Un poco antes del concierto que ofrecieron el 23 de febrero de 2008 en San Sebastian, charlé durante un buen rato con Susie Ibarra y su marido, el percusionista Roberto Rodriguez. De esa charla salió esta entrevista en la que Ibarra habla de jazz, las raíces, el futuro y algunas cosas más.
Dejo aquí algunos extractos del texto, publicado originalmente en el número 107-108 de Cuadernos de Jazz (julio-octubre de 2008):
"Tras la angelical apariencia de Susie Ibarra se esconde el pulso de algunos de los mejores grupos de vanguardia que dieron los 90. William Parker, John Zorn, David S. Ware o John Lindberg son algunos de los nombres que han unido su destino al de una percusionista que insufla vida a su música con un drumming poderoso, pero reflexivo. Ahora que han pasado los años, Ibarra tiene una identidad propia que la lleva mucho más allá del jazz. Folclore, electrónica, noise, improvisación… Confrontando brutalmente la tradición con la modernidad, todo cabe en su nueva aventura."
"Esa búsqueda de un folclore universal puede verse arrastrada por la falta de una trascendencia que no está garantizada. En el primer disco del grupo, Dialects, el factor étnico, a pesar de reinar en toda la grabación, queda un tanto aplastado, incluso embrutecido, por una contemporaneidad que quizá haya caducado en unos años. Es lo malo de jugar con lenguajes muy modernos, que no siempre vencen en la batalla contra el tiempo."
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"Susie Ibarra tiene un proyecto ambicioso; puede que pretencioso, pero también emocionante, honesto y, sobre todo, legítimo. Su música seguirá tendiendo a lo global, a envolver la totalidad de doctrinas musicales en busca de ese folclore contemporáneo que persigue. En ella podemos encontrar los sonidos de hoy y, quizá, los del futuro."
Cada vez que escucho este disco lo tengo más claro. Ipos es lo mejor que ha grabado el supergrupo The Dreamers, una especie de cruce entre Bar Kokhba y el Electric Masada más amable detrás de la cual está, cómo no, el gran John Zorn.
Zorn compone, arregla y dirige, como en (casi) toda la serie de Book Of Angels. Kenny Wollesen, Jamie Saft, Trevor Dunn, Joey Baron, Cyro Baptista y especialmente Marc Ribot se encargan del resto y terminan de rematar uno de los discos del año. Para que luego me pregunten por qué Ribot es mi guitarrista vivo favorito.
No me gusta nada ser tajante, pero de esto estoy seguro: si no te gusta este disco, háztelo mirar.
Nota: Pinchando en la portada puedes escuchar el disco en Spotify.
Reseña publicada originalmente en Tomajazz en septiembre de 2010: El grupo/proyecto Resonance es uno de los más arriesgados y espontáneos que ha dirigido Ken Vandermark en toda su carrera. Diez improvisadores de diferentes procedencias unidos para afrontar composiciones que el líder tiende a escribir con los músicos que las van a interpretar en mente. Sin embargo, Vandermark cuenta que no conoció a algunos de los miembros del grupo hasta pocos días antes de actuar y que el grado de compenetración alcanzado fue sorprendente dada la situación.
Este disco, publicado únicamente en vinilo en 2008, es un prólogo a la fabulosa caja de diez CDs que lleva el mismo nombre: Resonance. Al contrario de lo que se afirma erróneamente en algunas publicaciones y webs, la música grabada en este disco no aparece en la posteriorResonance Box.
Aunque la composiciones coinciden, el vinilo fue grabado en Lviv (Ucrania) un día antes del concierto del tenteto en el Manggha Hall de Cracovia, que es el que aparece en la caja.
Con un grupo tremendo entre manos, Vandermark ofrece dos largos temas que van de la catarsis colectiva a música que bebe directamente del Mingus más enloquecido. Como disco independiente, funciona; como apertura de boca a la Resonance Box, da buena cuenta de lo que viene a continuación y provoca muchas ganas de descubrir cada minuto grabado por uno de los proyectos más interesantes de Ken Vandermark.
