Me da mucha pena que se haya muerto Frank Foster. Tenía edad y es lo natural, pero no quita que me provoque cierta sensación de "fin de una era".
Aparte de su larga relación con la orquesta de Count Basie, las colaboraciones más populares del saxofonista son las que le unieron al gran Elvin Jones. Coalition no fue la primera de ellas, ya que Foster ya había participado en el primer disco como líder del batería, Elvin! (1961), y en el Heavy Sounds (1968) co-liderado por Jones y Richard Davis, pero inició una colaboración que mantendría unidos regularmente a Foster y a Jones hasta finales de los 70, produciendo discos fabulosos como éste y unos cuantos más (ya comenté aquí hace tiempo uno de ellos).
La front line de Coalition está compuesta por Foster, que toca saxos tenor, alto y clarinete bajo) y George Coleman, que se limita al tenor. Con el poderoso contrabajo de Wilbur Little (¡ojo!) y el apoyo de Candido, Elvin Jones empuja a ambos saxofonistas como sólo él sabía hacer.
Desde las primeras notas de "Shinjitu" (y ese solo de clarinete bajo de Foster) hasta "Simone", original del saxofonista que permanecería en el repertorio de Jones durante años, Coalition es un álbum fascinante que merece la pena redescubrir.
Nota: en la portada del álbum, Jones aparece fotografiado junto a su mujer, Keiko, que es también la compositora de "Shinjitu". Durante años, fueron una de las parejas más entrañables del jazz.
sábado, 30 de julio de 2011
miércoles, 27 de julio de 2011
XXXV Festival de Jazz de Getxo (1 al 5 de julio de 2011)
Extraído de mi artículo para Cuadernos de Jazz:
"Así da gusto. La trigésimo quinta edición del festival internacional de jazz de Getxo ha sido la mejor que ha facturado el festival desde la de 2007, una de los mejores de la pasada década. El blues descacharrado de Aki Takase, la genialidad imperturbable del quinteto de Dave Holland y el aplomo de Branford Marsalis y su cuarteto han sentenciado algo que se está convirtiendo en norma: que Getxo puede dar muchas lecciones a sus hermanos, digamos, más grandes. Mayores no, desde luego."
"En Getxo, la pianista (Aki Takase) presentó un repertorio extraído de ambos discos y firmado especialmente por Waller y W.C. Handy, además de alguna composición original. Con improvisadores de esta categoría, la cosa no podía salir mal. Takase, Mahall y Dorner tuvieron intervenciones extraordinarias, mientras que Paul Lovens permaneció en cierto segundo plano y Chadbourne sufrió las inclemencias del técnico de sonido en su guitarra y banjo, destacando casi exclusivamente por su excéntrica forma de cantar."
"Semejante principio de festival dio un inevitable frenazo en el concierto de Lee Ritenour, un guitarrista que estuvo de moda algo más de un cuarto de hora, allá a principios de los 80. Muy apreciado en EE.UU., Ritenour tiene un sentido del directo heredado del mainstream americano: antepone el show a la interpretación, sonríe mucho, habla con el público y, la verdad, en ese sentido se lo monta bien."
"Lo de Dave Holland es un caso aparte. Como Superman, nunca falla, y cuando acaba la película, la tierra ha sido salvada una vez más. Su quinteto es un arma infalible: una vez suben al escenario, la altísima calidad musical está garantizada como no ocurre con prácticamente ningún grupo del mundo."
"Porque Chucho Valdés es un maestro en lo suyo, pero lo suyo no es la música. Este año vino con un grupo ligeramente más jazzístico (lo cual no es decir mucho) de lo habitual, pero sin nada demasiado destacable que ofrecer. El protagonista era Valdés y, cuando tocaba, lo único que hacía era ir escala arriba y escala abajo, siempre muy rápido y con muchas notas, y vuelta para arriba y vuelta para abajo."
"Cuando el cuarteto (de Branford Marsalis) se completó, el asunto se vino arriba, para empezar a caer tema a tema hacia abajo. Entiéndanme, el nivel del concierto fue medio-alto, pero la química del grupo con Jeff Watts no es la misma que con Justin Faulkner. El jovencísimo baterista está repleto de talento, pero le falta un poco de elasticidad y la capacidad de adaptarse a lo que ocurre sobre el escenario."
