Todas las expectativas fueron cubiertas y superadas. Lovano tocó estupendamente y sonando a sí mismo más que nunca; su tono hueco y su fraseo flexible navegaron pacíficamente sobre el perfecto colchón creado por Jones. Pero es el pianista el que alcanzó las más altas cotas de excelencia. Escucharle desgranar las notas más perfectas y apropiadas en cada momento fue completamente asombroso. Todo era como tenía que ser, ni más, ni menos.
Y no sólo eso, a mitad de concierto Lovano dejó al maestro solo en el escenario, para que interpretase "algunas de sus piezas favoritas", tal y como anunciaron. Los temas que Jones interpretó en solitario están entre lo más bello que he podido escuchar en directo. No tengo palabras. El de Jones y Lovano fue un concierto muy especial que permanecerá durante mucho tiempo en nuestra memoria.
En la Plaza de la Trinidad tocaba la Flamenco Big Band de Perico Sambeat, en la que militan algunos músicos estupendos, como Albert Sanz, Javier Colina o Jesús Santandreu. Lamentablemente, el concierto se vio perjudicado por el aspecto estructural de varias composiciones, la falta de solidez de algunos arreglos y una banda a la que le faltaba cohesión. No es lo mismo tocar al mismo tiempo que tocar juntos, y eso es algo muy importante para una Big Band. El líder, un saxofonista destacable, no parecía cómodo en algunos contextos y en general, la cosa no funcionaba.
Después tocaba Pitingo, nombre de moda de inexplicable y polémica presencia en un festival de jazz (aunque a estas alturas nada nos sorprende). Asistí a unos minutos de actuación con interés, porque no me gusta que los prejuicios me dominen, y pude comprobar con mis propios ojos lo que el individuo perpetraba sobre el escenario. Su propuesta parecía flamenco mal entendido e infectado por el virus de Operación Triunfo. Una monstruosidad indigna de esa música maravillosa llamada flamenco.
Afortunadamente, enseguida comenzaba el concierto de Abdullah Ibrahim en el Teatro Victoria Eugenia. El pianista abrió con una larga pieza en piano solo llena de expresividad que resultó ser el mejor momento de toda la actuación. Esto no quiere decir que el resto del concierto no fuese fantástico: a continuación tocó un buen rato en trío algunas piezas un tanto abstractas que rozaron peligrosamente la monotonía, sin caer en ella.
Y después apareció en escena el resto de Ekaya, cuatro jovenes vientos (un saxo alto y flauta, un saxo tenor, un trombón y un saxo barítono) que intepretaron varias melodías de Ibrahim con una delicadeza y perfección impresionantes. En las piezas en septeto el pianista tocaba muy poco, sin interpretar ningún solo, pero el resto del grupo improvisaba generosamente, y muy bien, por cierto. Los músicos parecían jovenes y sus influencias eran claras, siendo el caso más escandaloso el del saxo tenor, que emulaba abiertamente al Coltrane de finales de los 50.
Pero el concierto fue precioso, y ambas formaciones -el trío y el septeto- dieron mucho de sí a lo largo de las casi dos horas y media de recital. Me fui con la sensación de haber visto dos conciertos por el precio de uno, y ambos excelentes.
Al día siguiente actuaban James Taylor, Jamie Cullum, Mélissa Laveaux y The Bad Plus, pero otros eventos me impidieron asistir.
Queda cerrada aquí mismo mi crónica de este Jazzaldia. Un festival en el que ha habido de todo, que nos ha dado conciertos memorables y que confirma su reinado sobre los festivales veraniegos del País Vasco. El año que viene, más.
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All our expectations were fulfilled and, even more, exceeded. Lovano performed wonderfully and he sounded as himself more than ever; his hollow tone and his flexible phrasing sailed peacefully on the perfect mattress created by Jones. However, it was the piano player who reached the highest levels of excellence. It was totally astonishing listening to him crumbling the most perfect and appropriate notes in every moment. It couldn't be any other way.
What is more, in the middle of the concert, Lovano left the master by himself on stage, so as to perform “some of his favourite pieces”, as announced. These solo pieces are possibly some of the most beautiful ones I have ever heard live. I have no words. Jones and Lovano’s concert was a very special one which will remain for a long time in our memory.
At the Trinidad Square, Perico Sambeat Flamenco Big Band was playing, a band in which some great musicians such as Albert Sanz, Javier Colina or Jesús Santandreu are members. Unfortunately, some of the compositions structural aspect was detrimental to the concert, as well as the lack of soundness in some of the arrangements and a band short of cohesion. It is not the same playing at the same time and playing together, and this is a very important fact for a Big Band. The frontman, a remarkable saxophonist, didn´t seem comfortable in some contexts and the whole thing, in general, didn´t work well.
Pitingo was playing afterwards, a strange household name with a controversial presence in a festival of jazz (although not being surprising by now). Since I don´t like being driven by prejudices, I attended this performance for a few minutes with interest, and I could confirm by myself whatever the individual was carrying out on stage. His proposal looked as a misunderstood flamenco, infected by the Operación Triunfo* virus. A monstrosity unworthy of being related to that marvellous music called flamenco.
Luckily enough, the concert of Abdullah Ibrahim was immediately starting at the Victoria Eugenia Theatre. The pianist opened with a long solo piece, filled with expressiveness, which proved to be the best moment of the whole performance. This doesn’t mean that the rest of the concert wasn’t fantastic. Then, he played in trio some kind of abstract pieces, which verged on monotony, without falling in it.
Afterwards, the remaining of Ekaya appeared on stage, four young hornes (an alto sax and flute, a tenor sax, a trombones and a baritone sax) that played some Ibrahim melodies with an impressive delicacy and perfection. The pianist barely played in the septet pieces, without performing any solos, but the rest of the band improvised generously and really well, indeed. The musicians seemed young and their influences were obvious, being the case of the tenor sax the most shocking one, since he clearly emulated the late 50’s Coltrane.
Anyhow, the concert was lovely and both groups –the trio and the septet- did their best during the almost two hours and a half the recital lasted. I left with the feeling of having watched two concerts by one, both of them superb.
Next day James Taylor, Jamie Cullum, Mélissa Laveaux and The Bad Plus performed, but some other musical events prevented me from attending.
It is right here where my report on this Jazzaldia ends. A festival with a bit of everything, one that has given us memorable concerts and which confirms its reign over other summer festivals of the Basque Country. Next year, much more.
*A famous TV show in Spain, similar to American Idol or The One in the USA and to Fame Academy in the UK.
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