Nueva reseña inédita, escrita el año pasado. No recuerdo ni para qué publicación era...
Ya hace tiempo que el joven pianista Gerald Clayton me recuerda al Ahmad Jamal de primera época. En parte por su estilo, el cual, sin guardar demasiados parecidos con el de Jamal, sí tiene esa cualidad aérea e inesperada que hizo famoso al de Pittsburgh.
Tal vez sea, también, por su uso del espacio, de las frases cortas y certeras. O tal vez, incluso, por su tendencia a interpretar a un outsider sin rebeldía, a ser un pianista que parece estar destinado a tener una trayectoria paralela al jazz de su tiempo, sin llegar a zambullirse en otra carrera que no sea la suya.
Clayton tiene, o parece tener, un alma independiente, aunque no combativa. Si ustedes le escuchan en los grupos de Roy Hargrove verán que tiene capacidad de adaptación (¿la tenía Jamal?) aunque, al mismo tiempo, también da la sensación de que el suyo es otro lenguaje, algo diferente.
Bond, el segundo registro como líder del joven Clayton, reafirma algunas de estas suposiciones. Acompañado de sus fieles Joe Sanders y Justin Brown (un baterista de mucho talento, tan joven como Clayton), el pianista se mete en un pequeño berenjenal de composiciones originales que tontean con lo conceptual volviendo recurrentemente sobre títulos que incluyen ese “vínculo” que da nombre al disco.
En realidad, el disco es más una promesa que una realidad, más un proyecto que una obra definitiva. Los músicos parecen relajados (¿tal vez demasiado?) y hay una poderosa interacción entre ellos, pero hay pasajes un poco erráticos en los que el trío busca más de lo que encuentra. Esa búsqueda se agradece, y ya muestra más de lo que ofrecen muchos músicos jóvenes, pero es difícil considerar Bond como un disco clave en la carrera del pianista.
Yahvé M. de la Cavada, 2011