jueves, 26 de febrero de 2015

The Larry Coryell Organ Trio - Impressions (2008)


Reseña publicada originalmente en Tomajazz en febrero de 2009: 
Nadie duda de la importancia de Larry Coryell. Sin entrar a valorarlos, muchos de sus discos de los setenta son clave para entender la evolución del jazz y el guitarrista ya no tiene nada que demostrar. Desde hace años, Coryell vuelve una y otra vez a su faceta másbop, que combina hábilmente con el espectro latino cuando es necesario. Probablemente verle en directo sea bastante interesante, pero su producción discográfica tiene muy poco que ofrecer, tal y como demuestra Impressions

The Larry Coryell Organ Trio es un grupo de vocación tradicionalista que ofrece una música que va de lo correcto a lo intrascendente y que, en momentos aislados, despega de la monotonía con algunos solos muy ingeniosos. El problema es que todos estos momentos interesantes vienen de mano del organista Sam Yahel, cuya labor en el disco es verdaderamente disfrutable. 

En realidad, el autentico problema es que Coryell no dice nada que no se haya dicho antes y, para colmo, lo dice con muy poco entusiasmo. Su estilo, impregnado de Wes Montgomery hasta rozar el delirio en algunos pasajes, está exento de fuerza y de convicción y disipa una y otra vez el interés del oyente. De Paul Wertico no hay mucho que decir, aparte de que acompaña con oficio, pero con poca convicción. 

En realidad, visto el proyecto ya se intuye por dónde va a ir la cosa, pero un puñado de standards y una formación clásica no condenan un disco al convencionalismo. Soy de los que creen que una versión de “Centerpiece” nunca está de más, venga de donde venga. Veo una versión del “Very Early” de Evans por un trío de guitarra-órgano-batería y se despierta en mí el interés rápidamente. Pero esto suena a música rutinaria tocada de manera rutinaria por músicos que ya no tienen mucho que decir, al menos, en un estudio. 

Para escuchar un gran disco con una formación similar, vayan a por The Wes Montgomery Trio, de 1959, con Melvin Rhyne y Paul Parker. Creo que se parece bastante más a lo que quería hacer Larry Coryell que lo que le ha salido a él. 

domingo, 22 de febrero de 2015

Clark Terry (1920-2015)




Me pilla lejos de casa la muerte de mi adorado Clark Terry, si no, hoy estaría escuchando sus viejos discos sin parar. Su música fue muy importante para mí cuando era un chaval, y ha seguido siéndolo. No sólo para mí: Terry era uno de los más grandes de su instrumento, un auténtico maestro, original, lleno de personalidad y con un sonido inconfundible. Siempre he pensado que no se le ha considerado lo suficiente, dadas las circunstancias. Tal vez ahora pueda ocupar su lugar en el Olimpo del jazz. Merecido lo tiene.

jueves, 19 de febrero de 2015

RIDD Quartet - Fiction Avalanche (2005)


Reseña publicada originalmente en Tomajazz en enero de 2009: 
Recuerdo la primera vez que escuché a Jon Irabagon. Estaba en mi casa, con el disco Twelve de Jostein Gulbrandsen sonando de fondo mientras hablaba por teléfono con otro crítico. En varios momentos de la conversación, mi mente se iba con las líneas que tocaba el saxofonista e interrumpía a mi interlocutor con alocuciones del tipo, “ostras, como suena esto” y “¿pero este tío quién es?”. Comentamos el nombre de Irabagon y coincidimos en que no nos sonaba de nada, pero quedó almacenado en mi memoria. 

Algo más de un año después, hace no demasiado, Irabagon ganó la Thelonious Monk Competition de 2008. Este hecho, afortunadamente, atraerá cierta atención sobre el joven saxofonista filipino-americano, que además ha publicado uno de los mejores discos del año: Jon Irabagon’s Outright!

