Cuando yo tenía quince años pasé algunas semanas en un país extranjero aprendiendo inglés, escuchando música, persiguiendo faldas y haciendo todo tipo de cosas desaconsejadas por la sociedad y prohibidas por mi familia. Lo normal.
Allí me pegué mi primer atracón en una tienda de discos, fundiéndome gran parte de mi presupuesto vacacional en una sola y gloriosa tarde. Allí tuve un buen puñado de primeras e intensas experiencias y sentí el mundo a mis pies por primera vez, amparado en esa independencia etérea y temporal que me proporcionaba la lejanía del hogar.
Di unos cuantos quebraderos de cabeza a la familia que me acogía; no muchos ni demasiado serios, pero sí los suficientes para que mi marcha no fuese traumática. Nos cogimos cariño, por supuesto, pero era una familia numerosa con mucho trabajo; no necesitaban otro adolescente imbécil del que cuidar.
La noche que me fui, Nathaniel, el cabeza de familia, me llevó en su coche hasta el tren. Allí, sentados en la oscuridad, me contó algunas cosas, nos reimos y prometimos volver a vernos algún día. Después rebuscó en la guantera del coche y me dijo: "ten, esto es bueno; yo ya lo he escuchado muchas veces". Era una vieja cassette de la banda sonora de Easy Rider.
En aquella cinta descubrí a Jimi Hendrix, Steppenwolf, The Band (en versión de Smith), The Byrds o The Electric Prunes aunque, para ser sincero, siempre la escuché sin fijarme mucho en quienes firmaban la música. Para mi era un todo, un conjunto de música directamente relacionada con un momento concreto de mi vida; un momento importante.
Cada vez que escucho los primeros acordes de "The Pusher", una parte de mi se ve trasladada a aquel verano a primeros de los 90 en el que crecí un poco más rápido de lo normal.
Creo que va siendo hora de hacer una visita.
1 comentario:
Todos tenemos historias con Easy Rider...me viene a la cabeza Born To Be Wild.Maravillosa entrada.
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