Reseña del concierto publicada originalmente en Tomajazz:
Para algunos,
hacerlo bien no es una opción. No es cuestión de pertenecer a una estirpe de
“elegidos”, sino a la confluencia de varios factores que resultan, casi sin
excepción, en lo que podríamos denominar excelencia. No es fácil imaginar una
noche en la que Coltrane tocara rematadamente mal, como no es fácil encontrarse
ante una actuación floja de Keith Jarrett, Joachim Kühn, Donny McCaslin o Jason
Moran, por ejemplo. Al trío de Aldo Romano, Louis Sclavis y Henri Texier le
ocurre algo similar, con la particularidad de que esa excelencia es aplicable
tanto al grupo como a sus miembros por separado. Con todo lo largas y variadas
que son las carreras de los tres músicos, no parece probable localizar en ellas
patinazos o episodios de mediocridad transitoria.Debido a esa excelencia,
cualquier aficionado prevenido sabe lo que se avecina ante un concierto de este
cuarteto atípico. Cuarteto menos uno, en este caso, o trío mutilado; la
concepción original del grupo hace que se resienta ligeramente ante la ausencia
de su “cuarto hombre”, el fotógrafo Guy LeQuerreq. La proyección de las
majestuosas fotografías de LeQuerreq durante un concierto del grupo convierte
el recital en una experiencia sensorial completa y extraordinaria.
Afortunadamente, la enorme solidez del trío provoca que, una vez empieza la
música, todo lo demás pase a un segundo plano.Su cancionero se presta: es
variado y magnético, una perfecta estampa del caleidoscopio de personalidades
que es el trío. Como unidad, tocan con convicción y con un altísimo grado de
empatía y compromiso. Al mismo tiempo, cada uno de ellos tiene una personalidad
muy marcada a la que no renuncian. Así se diseñó el proyecto y así lo
transmiten en directo. Romano-Sclavis-Texier, en riguroso orden alfabético, son
un alarde de triple personalidad unitaria.Para ser justos, en su actuación de
Santander hubo algunos “peros”. El primero es que Romano estaba bastante
desmejorado; se movía con dificultad y le costó entra en calor. Una vez despegó
no hubo flaqueza, pero su aspecto y movilidad resultaron preocupantes. Por otro
lado, aunque Sclavis tuvo momentos muy brillantes, también le costó entrar en
canción (en el precioso “Bereber”, firmado por Texier, parecía no encarrilar el
tempo durante las exposiciones del tema) y se echó en falta que le dedicase
algo más de tiempo al clarinete.
Texier, por su
parte, estuvo perfecto. Con su característico sonido (a veces pasado por
un chorus y un octavador) ejerciendo de pasta niveladora, no hubo un
solo momento en el concierto en el que no resultase infalible, y su pieza
“Surreal Politik” –una especie de homenaje al “Fables Of Faubus” de Mingus– fue
uno de los momentos álgidos de la noche.
Como todos los
sectores de la cultura en nuestro país, el Aula de Música de la Universidad de
Cantabria ha sufrido grandes recortes en su presupuesto. No sabemos si éste
dará para programar más conciertos este año, pero está claro que bajar la
calidad de su programación no es una opción para ellos. Dicen que si sólo
puedes disparar una vez, es mejor que te asegures de dar en el blanco. Pero ya
lo he dicho antes: para algunos, hacerlo bien no es una opción, sino un estado
natural.
Esta humilde
reseña está dedicada a la memoria de Raúl Mao, editor y buen amigo, que nos
dejó 24 horas después del concierto aquí reseñado y que,
casualmente, publicó mi primer texto sobre este magnífico grupo. Descanse
en paz.
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