Extraído de mi reseña para Tomajazz:
"En realidad, no se puede pedir más. El disco se escucha con atención de principio a fin, se disfruta por completo y, cuando se acaba, le dan a uno ganas de volver a escucharlo. Rigby aún está un poco verde, pero estoy seguro de que pronto nos sorprenderá con un disco inolvidable. Madera le sobra."
La reseña original completa, a continuación:
La verdad es que es un placer escuchar a Jason Rigby. Lo pensé con su deslumbrante debut, Translucent Space, y lo he vuelto a pensar con su segundo trabajo. The Sage, que es como se llama la criatura, es un estupendo disco de jazz contemporáneo: buenas composiciones, buenos intérpretes, buena química entre ellos y buenas dosis de improvisación de calidad.
Una de las claves del éxito de la empresa es que Rigby ha vuelto a rodearse de una banda de peso. Repiten el gran Cameron Brown y el infravalorado Mike Holober, y completan el quinteto Russ Johnson y Gerald Cleaver. Este grupo da alas al saxofonista para desarrollar libremente sus ideas, que no son pocas. Lo único que se le puede recriminar a Rigby es su carencia de voz propia; aparte de eso lo tiene todo: sonido, ideas, lenguaje, inventiva… Mucho más que la mayor parte de instrumentistas de su generación, por otro lado.
A Russ Johnson le pasa un poco lo mismo que a Rigby; suena bien, es interesante, no acomete una improvisación que no vaya hacia algún sitio, etc; pero no es demasiado original. La cuestión es que juntos hacen una música que, aunque ya oída, suena fresca y excitante. Las composiciones, firmadas por el líder en su totalidad, beben del jazz contemporáneo en general y de Ornette en particular. Puede que Rigby no tenga aún la madurez necesaria para ser trascendente, pero apunta maneras, y promete llegar muy alto gracias a sus hábiles composiciones y a su fantástico estilo y sonido, que recuerda algo más a Shorter que a Coltrane.
En cuanto a The Sage, aparte de los vientos, la rítmica es de tal calidad que convierte al disco en una novedad realmente interesante. Poco podemos decir de Brown y Cleaver que no se haya dicho ya. El primero es todo un clásico –y no por casualidad–, y el segundo es uno de los baterías más empáticos y brillantes de la actualidad. Lo mismo ocurre con Holober, un estupendo pianista curtido junto a Nick Brignola y en numerosos grupos de Nueva York. Aunque permanece toda la grabación al rhodes, no resulta cargante en ningún momento, y sabe exprimir el instrumento al máximo.
En realidad, no se puede pedir más. El disco se escucha con atención de principio a fin, se disfruta por completo y, cuando se acaba, le dan a uno ganas de volver a escucharlo. Rigby aún está un poco verde, pero estoy seguro de que pronto nos sorprenderá con un disco inolvidable. Madera le sobra.
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