Últimamente he estado escuchando algunos discos del sello
Smoke Sessions, que, como su nombre indica, se basa principalmente en grabaciones realizadas en el legendario club
Smoke de Nueva York (aunque algunas otras son en estudio o en otras localizaciones). La línea del sello es como la del club: grandes nombres de la escena de la ciudad que practican un jazz más o menos
straight-ahead, desde el
hard-bop canónico a un jazz contemporáneo, aunque siempre arraigado en la tradición.
Muchos de los grandes nombres norteamericanos emergidos entre finales de los 80 y primeros de los 90 han encontrado aquí un buen sitio para sacar discos que, por los que he escuchado hasta ahora, van mucho más allá de grabar un concierto al azar y editarlo. Hay cierta sensación de planificación en los repertorios, y el sonido es extraordinario; todo lo que un buen directo ha de tener.
Este disco del gran
Cyrus Chestnut, por ejemplo, me ha gustado particularmente. Chestnut uno de los pocos pianistas que se sale de la línea estilística dominante en su generación, y encuentra gran parte de sus raíces en el lado más negro de la tradición, con claras influencias del soul y el góspel. Mucho más personal y moderno de lo que podría parecer, en este disco Chestnut lidera un trío de élite junto a
Curtis Lundy y
Victor Lewis, y llena su repertorio de temas de uno de sus mentores,
John Hicks, un enorme pianista que ejerció una gran influencia sobre él.
La semana pasada pude escuchar a Chestnut en directo de nuevo y se mantiene en una estupenda forma. Sigue siendo uno de los más ingeniosos y modernos neotradicionalistas afroamericanos, y este disco ha sido un gran reencuentro con él.
Mientras escribo esto suena uno de sus solos, esta vez en el segundo disco de
Tim Warfield,
A Whisper In The Midnight (Criss Cross, 1995), y es realmente brillante.