitoria-Gasteiz, aparecido originalmente en el periódico Gara:


Una de cal, dos de arena
David Binney + Kyle Eastwood + Nigel Kennedy
35 Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz
13 de julio de 2011

La sección que tiene lugar cada tarde en el Teatro Principal de Gasteiz se llama «Jazz del siglo XXI», un nombre un tanto osado para venir de un festival que reconoce abiertamente su conservadurismo. Aún así, cada año podemos encontrar un par de actuaciones programadas al abrigo de esta sección que merecen ese lema presidiendo la marquesina.

En la edición de 2011, tal vez nadie pueda lucir esa insignia con más orgullo que el saxofonista David Binney, figura imprescindible de la escena neoyorquina que, debido a su escasa popularidad en nuestro país, aún tiene que vérselas con el sambenito de «joven valor». El propio programa del festival le presenta como «uno de los jóvenes músicos de jazz más prolíficos de hoy en día», para después destacar como elementos significativos en su carrera un par de colaboraciones que poco tienen que ver con la trayectoria del saxofonista. Vamos, como si yo les hablo de Bob Dylan y lo único que menciono es que una vez tocó para el Papa.

Ya que uno no se puede fiar de los folletos promocionales, digamos, sin entrar en más detalles, que el «joven valor» (de 50 años de edad) es uno de los saxofonistas norteamericanos más importantes y avanzados de su generación. Su carrera siempre ha sido honesta y coherente, cimentada sobre sellos independientes, autoedición y el reconocimiento y admiración de músicos y crítica. Llegar al público mayoritario desde las trincheras del jazz es más complicado, aunque David Binney tiene la virtud de que, cuando uno le escucha por primera vez, enseguida toma nota de su nombre.

La música que interpretó en directo fue espontánea y con un alto nivel de exploración, basándose en ritmos y armonías mu
y complejas o muy sencillas, dependiendo del tema. Su mayor apoyo fue el fabuloso baterista Dan Weiss, aunque el auditorio también ovacionó generosamente al jovencísimo pianista John Escreet. En total, noventa minutos de jazz puro y moderno que satisfizo a los seguidores del saxofonista y que, muy probablemente, grabó su nombre en los cerebros de cada espectador no familiarizado con él.

Tras semejante muestra de jazz de élite, el doble programa que nos encontramos en Mendizorroza fue como conducir un coche por Australia: kilómetros y kilómetros de carretera en línea recta, sin giros, si
n cambios en el paisaje y con el peligro acechante de dormirse al volante en cualquier momento. Los reclamos eran el nombre (más bien el apellido) de Kyle Eastwood y el excéntrico violinista clásico reciclado al jazz Nigel Kennedy, pero ninguno de los dos pudo impedir que el pabellón se quedase a poco más de la mitad de aforo.



Eastwood es un bajista y contrabajista muy competente que practica un jazz amable e inofensivo que podríamos calificar de light. Tanto él como su banda se defienden y, no sé, tocan bien, pero resultan tan tibios que no hay manera de engancharse a su música. Por mucho que algunos sectores de la prensa se esfuercen en mostrarle como algo independiente de su progenitor, si el chaval no se apellidase Eastwood su carrera nunca hubiese ido más allá del mero acompañamiento a músicos con algo más interesante que ofrecer.


Nigel Kennedy vivió un momento muy dulce en el mundo de la música clásica hace unos cuantos años, pero recientemente ha dado un giro hacia el jazz inexplicable desde el punto de vista económico (todo el mundo sabe que el jazz es una ruina) y en pos, con toda seguridad, de una afición personal. Muchos asocian el virtuosismo al jazz (como si fuese algo inherente al estilo, y nada más lejos), lo que no quiere decir que porque uno sea un virtuoso será un gran intérprete de jazz. Kennedy es un gran virtuoso, de eso no hay duda, pero en su concierto planteó una música que se apoyaba en ese hecho, sin contar con que ni sus intervenciones, ni su banda -plana y funcionarial-, tuvieron demasiada sustancia. Buenas intenciones, pero poco alma.


El alma se había quedado en el concierto de David Binney.