Puedes leer mi reseña completa pinchando AQUÍ o en las imágenes.
Nota: También recomiendo la lectura de la excelente crónica de los conciertos de Dave Holland y Branford Marsalis escrita por Juan Antonio Rico y publicada en Tomajazz.
"Así da gusto. La trigésimo quinta edición del festival internacional de jazz de Getxo ha sido la mejor que ha facturado el festival desde la de 2007, una de los mejores de la pasada década. El blues descacharrado de Aki Takase, la genialidad imperturbable del quinteto de Dave Holland y el aplomo de Branford Marsalis y su cuarteto han sentenciado algo que se está convirtiendo en norma: que Getxo puede dar muchas lecciones a sus hermanos, digamos, más grandes. Mayores no, desde luego."
"En Getxo, la pianista (Aki Takase) presentó un repertorio extraído de ambos discos y firmado especialmente por Waller y W.C. Handy, además de alguna composición original. Con improvisadores de esta categoría, la cosa no podía salir mal. Takase, Mahall y Dorner tuvieron intervenciones extraordinarias, mientras que Paul Lovens permaneció en cierto segundo plano y Chadbourne sufrió las inclemencias del técnico de sonido en su guitarra y banjo, destacando casi exclusivamente por su excéntrica forma de cantar."
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"Semejante principio de festival dio un inevitable frenazo en el concierto de Lee Ritenour, un guitarrista que estuvo de moda algo más de un cuarto de hora, allá a principios de los 80. Muy apreciado en EE.UU., Ritenour tiene un sentido del directo heredado del mainstream americano: antepone el show a la interpretación, sonríe mucho, habla con el público y, la verdad, en ese sentido se lo monta bien."
"Lo de Dave Holland es un caso aparte. Como Superman, nunca falla, y cuando acaba la película, la tierra ha sido salvada una vez más. Su quinteto es un arma infalible: una vez suben al escenario, la altísima calidad musical está garantizada como no ocurre con prácticamente ningún grupo del mundo."
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"Porque Chucho Valdés es un maestro en lo suyo, pero lo suyo no es la música. Este año vino con un grupo ligeramente más jazzístico (lo cual no es decir mucho) de lo habitual, pero sin nada demasiado destacable que ofrecer. El protagonista era Valdés y, cuando tocaba, lo único que hacía era ir escala arriba y escala abajo, siempre muy rápido y con muchas notas, y vuelta para arriba y vuelta para abajo."
"Cuando el cuarteto (de Branford Marsalis) se completó, el asunto se vino arriba, para empezar a caer tema a tema hacia abajo. Entiéndanme, el nivel del concierto fue medio-alto, pero la química del grupo con Jeff Watts no es la misma que con Justin Faulkner. El jovencísimo baterista está repleto de talento, pero le falta un poco de elasticidad y la capacidad de adaptarse a lo que ocurre sobre el escenario."
Puedes leer mi reseña completa pinchando AQUÍ o en las imágenes.
Nota: También recomiendo la lectura de la excelente crónica de los conciertos de Dave Holland y Branford Marsalis escrita por Juan Antonio Rico y publicada en Tomajazz.
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lunes, 25 de julio de 2011
Los primeros serán los primeros (27 de junio de 2011)
Extraído de mi artículo para Muro de Sonido, blog musical de ELPAIS.com, sobre los conciertos de Blue Rodeo y Band Of Horses en el Azkena Rock Festival:
"Casi siempre pasa algo parecido en los festivales, que los conciertos más asombrosos acaban estando fuera del prime time. No es un alarde de esnobismo (los snobs no escuchan música en los festivales, sólo lucen palmito y afiliación a la tribu estético-musical de turno), sino una realidad tan simple como que, a veces, uno puede comer mejor en un restaurante sencillo, de menú, que en otro de renombre, a la carta.
En el Azkena Rock Festival de este año, ha resultado que algunos de los mejores conciertos han sido a primera hora, bajo el sol abrasador y con la losa del público vespertino, tan fiel como poco numeroso. Hace un par de días hablábamos del valiente concierto de Eels, pero más sorprendente aún que aquel, fue la impresionante actuación de Blue Rodeo programada a las 17:45 del pasado viernes.