Pero hablemos de Fiction Avalanche

En un principio, me pareció que el RIDD Quartet no era sino una nueva versión del cuarteto de Kris Davis. La pianista lleva unos años trabajando desde la escena independiente (en muchas ocasiones junto al excepcional Tony Malaby), desarrollando una música cerebral, pero libre y distendida al mismo tiempo. Sin embargo, la presencia de Reuben Radding al contrabajo y, especialmente, la de Irabagon, eliminaban esa posibilidad. 

El grupo tiene afán democrático y en muchos momentos reina la colectividad bien entendida y la excelencia grupal. El matrimonio Davis se entiende a la perfección y Radding ha tocado en tantos frentes que le resultaría imposible no compenetrarse. Y luego está Irabagon, que es sin ninguna duda uno de los saxofonistas más interesantes e inspiradores de la escena actual. Tanto, que lo repetiré en una línea aparte. 

Jon Irabagon es uno de los mejores saxofonistas que se pueden escuchar actualmente y, si no ocurre ningún imprevisto, estoy seguro de que estamos ante uno de los grandes nombres del jazz del futuro. 

Dicho esto, y sin ánimo de repetirme en exceso, hay que remarcar que la colectividad del RIDD Quartet se ve comprometida por la enorme personalidad del saxofonista. Kris Davis está estupenda, repleta de ideas y más centrada que en algunos de sus propios discos, pero Irabagon muestra una madurez y un lenguaje arrollador. 

Dicho de otra forma: que Fiction Avalanche no pase desapercibido ante ti, porque bajo su apariencia inofensiva se encuentra un disco mayúsculo de música tan libre como contundente. Te gustarán todos los miembros del cuarteto, pero enseguida llegará el momento en que cojas rápidamente la carpetilla repitiéndote “ostras, como suena esto” y “¿pero este tío quién es?”. Eso, o algo parecido. 

lunes, 16 de febrero de 2015

Memorize The Sky (Matt Bauder - Zach Wallace - Aaron Siegel) - In Former Times (2007)


Reseña publicada originalmente en Tomajazz en enero de 2009: 
Al final, está música es para el que la disfruta. Así de claro. 

No es fácil, no es ortodoxa y se maneja todo el tiempo dentro de unos parámetros tan libres como arriesgados. Esto presenta al grupo Memorize The Sky como unos equilibristas acústicos y a In Former Times como una muestra de música catártica y subyugante, pero también monótona y necesitada de una serie de circunstancias. 

In Former Times es la grabación de una actuación en directo que el grupo ofreció en Ulrichsberg (Austria) en abril del 2007. Puede que la clave esté ahí, en el directo y en esa conexión que ofrece entre el músico y el oyente. Dicha conexión se pierde por momentos en algunos pasajes del disco, pero es que lo que se plantea es complicado. Los tres miembros de la banda suenan maduros y compactos, y es evidente que han sabido interiorizar las enseñanzas de Anthony Braxton; tanto, que han sabido ir más allá y aspiran a crear su propio universo. 

Aquí, de jazz, hay poco, lo cual no quiere decir nada. Simplemente que esto es música improvisada, que se apoya más en la acústica que en las notas y que apela, mediante la sonoridad, a las capas más profundas del cerebro del oyente. 

Notas sostenidas, patrones hipnotizantes, un sonido tan natural como artificial y una tensión que crece a medida que el tema se desarrolla. Las sensaciones obtenidas van de lo mágico a lo exasperante, pero la implicación del receptor es básica. Y, para quien disfruta de esta música, la recompensa es generosa. 

martes, 10 de febrero de 2015

Butch Morris - Homeing (1987)















Cuando murió Butch Morris escuché mucho este disco, y llegué a emocionarme con él, tanto por Butch como por mi amigo Raúl. No es habitual que esto me ocurra, no así, pero en este disco hay música majestuosa y genial.