Yahvé M. de la Cavada, 2011


Nota: Pinchando AQUÍ o en la imagen puedes ver la publicación original del texto en la web del periódico. Al final de la misma hay un texto promocional con lo que se podía ver el mismo día de la publicación, y que no está escrito por mí, por supuesto.

sábado, 20 de agosto de 2011

Ayer, hoy y mañana (Michel Portal + Dr. Michael White + Trombone Shorty, 35 Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz, 12 de julio de 2011)

Recupero otro texto publicado con motivo del pasado festival de jazz de Vitoria-Gasteiz, aparecido originalmente en el periódico Gara:


Ayer, hoy y mañana
Michel Portal + Dr. Michel White & The Original Liberty Jazz Band + Trombone Shorty & Orleans Avenue
35 Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz
12 de julio de 2011


Así podríamos resumir lo vivido ayer en el 35 Festival de Jazz de Gasteiz, en tres conciertos que fueron del neoclasicismo radical de Michael White a la perenne modernidad de Michel Portal, con parada en la onda bailonga y actual de Trombone Shorty. Portal, hijo predilecto de Baiona y uno de los grandes del jazz europeo de todos los tiempos, no necesita mucha presentac
ión. Su compromiso con el jazz y la música libre siempre ha ido por delante y es sabido que en un concierto suyo el riesgo, el buen gusto y la música de altura están garantizados.

En esta ocasión venía acompañado de un grupo de jóvenes estrellas del jazz (aunque falló el contrabajista Scott Colley) que lucieron tanto, o quizá más, que el propio líder. A saber: Bojan Zulfikarpasic, habitual de Portal, es desde hace años uno de los grandes del piano europeo, y Nasheet Waits demostró una vez más por qué algunos creemos que es uno de los mejores bateristas de jazz del mundo.


El joven Ambrose Akinmusire, excepcional a lo largo de todo el concierto, está llamado a convertirse en el trompetista de moda y, de hecho, más de un espectador iba a verle específicamente a él. Puestos a comentar, Portal estuvo algo más atinado con el clarinete bajo que con el saxo soprano; pero es un maestro, y eso se le nota en cada gesto. Nada que ver con lo que vino después.



En Mendizorrotza nos encontramos con dos propuestas salidas de Nueva Orleans, ambas muy diferentes. Complementarias o antagónicas, eso depende del oído con el que se escuchen. Abrió la velada el grupo del clarinetista Michael White, habitual del festival en otros escenarios, normalmente gratuitos y, tal vez, menos exigentes.
White es una figura importante y recurrente en lo suyo, aunque quizá más por estar que por ser. Me explico: es amigo de la familia Marsalis y su nombre se oye constantemente entre los revivalistas del dixieland y el jazz tradicional de su ciudad, pero, en realidad, ni es un gran clarinetista ni un músico sobresaliente.

Su mayor virtud radica en su origen, en que, mejor o peor, es un neorleanés de pura cepa y su música es genuina y real. Nadie puede transmitirla con más convicción que él, porque lleva siendo parte de su vida desde su infancia. Eso le convierte en embajador musical de excepción, pero no necesariamente en un tipo genial.


Su concierto en el festival fue tan ortodoxo que en seguida se volvió ligeramente plomizo. Por supuesto, es virtualmente imposible alcanzar el nivel de clásicos como Louis Armstrong, Sidney Bechet, Kid Ory o Johnny Dodds, pero esa música se puede tocar con algo más de gracia y entrega a cómo lo hace el grupo de Michael White.


El joven Trombone Shorty, afincado también en Nueva Orleans, parte de un concepto musical muy diferente. Es trombonista, trompetista y cantante, y predica una diversidad musical amplia, que luego no lo es tanto, aunque mucho más que la de su predecesor en Mendizorroza.

Su terreno natural parece el funk jazzificado, y en varios momentos de su actuación vino a la cabeza -salvando las distancias- la música de Defunkt, el fabuloso grupo que formó hace treinta años el también trombonista (y hermano de Lester Bowie, del Art Ensemble Of Chicago) Joseph Bowie. Vamos, que lo que hace Trombone Shorty no es el colmo de la originalidad, pero funciona. El joven demostró ser un gran instrumentista y dominar el escenario en un show que, si bien algo reiterativo, resultó bastante más exitoso y animado que el de Michael White.


También hubo coincidencias, porque las raíces no perdonan: ambos grupos tocaron el clásico «St. James Infirmary» (el primero desde la tradición y el segundo, con aires latinos) y también ambos citaron al gran Cab Calloway para hacer cantar al público. Y es que, el protocolo del show es inquebrantable.