A pesar de contar con casi 30 años de carrera a sus espaldas, Blue Rodeo siguen siendo relativamente desconocidos. Pertenecen a esa gloriosa generación que recibió las siglas NRA (nuevo rock americano) gracias a bandas irrepetibles como Green On Red, Long Ryders, Blasters, Beat Farmers, Dream Syndicate, Jason & The Scorchers, Del Fuegos y unas cuantas más, pero Blue Rodeo tiene un pequeño hándicap para ser considerados como una de aquellas bandas: que son canadienses."
Pinchando AQUÍ o en la imagen puedes leer el artículo completo.
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"Casi siempre pasa algo parecido en los festivales, que los conciertos más asombrosos acaban estando fuera del prime time. No es un alarde de esnobismo (los snobs no escuchan música en los festivales, sólo lucen palmito y afiliación a la tribu estético-musical de turno), sino una realidad tan simple como que, a veces, uno puede comer mejor en un restaurante sencillo, de menú, que en otro de renombre, a la carta.
En el Azkena Rock Festival de este año, ha resultado que algunos de los mejores conciertos han sido a primera hora, bajo el sol abrasador y con la losa del público vespertino, tan fiel como poco numeroso. Hace un par de días hablábamos del valiente concierto de Eels, pero más sorprendente aún que aquel, fue la impresionante actuación de Blue Rodeo programada a las 17:45 del pasado viernes.
A pesar de contar con casi 30 años de carrera a sus espaldas, Blue Rodeo siguen siendo relativamente desconocidos. Pertenecen a esa gloriosa generación que recibió las siglas NRA (nuevo rock americano) gracias a bandas irrepetibles como Green On Red, Long Ryders, Blasters, Beat Farmers, Dream Syndicate, Jason & The Scorchers, Del Fuegos y unas cuantas más, pero Blue Rodeo tiene un pequeño hándicap para ser considerados como una de aquellas bandas: que son canadienses."
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viernes, 22 de julio de 2011
Queens Of The Stone Age reescriben la leyenda (26 de junio de 2011)
Extraído de mi artículo para Muro de Sonido, blog musical de ELPAIS.com:
"Muchos recuerdan la actuación de Queens Of The Stone Age en 2005 como una de las mejores de la historia del Azkena Rock Festival, si no la mejor. Así lo han votado también los usuarios de la web del festival, y así ha quedado la leyenda. Quien esto escribe, que también estuvo en aquel concierto, afirma sin dudar que fue un evento histórico; uno de esos pocos, poquísimos conciertos que se instalan en la memoria como perfectos e insuperables.
La presencia de Queens Of The Stone Age en el cartel del décimo aniversario del festival quedaba plenamente justificada a cuenta de ese sentimiento generalizado, tal vez más que la de ningún otro grupo. Pero, si un concierto de hace seis años es recordado con tanta intensidad, resulta virtualmente imposible estar a la altura. Porque no basta con hacerlo igual de bien, sino que hay que enfrentarse a la perfección de entonces, engordada por la siempre distorsionadora memoria, que probablemente ha redondeado algo que ya era, de por sí, bastante redondo. La decepción parecía ineludible.
El pasado viernes, tras ochenta minutos de música ininterrumpida, la leyenda quedó reescrita. El concierto del 2005 fue apoteósico, sí. El de 2011 sonó tan perfecto como entonces, ni más ni menos. No hubo competencia entre el recuerdo y el momento vivido, porque ambos se fijaron instantáneamente en el olimpo de las experiencias musicales de un público en estado de shock."
Pinchando AQUÍ o en la imagen puedes leer el artículo completo.
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"Muchos recuerdan la actuación de Queens Of The Stone Age en 2005 como una de las mejores de la historia del Azkena Rock Festival, si no la mejor. Así lo han votado también los usuarios de la web del festival, y así ha quedado la leyenda. Quien esto escribe, que también estuvo en aquel concierto, afirma sin dudar que fue un evento histórico; uno de esos pocos, poquísimos conciertos que se instalan en la memoria como perfectos e insuperables.
