Texto publicado originalmente en tomajazz.com en julio de 2008
Era ya la tercera vez que David Murray visitaba España con su Black Saint Quartet, pero eso no impidió que hubiera un pequeño revuelo en la sala de cámara del Kursaal. Murray, uno de los grandes tenores vivos y un referente para entender el jazz de las últimas décadas, había tocado hace unos años en San Sebastian con su proyecto latino, y nada más comenzar el concierto tuvo un recuerdo para la ciudad y para aquella actuación.
El Black Saint Quartet es una evolución del Power Quartet que formaban, junto a Murray, John Hicks, Ray Drummond y Andrew Cyrille. Tras la muerte del pianista, Lafayette Gilchrist (que ya llevaba un tiempo trabajando con Murray) le sustituyó y el cuarteto grabó el esplendido Sacred Ground, tomando una dirección que se alejaba ligeramente de la música producida con Hicks. Sin embargo, el cuarteto volvió a evolucionar tomando una entidad propia y separada del original Power Quartet, recurriendo para girar a los miembros de otro cuarteto de Murray: el que grabara en 2002 Waltz Again.
Todo esto, que parece un desaguisado, no es más que la confirmación de que hay dos constantes en la carrera de Murray. La primera, que sea la circunstancia que sea, se rodea de músicos excepcionales, y la segunda, que no importa de quién se rodee, con Murray al frente la alta calidad musical está garantizada. Esto, que puede parecer una contradicción, quedó más que demostrado en su recital donostiarra, en el que Murray estuvo pletórico y su cuarteto a la altura de las circunstancias.
Pero es que, señores, ¡qué cuarteto! Lafayette Gilchrist, por derecho propio uno de los grandes pianistas aparecidos en la ultima década; Jaribu Shahid, como anuncia habitualmente Murray al presentarle, es el hombre que sustituye a Malachi Favors en el Art Ensemble Of Chicago, y desde luego ese no es ni de lejos su crédito principal; y por ultimo Hamid Drake, que podría ser el mejor batería y percusionista sobre la tierra.
En su repertorio de directo con este grupo Murray suele recurrir, aparte de a Sacred Ground, al propio Waltz Again y al último disco grabado con el Power Quartet: Like A Kiss That Never Ends. Del primero se tocó el tema que da nombre al disco y del segundo su omnipresente versión al clarinete bajo de “Let's Cool One”.
Murray tocaba relajado, con una mezcla perfecta entre intensidad y belleza, con ese descontrol perfectamente controlado que le hace a uno querer levantarse de la silla, eufórico. Gilchrist estuvo fantástico, como es habitual, aunque no tan bien como se le ha podido ver con esta banda. Esto podía deberse al deficiente sonido del piano, cosa inexplicable en un auditorio como la sala de cámara del Kursaal, aunque en su concierto de Santander meses atrás la cosa fue aún peor. No obstante, la música prevalecía y cualquier cuestión era superada fácilmente por el conjunto de la fantástica actuación.
A pesar de lo afirmado en algunos medios no especializados, no se tocó el tema “Sacred Ground”, aunque sí pudimos disfrutar de “Banished”, “Pierce City”, un guiño a los viejos tiempos con “Murray’s Steps” (“allá en los ochenta, nos cansamos de tocar siempre Giant Steps, así que escribí este tema” dijo Murray en San Sebastián) y un divertido tema dedicado a Barack Obama, “el próximo presidente de los Estados Unidos”, según el saxofonista.
El precioso bis, “Believe In Love”, fue el broche final a un concierto inolvidable, cosa completamente normal en un grupo de esta categoría. Esperemos que no haya que esperar mucho para volver a ver al saxofonista en España; es una experiencia que ningún aficionado debería perderse.
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