Yahvé M. de la Cavada, 2011


Nota: Pinchando AQUÍ o en la imagen puedes ver la publicación original del texto en la web del periódico. Al final de la misma hay un texto promocional con lo que se podía ver el mismo día de la publicación, y que no está escrito por mí, por supuesto.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Química y química (Jeremy Pelt + Danilo Perez + Herbie Hancock / Wayne Shorter / Marcus Miller, 16 de julio de 2011)

Recupero otro texto publicado con motivo del pasado festival de jazz de Vitoria-Gasteiz, en esta ocasión sobre Jeremy Pelt, Danilo Perez y el "Homenaje a Miles Davis", perpetrado por un all-stars capitaneado por Marcus Miller y con Herbie Hancok y Wayne Shorter como principales reclamos; el texto apareció originalmente en el periódico Gara:


Química y química
Jeremy Pelt Quintet + Danilo Perez Trio + Herbie Hancock / Wayne Shorter / Marcus Miller: Homenaje a Miles Davis
35 Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz
16 de julio de 2011

El quinteto de Jeremy Pelt es una de las formaciones más interesantes del hard bop en los últimos años. Heredero directo de aquel portentoso segundo quinteto de Miles Davis (con Wayne Shorter, Herbie Hancock, Ron Carter y Tony Williams), como lo fueron en su momento el de Wynton Marsalis, el del alumno predilecto de Miles, Wallace Roney, o el que co-lideraron Donald Harrison y Terence Blanchard. Pelt ya lleva unos años dando guerra y, hace unos pocos, formó su quinteto estable con cuatro músicos estupendos, la mayor parte de ellos líderes de sus propias formaciones. Un grupo de élite, en definitiva, al que en Gasteiz le faltaron un par de cosas: la primera, el pianista Danny Grissett, que fue sustituido (con nota, eso sí), por el también brillante David Bryant; la segunda, y más importante, un técnico de sonido atento.

Tal vez fuese por eso, tal vez no, pero algunos miembros del grupo mostraron cierto enfado a lo largo de la actuación, en especial el contrabajista Dwayne Burno, que tuvo que sufrir acoples en su instrumento en multitud de ocasiones. Una formación de estas características vive de la interacción y la concentración, y para ellos es imperativo que el sonido acompañe. Aún así, lo grande no se hunde tan fácilmente y hubo momentos en el concierto de gran altura musical, para regocijo de los asistentes.



La última noche en Mendizorrotza venía presidida por algunos grandes nombres, bastante habituales del festival: Herbie Hancock, Wayne Shorter, Marcus Miller y Miles Davis. El de Davis, en particular, se ha invocado con regularidad en éste y otros festivales veraniegos, muchas veces en vano. La figura del trompetista es una de las más importantes de la historia del jazz y reivindicarle es pertinente, por supuesto, aunque innecesario a estas alturas. El veinte aniversario de la muerte del trompetista o la reunión de algunos alumnos estrella del mismo son motivos poderosos, pero resultarían más convincentes si no se hubiese jugado esa carta en numerosas ocasiones, tanto por parte de alguno de los músicos implicados, como por la del propio festival. El oportunismo, admitido o no, está servido.

El concierto empezó de mano del trío del pianista Danilo Perez, que pareció haber recibido instrucciones de que la cosa tenía que ir sobre Miles Davis minutos antes de subir al escenario. Y lo pareció porque, a un repertorio evidentemente ajeno al universo de Miles, le añadió presentaciones delirantes para justificar una supuesta vinculación con la figura del trompetista. Sandeces como «este tema es galáctico, como Miles, que también era galáctico» o anunciar «Blue In Green», el conocido tema de «Kind Of Blue» diciendo que su versión les llevaría a lugares insospechados cuando, en realidad, el tema de Miles no era sino una pequeña e improvisada introducción a un original del pianista. Todo innecesario y con un punto vergonzante: el homenaje no era tal así que ¿por qué no tocar su concierto y ya está? ¿Órdenes del festival? Nunca lo sabremos.



Sí sabemos, en cambio, que Perez es un gran pianista -y un no tan gran compositor- que resultó un tanto farragoso en Mendizorrotza. Tuvo momentos espectaculares, pero la música del trío se vio arrastrada por un repertorio poco consistente que no llegó a enganchar del todo.

