Artículo publicado originalmente en Muro de Sonido, blog musical de ELPAIS.com, el 26 de septiembre de 2011, a raiz de la publicación de su entonces último disco "A Fable"
Tigran tiene madera de superestrella, aunque eso sea bastante raro de ver en el mundo de la música improvisada. A su favor tiene un indiscutible talento, estética contemporánea, irreverencia juvenil y cierta flema europea de ascendencia folclórica. No es un superpianista vacuo y pirotécnico a la manera de Hiromi ni un pedante gélido de la escuela clásica europea, aunque presente rasgos de ambas tendencias. Su carrera aún está en ese punto en el que puede despegar y alcanzar la estratosfera o estrellarse y hundirse en unos pocos años, pero parece más seguro apostar por lo primero.
Tigran es Tigran Hamasyan, un joven pianista armenio que, con sólo 19 años, ganó la prestigiosa Thelonious Monk Piano Competition de 2006 (quedando por delante de Aaron Parks y Gerald Clayton, segundo y tercer puesto respectivamente) y obtuvo el segundo puesto en la Martial Solal Jazz Piano Competition de ese mismo año (un detalle: Hamasyan ya se había presentado a este concurso en 2002, con 15 años, quedando en tercer puesto, por detrás de Luis Perdomo y del ganador, Baptiste Trotignon).
Ahora, cinco años después de ser catapultado a la primera línea del jazz, Tigran Hamasyan se descuelga con un arriesgado álbum a piano solo, presidido por una portada más propia de un artista de rock y acortando su nombre a un escueto e inconfundible “Tigran”. Normal, porque no hay tantos.
Lo de Hamasyan es pura fuerza. La mayoría le conocimos con New Era (Nocturne, 2008), un disco que mostraba dos cosas de forma inconfundible: que la capacidad de Hamasyan es extraordinaria, y que la contención no es una de sus virtudes. En su siguiente álbum, Red Hail (Plus Loin, 2009), el pianista ahondó en sus raíces musicales mediante un repertorio inspirado en música tradicional europea que, aunque un tanto embrollado, no resultó nada mal.
Lo de Hamasyan es pura fuerza. La mayoría le conocimos con New Era (Nocturne, 2008), un disco que mostraba dos cosas de forma inconfundible: que la capacidad de Hamasyan es extraordinaria, y que la contención no es una de sus virtudes. En su siguiente álbum, Red Hail (Plus Loin, 2009), el pianista ahondó en sus raíces musicales mediante un repertorio inspirado en música tradicional europea que, aunque un tanto embrollado, no resultó nada mal.
A Fable mantiene esa osadía (y cierta falta de contención) y se presenta como un disco difícil de catalogar, probablemente por deseo expreso de su autor. Concebido como una obra conceptual, los diferentes enfoques de una pieza u otra se ven apoyados por leves pinceladas de overdubbing, partes vocales e incluso algún efecto de sonido. Eso implica que la producción juegue un papel importante en el resultado definitivo, algo no tan habitual en el mundo del jazz.
El pianismo de Tigran sigue conteniendo los obsesivos ostinatos y la vertiginosidad que le ha caracterizado hasta ahora, aunque A Fable ofrece un plus de madurez y puede ser su mejor registro hasta la fecha. El pianista aún es muy joven, y eso puede jugar en su contra, pero la dirección en la que se mueve no parece ser fruto de la casualidad o de la ausencia de reflexión.
El disco es excesivo, extravagante e irregular –dicho esto como característica más que como crítica– y es innegable que contiene piezas fabulosas, como "A Fable", "Kakavik" o su excelente versión de "Someday My Prince Will Come". Tema a tema, Tigran no renuncia a la música de su tierra ni al jazz, y va diseñando una personalidad a medio camino entre ambas músicas, sonando cada vez más original.
El pasado mes de agosto, el armenio fue portada de la revista francesa Jazz Magazine-Jazzman, a cuenta de un artículo atinadamente titulado “Café, metal, folk y piano” en el que se sometía a un test de escucha a ciegas. En él muestra su pasión por pianistas imprescindibles de ayer y hoy como Thelonious Monk, Duke Ellington, Chick Corea y Jason Moran al mismo tiempo que alaba a bandas tan dispares como los clásicos Black Sabbath o Meshuggah, una de las mejores formaciones de metal extremo del mundo.
Una prueba más de que el jazz del siglo XXI, afortunadamente, no se escribe con el jazz como único referente.
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