Que sea en directo le va muy bien, y el conjunto, minuciosamente dirigido por Morris, está extraordinario. Cada cierto tiempo reescucho el LP y, su primera cara en concreto, me sigue tocando fuerte.

domingo, 8 de febrero de 2015

Romano – Sclavis – Texier (Santander, 7-II-2013)


Reseña del concierto publicada originalmente en Tomajazz: 

Para algunos, hacerlo bien no es una opción. No es cuestión de pertenecer a una estirpe de “elegidos”, sino a la confluencia de varios factores que resultan, casi sin excepción, en lo que podríamos denominar excelencia. No es fácil imaginar una noche en la que Coltrane tocara rematadamente mal, como no es fácil encontrarse ante una actuación floja de Keith Jarrett, Joachim Kühn, Donny McCaslin o Jason Moran, por ejemplo. Al trío de Aldo Romano, Louis Sclavis y Henri Texier le ocurre algo similar, con la particularidad de que esa excelencia es aplicable tanto al grupo como a sus miembros por separado. Con todo lo largas y variadas que son las carreras de los tres músicos, no parece probable localizar en ellas patinazos o episodios de mediocridad transitoria.Debido a esa excelencia, cualquier aficionado prevenido sabe lo que se avecina ante un concierto de este cuarteto atípico. Cuarteto menos uno, en este caso, o trío mutilado; la concepción original del grupo hace que se resienta ligeramente ante la ausencia de su “cuarto hombre”, el fotógrafo Guy LeQuerreq. La proyección de las majestuosas fotografías de LeQuerreq durante un concierto del grupo convierte el recital en una experiencia sensorial completa y extraordinaria. Afortunadamente, la enorme solidez del trío provoca que, una vez empieza la música, todo lo demás pase a un segundo plano.Su cancionero se presta: es variado y magnético, una perfecta estampa del caleidoscopio de personalidades que es el trío. Como unidad, tocan con convicción y con un altísimo grado de empatía y compromiso. Al mismo tiempo, cada uno de ellos tiene una personalidad muy marcada a la que no renuncian. Así se diseñó el proyecto y así lo transmiten en directo. Romano-Sclavis-Texier, en riguroso orden alfabético, son un alarde de triple personalidad unitaria.Para ser justos, en su actuación de Santander hubo algunos “peros”. El primero es que Romano estaba bastante desmejorado; se movía con dificultad y le costó entra en calor. Una vez despegó no hubo flaqueza, pero su aspecto y movilidad resultaron preocupantes. Por otro lado, aunque Sclavis tuvo momentos muy brillantes, también le costó entrar en canción (en el precioso “Bereber”, firmado por Texier, parecía no encarrilar el tempo durante las exposiciones del tema) y se echó en falta que le dedicase algo más de tiempo al clarinete.
Texier, por su parte, estuvo perfecto. Con su característico sonido (a veces pasado por un chorus y un octavador) ejerciendo de pasta niveladora, no hubo un solo momento en el concierto en el que no resultase infalible, y su pieza “Surreal Politik” –una especie de homenaje al “Fables Of Faubus” de Mingus– fue uno de los momentos álgidos de la noche.
Como todos los sectores de la cultura en nuestro país, el Aula de Música de la Universidad de Cantabria ha sufrido grandes recortes en su presupuesto. No sabemos si éste dará para programar más conciertos este año, pero está claro que bajar la calidad de su programación no es una opción para ellos. Dicen que si sólo puedes disparar una vez, es mejor que te asegures de dar en el blanco. Pero ya lo he dicho antes: para algunos, hacerlo bien no es una opción, sino un estado natural.