El homenaje a Miles, el de verdad, empezó con fuerza. Más de una hora ininterrumpida enlazando temas como «Walkin», «Milestones» o «All Blues» de forma abierta y creativa, que era bastante más de lo que muchos esperábamos. Todos tuvieron buenos momentos y el trompetista Sean Jones, que bastante papelón tenía, fue por el camino fácil (o difícil) e imitó abiertamente al maestro Miles, algo que, en opinión de quien escribe esto, fue un tremendo error. La música se mantuvo entre lo fascinante y lo errático, y en demasiadas ocasiones pareció una jam session muy cara pero, en conjunto, el grupo cumplió con un proyecto que es más fácil de contar que de tocar. Sólo cumplió, sí, porque faltó la química. Todos ellos son muy buenos, y algunos buenísimos, pero juntos, no funcionan más que por momentos. De eso, de química, sabía mucho Miles, por eso sus grupos siempre funcionaban. Aunque él jamás habría participado en un proyecto como éste.


Nota: Pinchando AQUÍ o en las imágenes puedes ver la publicación original del texto en la web del periódico.

sábado, 6 de agosto de 2011

La voz de Nueva Orleans (Craig Adams and the Voices of New Orleans, 35 Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz, 11 de julio de 2011)

Recupero otro texto publicado con motivo del pasado festival de jazz de Vitoria-Gasteiz, aparecido originalmente en el periódico Gara:


La voz de Nueva Orleans
Craig Adams and the Voices of New Orleans
35 Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz
11 de julio de 2011


La relación del Festival de Jazz de Gasteiz con Nueva Orleans es larga y regular, desde la clásica marching band que recorre las calles de la ciudad -habitualmente originaria de la ciudad sureña- hasta la inesquivable historia de amor entre el festival y el trompetista Wynton Marsalis. En los últimos años el festival ha instaurado otra tradición que, muchas veces, acaba llevándonos también a Nueva Orleans: el concierto de gospel que inaugura la programación de Mendizorrotza. Aunque es una música que tiene una relación tangencial con el jazz, sus raíces en la tradición afroamericana justifican de sobra su presencia en el programa, mucho más, por cierto, que otras propuestas que se pueden escuchar en él.



El artista elegido este año ha sido Craig Adams, una pequeña estrella del género en su país y, concretamente, en su ciudad. Adams es pianista, vocalista y, por encima de todo, un gran maestro de ceremonias. Su forma de dirigir a los diecinueve músicos que le acompañan (guitarra, bajo, batería, un coro de trece miembros y tres solistas) se basa en los grandes showmen negros de la historia. Su repertorio es eminentemente religioso, como no podía ser de otra forma, pero su aproximación al gospel sale de las entrañas del show business y se transforma en algo que podríamos denominar arena-gospel.


Unos segundos después de llegar al escenario, ya tenía al público comiendo de su mano, y la explosión de energía y adrenalina de Adams y los suyos se contagió rápidamente por todo Mendizorrotza. Enseguida, el grupo atacó con «Down By The Riverside» a ritmo de boogie-woogie en uno de los momentos de la noche.


La capacidad vocal de cada miembro del coro es extraordinaria, lo que no es de extrañar, ya que en EE.UU. no se andan con chiquitas en estos asuntos. Aquí un cantante chusquero salido de un concurso de televisión puede ser tomado en serio; allí no es tan fácil vender esa moto, con lo que imaginen la calidad de los miembros de un grupo vocal de esta categoría.


Después de la preciosa «A Change Is Gonna Come» de Sam Cooke, interpretada por el cantante Dale Blade, el clásico «When The Saints Go Marching In» empezó poniendo al público en pie y continuó con Adams invitando a más de una veintena de animados asistentes a que bailasen con él sobre el escenario, saliendo con ellos en comitiva a pie de pista y alcanzando un final apoteósico con todo el pabellón coreando y palmeando. Tras esto, para redondear la velada, Adams hizo un alarde de transformismo y cantó una sentida versión del «My Sweet Lord» de George Harrison (sin la parte de «hare Krishna, hare hare», como es natural) para terminar con un explosivo e interminable «It's Allright», y un doble bis que se abrió con un íntimo «What A Wonderful World» y acabó con el pabellón en pie, entre aplausos, gritos y vítores.

