Extraído de mi artículo publicado originalmente en Cuadernos de Jazz nº110 (enero-febrero 2009)
"En la vertiginosa y diluida sociedad que nos rodea todo va demasiado deprisa. El hoy y el mañana están tan próximos que hacen parecer el ayer aún más lejano. La tecnología se queda obsoleta con tanta rapidez que se puede llegar a sentir que es uno mismo quien está quedándose atrás. Internet, la agonía del cedé, la posible desaparición de los formatos físicos y, en definitiva, el dramático cambio socio-cultural que sufre el negocio de la música -y el jazz dentro de éste-, son temas que se tratarán a lo largo de tres artículos de los cuales es éste el primero."
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"El panorama descrito quizá sea muy negro: para ser justos, se refiere más al disco de nivel popular que al del mundo del jazz en concreto. Pero, la triste realidad es que, cada vez más, se escucha música de forma banal, sesgada y muy alejada de lo que el músico pretende. La cultura del “lo quiero todo, lo quiero ahora, lo quiero gratis y, por supuesto, a toda velocidad” está devorándonos y vulgarizando todo lo que se consume, ya sea una forma de expresión creativa o un simple informativo.
La parte buena de todo esto es la accesibilidad de la que se dispone para escuchar música; la mala es que, en el camino y en mayor o menor medida, se ha ido perdiendo el respeto al disco como obra artística. Estos cambios han vuelto el panorama más árido para algunos músicos y más prolífico para otros; contrastar las múltiples visiones producidas por la situación es muy revelador."
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"El pianista Bill Carrothers, a quien le ha resultado prácticamente imposible publicar discos en sellos de su país, tiene una visión más ácida del tema y, quizá, más lúcida: “No me gusta el asunto de las descargas, pero es el momento que vive el negocio ahora mismo. Y las buenas noticias son que si la gente sigue consiguiendo la música gratis, al final las grandes compañías también caerán. Entonces todo el negocio podrá empezar desde abajo y sin todas las sanguijuelas que lo rodean, lo cual está muy bien. En otras palabras, si la mayors se hunden y se llevan con ellas a Bridge Boy Music (el sello de Carrothers), me parece un buen trato. Será como cambiar un peón por una torre y un alfil”."
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"Skerik, uno de los saxofonistas más importantes de la escena underground, miembro de las bandas Garage a Trois, Critters Buggin’ y colaborador habitual de Stanton Moore, tiene una opinión bastante más radical: “No se trata de ganarse la vida tocando música sino de pagar para grabar el puñetero disco. Pagar al ingeniero de sonido, pagar el alquiler del estudio, la fabrica que hace los CDs o la empresa que lo distribuya digitalmente; pagar a los músicos que graban contigo, a los diseñadores, etc. El músico ni siquiera suele ganar nada después de los gastos de producción así que cuando alguien roba ese disco está perjudicando a un montón de profesionales y endeudando aún más a los músicos. No tiene nada que ver con grandes discográficas, sino con pequeños sellos y artistas independientes que se encargan prácticamente de todo."
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