Reseña publicada originalmente en Tomajazz en enero de 2008:
Charles Gayle es un superviviente. Mas allá del halo de malditismo que rodea su figura (cualidad nunca bien ponderada tratándose de un jazzman), de sus años de “homeless”, de sus periodos de misteriosa desaparición y de su profunda devoción religiosa, Gayle parece importado a nuestros días de un pasado, no tan lejano, en el que el free jazz era más que un estilo vagamente definido por los críticos.
Músico personal y despiadadamente honesto, es dueño de la herencia de Albert Ayler mas legítimamente que otros así proclamados, profeta del sonido y de la plenitud espiritual a través de la improvisación. Sus discos, instantáneas de su compromiso con la música y con su dios, nunca dejan indiferentes, practicando habitualmente una violencia acústica que no es tal, sino que deviene en cánticos, aullidos y desesperados intentos de transmitir los latidos del universo a través de su saxofón.
A pesar de poderse considerar un abanderado del tenor, Gayle es también un excelente pianista, como acostumbra a demostrar en casi todos sus recitales, y en no pocos de sus discos (de hecho, tiene dos discos a piano solo), y ha tocado en alguna ocasión la viola y la batería, entre otros instrumentos.
Consider The Lilies… es una de sus últimas grabaciones, y le captura en directo con su trío en el Vision Festival de 2005. Desde el 2004 aproximadamente, Gayle parece haber adoptado el saxo alto como instrumento principal y, no se bien si por ese cambio, su música parece haber perdido en radicalidad y ganado en expresividad.
A lo largo de los cortes del CD el trío despliega algo mas de cuarenta minutos magníficos que, por encima de todo, se hacen muy cortos. El sonido de Gayle se vuelve tremendamente heredero de Ornette Coleman por momentos, pero su pulso, su fraseo y su lenguaje permanecen intactos. Gracias al buen hacer de Hilliard Greene y sobre todo al excelente acompañamiento de Jay Rosen, Consider The Lilies… se convierte en una de las mejores grabaciones recientes del saxofonista, que también toca el piano (llegando incluso a tocar piano y saxo simultáneamente).
Aquí va un pedazo de Charles Gayle, un clásico vivo, un músico oscuro por elección, aunque también involuntariamente porque, por suerte para nosotros, es su música quien le guía.
Músico personal y despiadadamente honesto, es dueño de la herencia de Albert Ayler mas legítimamente que otros así proclamados, profeta del sonido y de la plenitud espiritual a través de la improvisación. Sus discos, instantáneas de su compromiso con la música y con su dios, nunca dejan indiferentes, practicando habitualmente una violencia acústica que no es tal, sino que deviene en cánticos, aullidos y desesperados intentos de transmitir los latidos del universo a través de su saxofón.
A pesar de poderse considerar un abanderado del tenor, Gayle es también un excelente pianista, como acostumbra a demostrar en casi todos sus recitales, y en no pocos de sus discos (de hecho, tiene dos discos a piano solo), y ha tocado en alguna ocasión la viola y la batería, entre otros instrumentos.
Consider The Lilies… es una de sus últimas grabaciones, y le captura en directo con su trío en el Vision Festival de 2005. Desde el 2004 aproximadamente, Gayle parece haber adoptado el saxo alto como instrumento principal y, no se bien si por ese cambio, su música parece haber perdido en radicalidad y ganado en expresividad.
A lo largo de los cortes del CD el trío despliega algo mas de cuarenta minutos magníficos que, por encima de todo, se hacen muy cortos. El sonido de Gayle se vuelve tremendamente heredero de Ornette Coleman por momentos, pero su pulso, su fraseo y su lenguaje permanecen intactos. Gracias al buen hacer de Hilliard Greene y sobre todo al excelente acompañamiento de Jay Rosen, Consider The Lilies… se convierte en una de las mejores grabaciones recientes del saxofonista, que también toca el piano (llegando incluso a tocar piano y saxo simultáneamente).
Aquí va un pedazo de Charles Gayle, un clásico vivo, un músico oscuro por elección, aunque también involuntariamente porque, por suerte para nosotros, es su música quien le guía.
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