La presencia de Queens Of The Stone Age en el cartel del décimo aniversario del festival quedaba plenamente justificada a cuenta de ese sentimiento generalizado, tal vez más que la de ningún otro grupo. Pero, si un concierto de hace seis años es recordado con tanta intensidad, resulta virtualmente imposible estar a la altura. Porque no basta con hacerlo igual de bien, sino que hay que enfrentarse a la perfección de entonces, engordada por la siempre distorsionadora memoria, que probablemente ha redondeado algo que ya era, de por sí, bastante redondo. La decepción parecía ineludible.
El pasado viernes, tras ochenta minutos de música ininterrumpida, la leyenda quedó reescrita. El concierto del 2005 fue apoteósico, sí. El de 2011 sonó tan perfecto como entonces, ni más ni menos. No hubo competencia entre el recuerdo y el momento vivido, porque ambos se fijaron instantáneamente en el olimpo de las experiencias musicales de un público en estado de shock."
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martes, 19 de julio de 2011
EELS: el placer de desconcertar (24 de junio de 2011)
Extraído de mi artículo para Muro de Sonido, blog musical de ELPAIS.com:
"O más bien, el arte de desconcertar. Una práctica que fue ingrediente imprescindible del rock durante décadas y que ha quedado relegada a un segundo plano, porque, en el mundo de la masificación y globalización musical, hasta lo desconcertante está teledirigido e institucionalizado.
En realidad, hace ya mucho tiempo que desconcertar al público puede implicar un suicidio comercial y, en este mundillo, como en casi todos, lo que manda es la pasta. Así, entre músicos, discográficas, promotores y prensa musical hay una consigna callada pero ineludible: mantener las cosas en su cauce, sin sobresaltos y sin mosquear a la audiencia, que no está la cosa para arriesgar.
El concierto de EELS ayer en el Azkena Rock Festival fue un canto a ese desconcierto y al riesgo. Todo estaba en contra de la banda de Mark Oliver Everett: actuaban a primera hora de la tarde ante un público que, o no había llegado, o no les conocía. Pero jugaron fuerte y jugaron duro. Y ganaron."
Pinchando AQUÍ o en la imagen puedes leer el artículo completo.
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"O más bien, el arte de desconcertar. Una práctica que fue ingrediente imprescindible del rock durante décadas y que ha quedado relegada a un segundo plano, porque, en el mundo de la masificación y globalización musical, hasta lo desconcertante está teledirigido e institucionalizado.
En realidad, hace ya mucho tiempo que desconcertar al público puede implicar un suicidio comercial y, en este mundillo, como en casi todos, lo que manda es la pasta. Así, entre músicos, discográficas, promotores y prensa musical hay una consigna callada pero ineludible: mantener las cosas en su cauce, sin sobresaltos y sin mosquear a la audiencia, que no está la cosa para arriesgar.
El concierto de EELS ayer en el Azkena Rock Festival fue un canto a ese desconcierto y al riesgo. Todo estaba en contra de la banda de Mark Oliver Everett: actuaban a primera hora de la tarde ante un público que, o no había llegado, o no les conocía. Pero jugaron fuerte y jugaron duro. Y ganaron."
Pinchando AQUÍ o en la imagen puedes leer el artículo completo.
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martes, 12 de julio de 2011
La broma (9 de mayo de 2011)
Columna de opinión publicada en Cuadernos de Jazz el pasado 9 de mayo de 2011:
LA BROMA
Que Monk me perdone el hecho de citar aquella gran novela de Kundera en el título de esta columna, pero hay veces que hay que llamar a las cosas por su nombre. Y, viendo los avances de programación de muchos festivales de verano, uno sólo puede pensar que está ante una broma. Y de mal gusto, además.
Todos los años la misma historia. Llegan los festivales veraniegos y los aficionados al jazz se ven obligados a rebuscar entre la basura para encontrar una actuación destacable, un músico interesante o, más difícil todavía, algún gran nombre que no haya venido el año pasado, o el anterior, y el anterior y así hasta donde no llega la memoria. Siempre hay cosas interesantes, eso es verdad. Siempre hay algún o algunos conciertos que nos reconcilian con el festival que sea, entre otras cosas, porque no nos queda otra.