Hoy hace cuarenta años de la muerte de Jimi Hendrix. No voy a hablar de su contribución a la música porque es innecesario. Prefiero hablar (un poco) de la contribución de su música a mi vida.
Hendrix es, para mi, un verdadero padre musical. El primer disco suyo que escuché fue Are You Experienced?, en una vieja cassette grabada que se instaló en mi walkman durante bastante tiempo cuando era un adolescente. Desde entonces, todos sus discos han sido mi favorito (tal vez Axis no, pero no estoy seguro) en un momento u otro de mi vida, pero ahora mismo elegiría sin dudar Electric Ladyland.
Desde que empecé a tocar la guitarra, Hendrix ha sido un referente tremendo para mi, aunque hasta hace poco nunca le habría tenido como mi principal influencia. Resulta que hace unos meses, cuando terminamos de grabar y mezclar el disco de Electric Solo (de próxima aparición) yo llevaba mucho tiempo (años, tal vez) alejado de la música del guitarrista. Un día, a raíz de la aparición de su disco inédito Valleys of Neptune, volví a reescucharle y fui consciente de algo: Hendrix es, sin niguna duda, mi principal y mayor influencia como guitarrista. No debería sorprenderme, pero el tamaño de su huella en mi forma de tocar es enorme (tanto como la irreductible distancia entre su talento y mis humildes improvisaciones).
Sé que todo esto no es más que una elucubración personal, pero quería acercarme a la figura de este genio así, de manera personal.
Volviendo al disco, aparte de los obvios "Voodoo Child (Slight Return)", "All Along The Watchtower" o "Crosstown Traffic", mis temas favoritos son "Voodoo Chile" y, sobre todo, "1983... (A Merman I Should Turn To Be)", un tema que redescubrí hace poco gracias a Taylor Ho Bynum (creo que fue por él por lo que reescuché Electric Ladyland por primera vez en años).
"1983... (A Merman I Should Turn To Be)" es un tema que conjuga la música que queremos hacer con el proyecto Electric Solo en este momento y es una escucha recurrente antes de afrontar una actuación.
Por todas estas cosas, y por algunas más, hoy me siento como si fuera el cumpleaños de mi padre. Y tras reescuchar de nuevo Electric Ladyland sigo pensando que es una obra maestra. Esencial, básico, de isla desierta, como queráis llamarlo.
Deberían ponerlo en los colegios y en todas las cámaras, congresos, senados y templos religiosos de este corrupto mundo. Tal vez así las cosas irían mejor.
Nota: Ni Spotify ni leches, si no tienes Electric Ladyland, sal inmediatamente a la calle y hazte con una copia.
Entretanto, dejo aquí un asombroso video de una actuación de Jimi Hendrix Experience en 1969. Vedlo completo. Después de un fabuloso "Voodoo Child", el grupo hace una desmelenada intro a "Hey Joe" (un tema del que Hendrix estaba hasta el gorro y que seguía tocando por compromiso), entran en el tema con la guitarra de Jimi terriblemente desafinada y, después de un par de estrofas, Jimi corta en seco y dice que van a dejar de tocar "esa mierda" para homenajear a los recién separados Cream con "Sunshine Of Your Love", algo completamente fuera de lo programado por la BBC. Todo lo que toca en este video, hasta el rato que está con media guitarra desafinada, es Hendrix en estado puro. Es perfecto. Es lo que le hace tan grande.
Aún no me lo puedo creer. Bruce Arkin, saxofonista de origen neoyorquino que llevaba muchos años siendo una pieza importante de la escena barcelonesa, falleció el pasado 30 de agosto de forma repentina.
Pude ver a Arkin en directo en más de una ocasión (visitaba mi ciudad con asiduidad), y siempre me pareció un tipo alegre que mostraba un gran sentido del humor. Tenía un gran sonido y cosas que decir con el tenor y cuando ocasionalmente se arrancaba a cantar, conquistaba facilmente al público con su desparpajo.
En 2006 grabó Wake Up! con un grupo de lujo: Albert Bover, Chris Higgins y Jorge Rossy. Es la única grabación de Arkin que tengo y hoy me sirve para recordarle cariñosamente.