Esta humilde reseña está dedicada a la memoria de Raúl Mao, editor y buen amigo, que nos dejó 24 horas después del concierto aquí reseñado y que, casualmente, publicó mi primer texto sobre este magnífico grupo. Descanse en paz.


viernes, 6 de febrero de 2015

Paulo Curado - The Bird, The Breeze and Mr. Filiano (2006) + Jorge Lima Barreto - Zul Zelub (2005)


Reseña publicada originalmente en Tomajazz en septiembre de 2008: 
Portugal se mueve, eso está claro. No solo por la incesante demostración de coherencia (y excelencia) discográfica de Clean Feed, que cada poco tiempo nos sorprende con nuevas y magnificas grabaciones, sino por la cantera de músicos portugueses interesantes. En realidad, más que por los músicos, por la gran cantidad de ideas desarrolladas en el país vecino, afrontadas con sapiencia, libertad y un fuerte sentido del riesgo. 

Dos nuevas referencias del catalogo Clean Feed documentan esa inquietud; dos propuestas completamente diferentes, que ponen de manifiesto la variedad de la escena portuguesa. 

Por un lado tenemos a Paulo Curado, un saxofonista sobresaliente al que hemos podido escuchar en multitud de proyectos, que en esta ocasión forma trío con su compatriota Bruno Pedroso y con un invitado especial: Ken Filiano. 

The Bird, The Breeze and Mr. Filiano es un disco que me ha sorprendido desde el primer momento. Viendo la formación y que todas las piezas son aparentemente improvisaciones colectivas, uno espera encontrarse ante una blowing session libre y poderosa. Sin embargo, resulta difícil creer que muchos de los temas del disco (muy buenos, por otro lado), sean completamente improvisados, tanto por su forma como por la pulcra ejecución del trío. Por otra parte, la libertad esta ahí, evidentísima, así que más bien da la sensación de que, antes de la grabación, los músicos pudieron tomarse un tiempo diseñando escenarios y acordando lugares comunes. Sea como sea, tanto en los temas colectivos como en los solos y dúos que los aderezan, hay una forma específica y dúctil, que permite a los miembros del grupo expresarse con naturalidad sin deformarla. 

Curado se manifiesta como un solista interesantísimo, con un sonido clásico que a veces recuerda a Ornette, pero con una carga espiritual más fuerte. Sus fraseos, quebrados y urgentes, están empapados de un fuerte sentido melódico. Su trabajo con la flauta deja con ganas de más, gracias a su estupendo sonido y a la mencionada espiritualidad que rezuma. 

Filiano es uno de los mejores contrabajistas de la escena y aquí su papel le permite mostrar todas sus cualidades. Apoyado por un sonido sublime (cosa no tan habitual en los contrabajistas), improvisa con swing y un lirismo que no siempre aflora en sus grabaciones. Pedroso es un batería sólido, capaz de tocar en múltiples situaciones de forma convincente. Aquí se muestra implicado y comunicativo, atento a lo que sucede para obrar en consecuencia. 

En definitiva, podemos decir que este trabajo sobrepasa las expectativas y se sitúa entre lo mas interesante producido en la escena portuguesa de los últimos años. ¿Por qué? Pues simple y llanamente porque suena grande y trascendente, transmitiendo la sensación de que dentro de unos años va a sonar tan fresco como hoy. 

Jorge Lima Barreto es una figura capital en la música creativa portuguesa desde hace más de 25 años, tanto con el dúo Telectu como en solitario con su música, obras y escritos. Muy cercano a la música contemporánea y la electrónica, mezcla ambas tendencias con el espectro jazzístico en Zul Zelub, formado por dos largas piezas que no queda claro si buscan contraponerse o complementarse. En cualquier caso, esta es una obra experimental que tiene mucho de concepto y algo de solidez, aunque no la suficiente. 

La idea es desarrollar composiciones e improvisar sobre dos medios diferentes: en “Zul”, sobre ondas de radio aleatorias producidas en directo y en “Zelub”, sobre cuatro CDs pregrabados con elementos de sonido natural. La cuestión es que la idea es interesante y durante muchos momentos resulta inspiradora, pero la larga duración de ambas piezas hace que sea imposible no perder el interés con facilidad. 