Ese es nuestro sino, y nuestro perfil en este asunto: el del aficionado potencialmente minoritario que no es público, sino excusa. Nuestro alimento, dos o tres conciertos por festival, como mucho. Somos pocos y pequeños y se nos concede en consecuencia. Eh, tampoco se les puede culpar. El compromiso de un gran festival con el fiel aficionado al jazz es mínimo, casi testimonial. Los aficionados no compran entradas o, al menos, no muchas entradas. No llenan polideportivos ni grandes auditorios y, cuando hay buenos conciertos de jazz por ahí, en más de una ocasión se roza el más absoluto descalabro económico. Así que, ¿qué compromiso se le puede pedir a un festival con este tipo de sujeto?
Eso sí, cuando uno tiene un festival de jazz, tiene un festival de JAZZ. Eso mola ¿verdad? Tiene un cierto aire intelectual y un toque cool que hace que suene mejor que otros eventos musicales. Es como tener un festival de música para gente lista. Y, si te gusta usar el término y ese tipo de representación, por el motivo que sea, si lo que quieres es tener un festival de jazz, lo mínimo es que programes jazz. Y no me refiero a lo que un señor engordado de ego y acostumbrado a manejar el cotarro entiende por jazz ni a lo que la gente de a pie entiende por jazz; ni siquiera a lo que le gustaría al aficionado más especializado. El compromiso es, única y exclusivamente, con la música. ¿O es que en los festivales no saben lo que es el jazz, ni que hay miles de músicos de todo el mundo que lo practican muy competentemente?
Lo sé, lo sé, el dinero. Ay, maldito dinero. Hay que ganar pasta y hay que salir en los medios y eso no se puede hacer con el jazz. Lo sé, es muy fácil atacar a los festivales sin alcanzar a entender el complejo engranaje de eventos de este tipo, las concesiones que hay que hacer para salir adelante y bla, bla, bla. Me sé la cantinela. La he escuchado un millón de veces entre lloriqueos más o menos creíbles y, la verdad, me da igual. O al menos, me da tan igual como el jazz a los programadores de muchos festivales. Así de igual.
Lo de montar un gran festival de jazz para después engrosarlo a base de todo tipo de géneros, presumiblemente comerciales, es traidor y poco elegante. Es como tener un prostíbulo, lo que viene siendo una casa de putas, y llamarlo club porque queda mejor. Y es verdad que queda mejor, pero lo que tienes, le llames como le llames, es una casa de putas.
Y, si me permiten continuar con el símil, como aficionado al jazz, cuando veo cada año la programación de los festivales veraniegos, me acuerdo de aquel dicho popular de “además de puta, poner la cama”.
Puedes leer la publicación original pinchando AQUÍ.
LA BROMA
Que Monk me perdone el hecho de citar aquella gran novela de Kundera en el título de esta columna, pero hay veces que hay que llamar a las cosas por su nombre. Y, viendo los avances de programación de muchos festivales de verano, uno sólo puede pensar que está ante una broma. Y de mal gusto, además.
Todos los años la misma historia. Llegan los festivales veraniegos y los aficionados al jazz se ven obligados a rebuscar entre la basura para encontrar una actuación destacable, un músico interesante o, más difícil todavía, algún gran nombre que no haya venido el año pasado, o el anterior, y el anterior y así hasta donde no llega la memoria. Siempre hay cosas interesantes, eso es verdad. Siempre hay algún o algunos conciertos que nos reconcilian con el festival que sea, entre otras cosas, porque no nos queda otra.
Ese es nuestro sino, y nuestro perfil en este asunto: el del aficionado potencialmente minoritario que no es público, sino excusa. Nuestro alimento, dos o tres conciertos por festival, como mucho. Somos pocos y pequeños y se nos concede en consecuencia. Eh, tampoco se les puede culpar. El compromiso de un gran festival con el fiel aficionado al jazz es mínimo, casi testimonial. Los aficionados no compran entradas o, al menos, no muchas entradas. No llenan polideportivos ni grandes auditorios y, cuando hay buenos conciertos de jazz por ahí, en más de una ocasión se roza el más absoluto descalabro económico. Así que, ¿qué compromiso se le puede pedir a un festival con este tipo de sujeto?
