Me encanta cuando me pasa esto. Sale un nuevo disco de alguien a quien sigues; un disco que, normalmente, coges con ilusión y muchas ganas. El disco te decepciona, y se queda en la estantería con la promesa de que, en otro momento, lo escucharás más atentamente.
Eso es exáctamente lo que me pasó en su momento con Easy Tiger, llegando a considerarlo el peor de los discos de este cantautor. Por otro lado, es evidente que, dado el talento y la insultante facilidad de Ryan Adams para componer, su peor trabajo tiene un nivel considerable.
Y aquí viene lo bueno; un buen día, de forma casual, vuelves a escucharlo y lo disfrutas enormemente mientras te preguntas: ¿en qué estaría yo pensando?
A Adams se le ha criticado por muchas cosas que no me interesan, aunque una de ellas es su tremenda actividad discográfica. La cuestión es que tiene albumes mejores y peores pero, aunque no haya vuelto a alcanzar cotas tan altas como las de Heartbreaker o Gold, ninguno de ellos es malo.
Reescuchando Easy Tiger he sentido que lo descubría por primera vez y he aprendido a amarlo. No está ni de lejos entre lo mejor del norteamericano, pero tiene canciones corrientes y algunas maravillosas. Sólo por eso, merece la pena.
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