Si algo ha perjudicado a la carrera de Van Morrison es la incontinencia discográfica del irlandés. Esa exasperante tendencia se ha intensificado en los últimos años, diluyendo (hasta cierto punto) un legado de una calidad innegable. Morrison tiene varios discos fantásticos y nadie niega su merecido puesto en la música popular del siglo XX.
The Healing Game, aparecido en 1997, es a mi entender su última obra maestra, dicho esto con todas las consecuencias. No merece la pena debatir si está a la altura de discos como Astral Weeks o Into The Music, pero para mi es así, por varios motivos.
El primero es un repertorio maravilloso, equilibrado y con la conexión exacta entre los temas para que el disco transmita una agradable sensación de uniformidad.
Por otro lado, la producción es fantástica también, a pesar de contener elementos que en principio deberían ser inconvenientes (como grabar algún instrumento directamente a mesa). Todo está en su sitio y suena como tiene que sonar, cosa no tan habitual.
Pero lo más importante es la ecuación que forman los músicos, los arreglos y los imprescindibles coros vocales, que hacen de este disco la joya que es. Hay que mencionar en especial la labor de Leo Green (con un gran solo al tenor) y del veterano Pee Wee Ellis, que se marca algunos solos de altura tanto al soprano como al barítono, demostrando que se le da bastante mejor ésto que el jazz. Y no nos olvidemos de las voces de Brian Kennedy, Georgie Fame y Katie Kissoon, tan importantes en algunos momentos como la del propio líder.
Desde el monumental "Rough God Goes Riding" que abre el disco, a "Fire In The Belly", "This Weight", "Piper At The Gates Of Dawn", "Sometimes We Cry", "If You Love Me" o el tema que cierra y da nombre al álbum, The Healing Game demuestra que es dificil encontrarle puntos débiles.
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