Incluso afrontando Zul Zelub como un recital de piano solo, Barreto no consigue sobrevivir a las dimensiones de su propio proyecto. Tampoco hay que obviar que Barreto es un cuidado estilista del teclado, capaz de conjugar un lirismo delicioso con los pasajes más beligerantes, y que referentes clásicos como el ineludible Cecil Taylor, aportan el punto de tradición a la música. En cualquier, caso, un esfuerzo que resulta muy interesante y arriesgado, pero difícil de sostener durante los mas de 75 minutos de duración del disco.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Conference Call - Poetry In Motion (2006)


Reseña publicada originalmente en Tomajazz en septiembre de 2008: 
Poetry In Motion podría ser el mejor disco del grupo Conference Call. O puede que no, pero la cuestión es que tras una primera escucha, esa es la sensación que queda. 

Con la formación aparentemente estable desde hace unos años (George Schuller es el batería oficial, aunque le precedieron Matt Wilson y Han Bennink y Gerry Hemingway le ha sustituido en alguna ocasión), el grupo parece cómodo y relajado, comunicándose a un nivel espectacular. Esa parece la base de la banda y de la música que toca: la extraordinaria comunicación entre ellos. Todos los temas parecen tremendamente abstractos y sin embargo están muy definidos. Pero lo que es más importante, los músicos alcanzan ese estado de gracia en el que parece que todos tocan completamente a su aire y sin embargo, escarbando en los sonidos, uno puede percibir la sintonía que les hace imprescindibles a todos ellos. 

Gebhard Ullmann, nombre básico del jazz y la vanguardia europea, posee un sonido pleno pero flexible al tenor y etéreo pero contundente al clarinete bajo. Así, consigue el difícil objetivo de sonar diferente según la pieza, no sonando a nadie en concreto. Michael Jefry Stevens tiene desde hace años un grupo con Joe Fonda, con lo que es natural que se entiendan a la perfección, y su estilo abierto y lírico es necesario para la música. Concentrándose en la parte media y aguda del teclado, recurre en ocasiones a armonías enriquecedoras y patrones percusivos que se repiten obsesivamente. Su papel es quizá el más impresionante puesto que, seguramente sin pretenderlo, desvía la atención del oyente hacia su piano en todo momento. 

Pero Poetry In Motion es una obra coral, porque todos tocan en todo momento para todos y al final, es imposible disfrutar exclusivamente de lo que hace uno de ellos. Por ejemplo, George Schuller parece tener un papel secundario por lo aéreo y sofisticado de su toque, pero poco a poco se revela como una de las claves de la banda. Y no nos olvidemos de Fonda, con esas líneas poderosas e inspiradas que zigzaguean envolviendo a sus compañeros. 

Además, las composiciones tienen la misma cualidad que los músicos: la de lograr una unidad ilusoria, teniendo en cuenta lo variado de la propuesta. Hay cientos de matices entre ellas y caracteres muy diversos pero, curiosamente, Poetry In Motion suena compacto, indeleble, capaz de soportar el juicio de los oídos más exigentes. 

Quizá es por el resultado, orgánico y atemporal, o porque simplemente, lo firman cuatro nombres de un talento extraordinario. En definitiva, es una música inclasificable que navega entre la libertad más pura y el sentido más definitivo. 

Poetry In Motion. Ahora que lo pienso, visto así, es mucho más que el nombre de un tema o el título del CD. Es toda una definición. 

lunes, 2 de febrero de 2015

Mark Dresser / Ed Harkins / Steven Schick - House Of Mirrors (2006)


Reseña publicada originalmente en Tomajazz en septiembre de 2008: 
Mark Dresser es un músico profundo, experimentador e inteligente. Desde hace décadas se ha dedicado a pasear por los paisajes del jazz en busca de cosas nuevas que decir, tanto en su faceta de contrabajista, como en la de líder y compositor. Muchos palos ha tocado en este tiempo y nunca ha resultado decepcionante; sus aventuras le han llevado a formar parte de algunos de los grupos mas emocionantes de los últimos años y a participar e incluso liderar decenas de discos memorables. 