Eso sí, cuando uno tiene un festival de jazz, tiene un festival de JAZZ. Eso mola ¿verdad? Tiene un cierto aire intelectual y un toque cool que hace que suene mejor que otros eventos musicales. Es como tener un festival de música para gente lista. Y, si te gusta usar el término y ese tipo de representación, por el motivo que sea, si lo que quieres es tener un festival de jazz, lo mínimo es que programes jazz. Y no me refiero a lo que un señor engordado de ego y acostumbrado a manejar el cotarro entiende por jazz ni a lo que la gente de a pie entiende por jazz; ni siquiera a lo que le gustaría al aficionado más especializado. El compromiso es, única y exclusivamente, con la música. ¿O es que en los festivales no saben lo que es el jazz, ni que hay miles de músicos de todo el mundo que lo practican muy competentemente?
Lo sé, lo sé, el dinero. Ay, maldito dinero. Hay que ganar pasta y hay que salir en los medios y eso no se puede hacer con el jazz. Lo sé, es muy fácil atacar a los festivales sin alcanzar a entender el complejo engranaje de eventos de este tipo, las concesiones que hay que hacer para salir adelante y bla, bla, bla. Me sé la cantinela. La he escuchado un millón de veces entre lloriqueos más o menos creíbles y, la verdad, me da igual. O al menos, me da tan igual como el jazz a los programadores de muchos festivales. Así de igual.
Lo de montar un gran festival de jazz para después engrosarlo a base de todo tipo de géneros, presumiblemente comerciales, es traidor y poco elegante. Es como tener un prostíbulo, lo que viene siendo una casa de putas, y llamarlo club porque queda mejor. Y es verdad que queda mejor, pero lo que tienes, le llames como le llames, es una casa de putas.
Y, si me permiten continuar con el símil, como aficionado al jazz, cuando veo cada año la programación de los festivales veraniegos, me acuerdo de aquel dicho popular de “además de puta, poner la cama”.
Puedes leer la publicación original pinchando AQUÍ.
martes, 5 de julio de 2011
Angelica Sanchez - A Little House (2010)
Extraído de mi reseña para Cuadernos de Jazz:
"Angelica Sánchez no es, ni mucho menos, una principiante. Hasta ahora podíamos considerarla una pianista interesante, con algunos discos prometedores y otras tantas colaboraciones destacables. Entre los primeros, Mirror Me, su debut, grabado en 2005 para Omnitone, Life Between, o los dos volúmenes de Alive in Brooklyn, co liderados junto a su marido Tony Malaby y al baterista Tom Rainey. En todos ellos percibimos a una pianista libre y ambiciosa que domina la interacción intuitiva y que es capaz de manejarse en diferentes contextos sin sonar a ningún referente concreto."
"Pero todo eso era hasta ahora. A Little House posiciona a Sanchez como una improvisadora original y atrevida que toca libre, sin atolondrarse, ni adscribirse a una corriente u otra. Puede comenzar un tema como una especie de Jarrett de primera época impregnado de Monk y acabarlo como una alumna de Paul Bley o evocar al maestro Nino Rota en la siguiente pieza. En A Little House, el silencio adquiere importancia y se cuela entre frases y pasajes para empujarlos. La música respira, calmada, y se enarbola cuando tiene que hacerlo."
Puedes leer la reseña completa pinchando AQUÍ.
"Angelica Sánchez no es, ni mucho menos, una principiante. Hasta ahora podíamos considerarla una pianista interesante, con algunos discos prometedores y otras tantas colaboraciones destacables. Entre los primeros, Mirror Me, su debut, grabado en 2005 para Omnitone, Life Between, o los dos volúmenes de Alive in Brooklyn, co liderados junto a su marido Tony Malaby y al baterista Tom Rainey. En todos ellos percibimos a una pianista libre y ambiciosa que domina la interacción intuitiva y que es capaz de manejarse en diferentes contextos sin sonar a ningún referente concreto."
"Pero todo eso era hasta ahora. A Little House posiciona a Sanchez como una improvisadora original y atrevida que toca libre, sin atolondrarse, ni adscribirse a una corriente u otra. Puede comenzar un tema como una especie de Jarrett de primera época impregnado de Monk y acabarlo como una alumna de Paul Bley o evocar al maestro Nino Rota en la siguiente pieza. En A Little House, el silencio adquiere importancia y se cuela entre frases y pasajes para empujarlos. La música respira, calmada, y se enarbola cuando tiene que hacerlo."
Puedes leer la reseña completa pinchando AQUÍ.
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