Hay nombres mucho más famosos y cotizados en el programa de este año, pero habrá que ver cuántos se meten al público en el bolsillo como Craig Adams & The Voices of New Orleans.



Nota: Pinchando AQUÍ o en la imagen puedes ver la publicación original del texto en la web del periódico. Al final de la misma hay un texto promocional con lo que se podía ver el mismo día de la publicación, y que no está escrito por mí, por supuesto.

miércoles, 3 de agosto de 2011

El jazz y todo lo demás (José James + Jamie Cullum, 35 Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz, 14 de julio de 2011)

Aprovecho que estos días están retransmitiendo en RTVE algunos conciertos de los festivales de verano para recuperar mis crónicas de los mismos. Esta noche le tocará el turno a José James y mañana a Jamie Cullum, así que dejo aquí el texto que publiqué sobre estos conciertos en el periódico Gara:


El Jazz y todo lo demás
José James + Jamie Cullum
35 Festival de Jazz de Vitoria-Gazteiz
14 de julio de 2011

Ya se veía venir la noche anterior. Los afortunados que fueron al hotel Canciller Ayala para ver al trío del fabuloso pianista Eric Reed, no sólo demostraron tener un gusto exquisito, sino que se fueron a casa con un premio: la exclusiva de ver a Jamie Cullum y a José James animándose a improvisar un tema en la jam session que, en noches señaladas, se desata en ese pequeño escenario; el más humilde del festival y, a veces, también el más especial. Esa noche pudimos ver un avance de lo que sucedió en Mendizorrotza menos de 24 horas después, en un concierto multitudinario en el que, minutos antes de
comenzar, ya se escuchaba una y otra vez en la taquilla la temida frase «no hay entradas».



José James, indudablemente menos popular que Cullum, ya había visitado el festival en 2008, dentro de la programación del Teatro Principal. Aquel concierto fue realmente asombroso y descubrió a muchos (servidor incluido) a un joven cantante que tiene mucho más que talento, y de eso va sobrado. En su música, James no tiene miedo a mezclar jazz con nu-soul, funk o hip-hop, lo que le permite diseñar cada show para adecuarlo al auditorio que le vaya a recibir. Este año hizo como en 2008, respetando la supuesta tendencia del festival y atacando un repertorio mayormente jazzístico, con inusitadas versiones del «Equinox» de John Coltrane, «Red Clay» de Freddie Hubbard o el mítico «Moanin» de Bobby Timmons.


James es un vocalista con un toque muy contemporáneo, ha bebido del hip-hop y eso se le nota en su forma de frasear e improvisar, pero escuchándole vienen a la cabeza referencias de clásicos como Jon Hendricks o el fabuloso Joe Williams. Acompañado de una banda que sonaba fresca y grooveante, James engatusó por igual a madres y a hijos, gracias a ese encanto urbano y glamouroso que le caracteriza. Cuando, en el último tema del concierto, James invitó a Jamie Cullum al escenario para cantar «Georgia On My Mind», el pabellón empezó a despegar en un vuelo que no aterrizaría hasta el final de la noche.


Los talibanes del jazz (a quienes, en ocasiones, no tengo más remedio que unirme) no sienten un gran aprecio a Jamie Cullum. Su pop jazzificado y su desenfadada forma de entender la música es contraria a los anhelos de cualquier purista, y su presencia en festivales de jazz es vilipendiada por los más radicales. Sin embargo, sólo hay que tener ojos y oídos para rendirse ante el arte de Cullum en sus conciertos.


El joven británico es un pianista competente y resultón (en el mejor de los sentidos), un showman de primera categoría y, sobre todo, un gran vocalista, con clase y personalidad. No domina el escenario, lo modela a su gusto tema a tema, pasando de un momento de ardiente espectacularidad a otro de íntimo recogimiento en cuestión de segundos. Improvisa aquí y allí con el piano, a veces de forma explosiva y efectista, pero siempre conecta con el público.


Esencialmente es un cantante de pop, sí, como si eso tuviese algo de malo. Para los talibanes del jazz (entre los que, en este asunto, no me incluyo en absoluto) tal vez sí, pero debe de ser porque no recuerdan a tipos tan respetables como Nat `King' Cole, Bing Crosby, Mel Tormé o Frank Sinatra, que no eran sino «Jamie Cullums» de su época y que, al mismo tiempo, están aceptados como personajes paralelos al jazz.
Como el joven Cullum es humilde y buen tío (eso se ve a la legua), no le obsesionan mucho ese tipo de cosas. Actúa como alguien ajeno a todo lo que no sea disfrutar en el escenario y, especialmente, hacer disfrutar a la audiencia con lo que sucede en el mismo. Pregunten, si no, a cualquiera de entre quienes estuvieron la otra noche en Mendizorrotza, porque hacía años que el pabellón no vibraba como lo hizo con Jamie Cullum. No es jazz, ni falta que le hace.

Yahvé M. de la Cavada, 2011


Nota: Pinchando en la imagen puedes leer la crítica que escribí en 2008 sobre el concierto de José James en el Festival de Vitoria-Gasteiz de aquel año, publicada en su momento por Tomajazz.

Nota 2: Este artículo se publicó en el diario Gara con el título equivocado, utilizándose por error el título del artículo publicado el día anterior, también escrito por mí. En su publicación online el error fue aún mayor, ya que mi texto apareció junto a (pegado, más bien) otro publicado ese mismo día, con los dos títulos seguidos presidiendo la página. Aquí podéis ver dicha página, con la publicación original del texto reproducido en este post.

lunes, 1 de agosto de 2011

The Woody Shaw Concert Ensemble - At The Berliner Jazzstage (1976)

Otra gran forma de recordar al gran Frank Foster, en su única grabación junto a uno de mis trompetistas favoritos de todos los tiempos, Woody Shaw.

El grupo se llama "Concert Ensemble" pero podría llamarse prefectamente "All-Stars", puesto que, además de Shaw y Foster, están Slide Hampton, Ronnie Mathews, Stafford James, Louis Hayes y el hijo de Jackie McLean, Rene McLean, que colaboró bastante con Shaw durante unos años.



El repertorio se compone de cuatro largos temas extraídos de un concierto que, presumiblemente, contuvo algunos más. Una pena que sólo se conserven estos cuatro, porque suenan realmente bien; Shaw está espectacular y todo el grupo le da bien fuerte.

Por cierto, Foster está particularmente brillante al saxo soprano.

sábado, 30 de julio de 2011

Elvin Jones - Coalition (1970)

Me da mucha pena que se haya muerto Frank Foster. Tenía edad y es lo natural, pero no quita que me provoque cierta sensación de "fin de una era".

Aparte de su larga relación con la orquesta de Count Basie, las colaboraciones más populares del saxofonista son las que le unieron al gran Elvin Jones. Coalition no fue la primera de ellas, ya que Foster ya había participado en el primer disco como líder del batería, Elvin! (1961), y en el Heavy Sounds (1968) co-liderado por Jones y Richard Davis, pero inició una colaboración que mantendría unidos regularmente a Foster y a Jones hasta finales de los 70, produciendo discos fabulosos como éste y unos cuantos más (ya comenté aquí hace tiempo uno de ellos).



La front line de Coalition está compuesta por Foster, que toca saxos tenor, alto y clarinete bajo) y George Coleman, que se limita al tenor. Con el poderoso contrabajo de Wilbur Little (¡ojo!) y el apoyo de Candido, Elvin Jones empuja a ambos saxofonistas como sólo él sabía hacer.

Desde las primeras notas de "Shinjitu" (y ese solo de clarinete bajo de Foster) hasta "Simone", original del saxofonista que permanecería en el repertorio de Jones durante años, Coalition es un álbum fascinante que merece la pena redescubrir.


Nota: en la portada del álbum, Jones aparece fotografiado junto a su mujer, Keiko, que es también la compositora de "Shinjitu". Durante años, fueron una de las parejas más entrañables del jazz.

miércoles, 27 de julio de 2011

XXXV Festival de Jazz de Getxo (1 al 5 de julio de 2011)

Extraído de mi artículo para Cuadernos de Jazz:

"Así da gusto. La trigésimo quinta edición del festival internacional de jazz de Getxo ha sido la mejor que ha facturado el festival desde la de 2007, una de los mejores de la pasada década. El blues descacharrado de Aki Takase, la genialidad imperturbable del quinteto de Dave Holland y el aplomo de Branford Marsalis y su cuarteto han sentenciado algo que se está convirtiendo en norma: que Getxo puede dar muchas lecciones a sus hermanos, digamos, más grandes. Mayores no, desde luego."



"En Getxo, la pianista (Aki Takase) presentó un repertorio extraído de ambos discos y firmado especialmente por Waller y W.C. Handy, además de alguna composición original. Con improvisadores de esta categoría, la cosa no podía salir mal. Takase, Mahall y Dorner tuvieron intervenciones extraordinarias, mientras que Paul Lovens permaneció en cierto segundo plano y Chadbourne sufrió las inclemencias del técnico de sonido en su guitarra y banjo, destacando casi exclusivamente por su excéntrica forma de cantar."

********************

"Semejante principio de festival dio un inevitable frenazo en el concierto de Lee Ritenour, un guitarrista que estuvo de moda algo más de un cuarto de hora, allá a principios de los 80. Muy apreciado en EE.UU., Ritenour tiene un sentido del directo heredado del mainstream americano: antepone el show a la interpretación, sonríe mucho, habla con el público y, la verdad, en ese sentido se lo monta bien."



"Lo de Dave Holland es un caso aparte. Como Superman, nunca falla, y cuando acaba la película, la tierra ha sido salvada una vez más. Su quinteto es un arma infalible: una vez suben al escenario, la altísima calidad musical está garantizada como no ocurre con prácticamente ningún grupo del mundo."

********************

"
Porque Chucho Valdés es un maestro en lo suyo, pero lo suyo no es la música. Este año vino con un grupo ligeramente más jazzístico (lo cual no es decir mucho) de lo habitual, pero sin nada demasiado destacable que ofrecer. El protagonista era Valdés y, cuando tocaba, lo único que hacía era ir escala arriba y escala abajo, siempre muy rápido y con muchas notas, y vuelta para arriba y vuelta para abajo."



"
Cuando el cuarteto (de Branford Marsalis) se completó, el asunto se vino arriba, para empezar a caer tema a tema hacia abajo. Entiéndanme, el nivel del concierto fue medio-alto, pero la química del grupo con Jeff Watts no es la misma que con Justin Faulkner. El jovencísimo baterista está repleto de talento, pero le falta un poco de elasticidad y la capacidad de adaptarse a lo que ocurre sobre el escenario."

Puedes leer mi reseña completa pinchando AQUÍ o en las imágenes.



Nota: También recomiendo la lectura de la excelente crónica de los conciertos de Dave Holland y Branford Marsalis escrita por Juan Antonio Rico y publicada en Tomajazz.

lunes, 25 de julio de 2011

Los primeros serán los primeros (27 de junio de 2011)

Extraído de mi artículo para Muro de Sonido, blog musical de ELPAIS.com, sobre los conciertos de Blue Rodeo y Band Of Horses en el Azkena Rock Festival:


"Casi siempre pasa algo parecido en los festivales, que los conciertos más asombrosos acaban estando fuera del prime time. No es un alarde de esnobismo (los snobs no escuchan música en los festivales, sólo lucen palmito y afiliación a la tribu estético-musical de turno), sino una realidad tan simple como que, a veces, uno puede comer mejor en un restaurante sencillo, de menú, que en otro de renombre, a la carta.



En el Azkena Rock Festival de este año, ha resultado que algunos de los mejores conciertos han sido a primera hora, bajo el sol abrasador y con la losa del público vespertino, tan fiel como poco numeroso. Hace un par de días hablábamos del valiente concierto de Eels, pero más sorprendente aún que aquel, fue la impresionante actuación de Blue Rodeo programada a las 17:45 del pasado viernes.

A pesar de contar con casi 30 años de carrera a sus espaldas, Blue Rodeo siguen siendo relativamente desconocidos. Pertenecen a esa gloriosa generación que recibió las siglas NRA (nuevo rock americano) gracias a bandas irrepetibles como Green On Red, Long Ryders, Blasters, Beat Farmers, Dream Syndicate, Jason & The Scorchers, Del Fuegos y unas cuantas más, pero Blue Rodeo tiene un pequeño hándicap para ser considerados como una de aquellas bandas: que son canadienses."



Pinchando AQUÍ o en la imagen puedes leer el artículo completo.

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otros días, otros discos

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