Reseña publicada en Cuadernos de Jazz
Brooklyn, Nueva York, 17 de marzo de 2006
Criss Cross 1286
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Desde hace unos años, el jazz se ha visto saturado de guitarristas, mayoritariamente mediocres. Entre las tres o cuatro excepciones está Adam Rogers, un músico cuya tremenda versatilidad le confiere un lenguaje personal sin salirse de la tradición jazzistica, y cuya formación clásica, lejos de encajonarle, le permite desarrollar sus ideas con naturalidad. En su cuarto disco como líder se atreve con el trío, formación arriesgada para cualquier guitarrista, y cuela en su repertorio 5 standards, cosa poco habitual en él.
Colley y Stewart, dos acompañantes muy intuitivos, han colaborado juntos (y con Rogers) en muchísimos proyectos y la empatía que existe entre ellos es impresionante. Esa comunicación, la locuacidad de las intervenciones de Rogers y su ingenio a la hora de escribir y arreglar, con una curiosa simplicidad compleja, hacen de éste un disco muy interesante de un guitarrista a tener en consideración.
Yahvé M. de la Cavada
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