Nuestra sorpresa venía a cuenta de ver a un músico relativamente oculto y definitivamente marginal actuando por sorpresa en Chamberí (¡en julio de 2010!), después de tenerle bien perdida la pista desde hace años, por no decir décadas (hay que decir que Howard, aunque de forma discreta, ha estado activo todo este tiempo).
La casualidade se completó ayer, cuando supe por el blog de mi amigo Jack Torrance que Howard falleció el pasado 3 de septiembre (Jack daba la noticia dos días después, soy yo el que revisé de manera tardía los posts de su estupendo blog).
Descubrí a Noah Howard mediante este disco, en el que desde el principio me llamó la atención más que su líder, el carismático Frank Wright (no en vano Howard firma todas las composiciones del álbum). Completan el cuarteto un primerizo Bobby Few y el gran Art Taylor, que se defiende bastante bien en su primera incursión en el free. Aparte del ambiente ingenuo y espiritual propio de la época, tal vez lo mejor de la sesión sea, precisamente, escuchar a Taylor en semejante contexto.
Uhuru Na Umoja no es un gran disco ni un imprescindible, pero le tengo cierto cariño (cariño que, si no me equivoco, también comparte Chema García Martínez) y hoy no he podido evitar reescuchar mi apaleada edición en vinilo, con su entrañable contraportada en la que aparece una traducción sesgada y maltrecha de las liner notes originales de Valerie Wilmer. (en los años 70 Wilmer llegó a escribir sobre Howard que era "uno de los mejores saxofonistas altos" de la escena)
En 2004, Verve-Universal Music France reeditó este disco junto a otras viejas referencias del sello America, dentro de la serie Free America.
Pero todo esto viene a cuenta de la muerte de Noah Howard, un nativo de Nueva Orleans que se decantó por el free tras sus contacto con Dewey Redman, Sonny Simmons y Byron Allen, y que tocó con casi todos los grandes de esa música. Aunque estuviese un poco enterrado en la memoria no deja de ser un nombre importante, y a él va dedicada esta entrada.
Esta no es la primera ni la segunda vez que cito a Diego A. Manrique, pero podría hacerlo mucho más a menudo sin problema.
Pocos periodistas musicales (éste sí lo es, y con mayusculas) consiguen decir tanto con tan poco. El artículo que transcribo a continuación, publicado hoy en el diario El País, es una buena muestra de ello. No puedo estar más de acuerdo con cada palabra contenida en el texto.
GUÍA DEL ROCK PARA IDIOTAS Diego A. Manrique 13/09/2010
Un pequeño catálogo de clisés que circulan por el universo musical. El uso reiterado de tres o más avisa que se acerca peligrosamente la calcificación mental. Cuidadín.
- Yo solo escucho música en vinilo. O en MP3 o en cartuchos de ocho pistas (sí, hay gente para todo). No entremos a discutir las ventajas sónicas de uno u otro; mejor, dejemos esas cuestiones a los audiófilos. Lo que realmente importa es el contenido; derivar el énfasis hacia el soporte revela inclinaciones fetichistas.
- Ya no se hace música como en los ochenta. O los sesenta o los cuarenta. Ahora, prácticamente todos los estilos del siglo XX están siendo revividos, con olor a naftalina o con visión actualizada, en analógico o digital. Solo la ignorancia o el conformismo pueden justificar tan audaces afirmaciones.
- A mí, X me gustaba en los primeros tiempos. Traduciendo: "X me valía cuando los conocíamos unos pocos, no ahora que los escucha hasta el frutero". Sin negar que la omnipresencia desgasta el encanto inicial de muchas propuestas, esa frase destapa un secreto del rock: a pesar de su vocación democrática, alienta el implacable elitismo de quienes tienen como principal objetivo vital estar a la última.
- 'Indie' significa "independiente". Eso sirvió en otros tiempos. Hoy, es una estética que se manifiesta en sellos pequeños... y grandes. La financiación de la música -sea por una corporación o por un supuesto mecenas- no determina su naturaleza: hay multinacionales que dejan en paz a determinados artistas y compañías diminutas que insisten en manipular a los creadores.
- Los nuevos modelos de negocio permiten la autonomía del artista. