Si hay una desaparición trágica para el mundo del jazz en los últimos años es la de Thomas Chapin. El saxofonista falleció en 1998 con sólo 40 años, víctima de la leucemia. Fue uno de los músicos más interesantes de los 90 y, de seguir entre nosotros, no cabe duda de que sería una de las voces más importantes del jazz del siglo XXI.
Su legado se compone de poco más de una decena de discos que reflejan su enorme talento. Intrumentista espectacular y compositor brillante, su personalidad inquieta, ilustrada y valiente le llevó por territorios que podían ir del post bop a lenguajes más arriesgados, siempre con una voz personal.
Anima es el primer disco en el que grabó con su formación más emblemática: su trío con Mario Pavone y Michael Sarin. Steve Johns -batería de su anterior disco en, Third Force- está en algunos cortes, pero el estreno de la colaboración Chapin-Pavone-Sarin acapara gran parte del interés de la grabación. El sonido no es tan bueno como uno desearía -como en muchas de las referencias de Knitting Factory-, pero en cuanto el disco empieza a sonar lo único que importa es la música.
Aunque con Chapin es difícil equivocarse, porque siempre es fantástico, Anima es una buena forma de acercarse a la obra de este enorme músico.
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