El sello portugués Clean Feed es uno de los que más (y mejor) ha documentado su trabajo reciente, desde su solo de contrabajo Unveil al fantástico dúo con Roswell Rudd, Airwalkers. Ahora salen de golpe dos grabaciones más protagonizadas por Dresser pero, como suele ser habitual en él, tratadas de una forma colectiva.

Mauger es un super-trío, un all-stars, un dream-team o como se le quiera llamar. El hecho está formado por Rudresh Mahanthappa, Mark Dresser y Gerry Hemingway, tres músicos que con su sola presencia avivan el interés por una grabación, con lo que verles juntos hace salivar el oído rápidamente. 

Teniendo en cuenta la versatilidad de cada uno de ellos, de buenas a primeras es difícil saber con qué nos vamos a encontrar, al menos en cuanto a enfoque (la calidad está más asegurada). Afortunadamente ninguna personalidad solapa a otra, y los tres se ven completamente representados, tanto a nivel instrumental como compositivo. En The Beautiful Enabler hay lugar para composiciones de todos ellos e incluso para una creación colectiva. 

Lo mágico del disco es que transmite una sensación de flexibilidad que hace que, reconociendo claramente el carácter particular de cada músico, todo fluya como un “todo” poli-estilístico, como si los tres instrumentos se abrazasen con fuerza hasta amoldarse milimétricamente uno a otro. Esta unidad confiere naturalidad al proyecto y, aunque Hemingway suena algo más contenido en ocasiones o Mahanthappa algo más clásico, la música respira y se expande por el aire, imbatible. 

The Beautiful Enabler es una de las grabaciones ineludibles del año, y Mauger, uno de los grupos que más prometen de los aparecidos en los últimos años.

Con House Of Mirrors, el otro disco que nos ocupa, aflora la faceta más cercana a la música contemporánea de Dresser. Otro trío en este caso, muy diferente al anterior. Dresser decidió escribir todas estas composiciones inspirado en el libro pedagógico de ritmos de Edwin Harkins, una figura capital de la New Music y un virtuoso de la trompeta (en este disco toca hasta 6 modelos diferentes, todos poco habituales en el ámbito jazzístico). Dresser y Harkins, mano a mano, escribieron y desarrollaron el proyecto como dúo, ensayando ocasionalmente y llegando a actuar en una ocasión. Tiempo después Dresser se unió a la Universidad de California-San Diego, donde Harkins imparte clases desde hace años. Allí el proyecto tomó forma con la incorporación de Steven Schick, profesor de percusión de la UCSD y un nombre muy conocido en los círculos de la música contemporánea. 

House Of Mirrors es un esfuerzo experimental, pero tremendamente asequible, en el que es difícil separar lo que es composición de lo que es improvisación. Afortunadamente, todo el disco posee una indudable libertad que le sitúa adecuadamente entre la música contemporánea y el jazz. Lejos de encorsetarse en caminos limitados o expuestos a demasiadas premisas iniciales, la variedad y desenfado de la grabación resulta refrescante. 

El papel de Dresser, tan importante como el de Harkins, no es tan deliberadamente protagonista en una escucha parcial. Pero incluso Schick, que parece supeditado a un segundo plano, ve resurgir su papel a medida que se suceden las escuchas. House Of Mirrors es un proyecto completamente colectivo, imposible de llevar a cabo sin alguno de sus miembros pero, además, debe entenderse como un conjunto en todos sus aspectos. A pesar de la solidez independiente de la mayor parte de las piezas, es en una exposición completa en la que podemos percibir el carácter de la obra y los centenares de matices que contiene. 

Ambos discos muestran dos caras de un mismo Mark Dresser, acompañado por personalidades tan interesantes como él. Un mismo Mark Dresser para músicas muy diferentes. Eso si, todas buenas. 

otros días, otros discos

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