miércoles, 22 de marzo de 2017
Mark Solborg & Herb Robertson - Tuesday Prayers (2014; ed. 2016)
Esta grabación es un ejemplo perfecto de la importancia del espacio en el desarrollo de la música improvisada. La vieja iglesia Koncertkirken en Copenhague no es un simple escenario en Tuesday Prayers, sino un elemento imprescindible en la creación de la música registrada en este disco.
No era la primera vez que Mark Solborg y Herb Robertson tocaban juntos, algo evidente escuchando la forma en la que se comunican: además de su primer disco a dúo, el muy recomendable NOD (ILK, 2009), en su segunda colaboración discográfica, The Trees (ILK, 2013), Solborg expandió su trío habitual junto a Mats Eilertsen y Peter Bruun con Robertson y el legendario Evan Parker, nada menos.
De hecho, justo antes de grabar en directo este Tuesday Prayers, Robertson y el trío de Solborg habían acometido tres conciertos en menos de 24 horas, lo que sin ninguna duda les había dejado exhaustos. Tal vez eso tenga que ver en la sugerente tensión contenida que escuchamos en el disco, que envuelta en la acústica majestuosa de Koncertkirken alcanza momentos realmente mágicos.
El disco se divide en dos, con una corta introducción de dos temas grabados antes del concierto (probablemente en la prueba de sonido), agrupados bajo el epígrafe "Preparations", y el concierto en sí, que a pesar de su brevedad (poco más de 35 minutos), no tiene un momento de flaqueza.
No es habitual de escuchar un dúo de trompeta y guitarra (complementado con flauta y varios artefactos) que suena tan compenetrado y redondo como el de Solborg y Robertson, como no es tan fácil escuchar tantos discos en este formato con una belleza tan indiscutible.
Sea por el entorno, por la camaradería y la compenetración de los músicos, o por el estado generado por la adrenalina y la energía del directo en las horas previas a la grabación, lo cierto es que Tuesday Prayers es una auténtica maravilla.
Tanto este disco como los otros discos de Mark Solborg comentados en el texto se pueden comprar en la web del sello ILK Records
sábado, 18 de marzo de 2017
Donald Brown - Piano Short Stories (1995)
De la gran generación de pianistas surgidos en los años 80, Donald Brown es sin duda uno de mis favoritos. Heredero de la tradición de Memphis, desde Phineas Newborn a su amigo y mentor, el gran James Williams, Brown es un pianista y compositor de enorme personalidad.
La primera vez que escuché un disco suyo a piano solo me volvió loco; era The Classic Introvert, una preciosa sesión grabada en 1997 en la que Brown se concentraba en composiciones originales.
Piano Short Stories, su primer disco a piano solo, se grabó en la parte de atrás de de una tienda de pianos Steinway en la que Brown acababa de ofrecer un concierto. Tal y como cuenta Pascal Anquetil en la carpetilla del disco, tras el recital, y ya sin público, Brown pidió que pusiesen unos micrófonos al y desgranó un puñado de piezas en un contexto de distensión total (los aplausos al final de “Take The ‘A’ Train” indican que ese tema, al menos, se grabó durante el concierto; por cierto, hay en youtube un video de esta interpretación en concreto, cuyo visionado recomiendo encarecidamente a pesar de la calidad de una videocámara de la época).
La información del disco es confusa ya que indica como fecha de grabación los días 28 y 29 de febrero de 1995, y 1995 no fue año bisiesto. Sea como sea, esa distensión en el pianista es real y hace que el disco suene muy especial y cercano.
Aparte de cinco originales, el pianista ejecuta algunos standards con un estilo y un ingenio terribles, dando nueva vida a temas como “On Green Dolphin Street”, “Dolphin Dance”, “I Mean You” o “Take The ‘A’ Train”.
¿Suena a aburrido disco de standards? Nada más lejos de la realidad: Donald Brown es the real thing. Un puñetero maestro
domingo, 12 de marzo de 2017
Tigran Hamasyan - Luys i Luso (2015)
(Texto publicado originalmente en El País el 11 de noviembre de 2015)
No es nada nuevo volver la vista atrás cuando el objetivo es ir hacia adelante. Gran parte de la historia de las vanguardias en la música se ha construido sobre la tradición, algo que, en el caso del pianista armenio Tigran Hamasyan, ha sido una auténtica constante. En mayor o menor medida, toda su discografía ha estado impregnada de sonidos importados de la tradición folclórica de su país, una raíz que ha cultivado a través de diferentes prismas, desde el acercamiento más ortodoxo de New Era o A Fable a la simbiosis con rock y electrónica en Shadow Theater o Mockroot.
En aras de ese anhelo de fusión, y a pesar de lo manido del lema, hay que decir que Luys i Luso es el disco de Tigran Hamasyan que todos estábamos esperando: una grabación muy valiente en la que música vocal religiosa, folclore armenio y jazz se entrelazan en perfecta sintonía, alcanzando un equilibrio inimaginable entre lo secular y lo contemporáneo. Hamasyan parte de un puñado de obras religiosas armenias, escritas entre el siglo cinco y el veinte, y se plantea dos retos: por un lado, arreglar obras de tradición monofónica para un coro polifónico y, por otro, integrar en ellas un piano con intención jazzística, pero sin renunciar al carácter folclórico de las melodías. En la unión de estos patrones está el sentido tan vanguardista del disco, el que lo convierte en una obra colosal. En Luys i Luso, Hamasyan consigue convertir un sharakan de más de diez siglos en una obra personal, desafiando la forma sin llegar a salirse de ella, y negándose a escribir las partes de piano, que son improvisadas sobre las suntuosas polifonías tejidas por el Coro de Cámara Estatal de Ereván.
Un disco así solo podía salir en un sello como ECM, que ha cuidado cada detalle al máximo, desde la grabación en la capital armenia, producida por Manfred Eicher, hasta la deliciosa edición con un libreto que incluye versión bilingüe de las letras y documentación sobre los manuscritos originales.
Entonces, ¿esto es un disco de música sacra vocal o de jazz? En realidad es ambas cosas pero, sobre todo, es un disco de Tigran Hamasyan. Echando un vistazo a su inquieta carrera esta última década nadie diría que tiene solo 28 años, una precocidad que ya ha superado los tópicos del niño prodigio. Hamasyan es un pianista de jazz, sí, pero también afirma sin dudar que su sueño era tocar la guitarra en una banda de thrash metal, y habla con la misma devoción de jazzistas como Jason Moran o Herbie Hancock que de Black Sabbath, Tool o la banda de metal extremo Meshuggah. Solo un talento permeable a sonidos tan dispares podría haber grabado un disco tan atemporal como este.
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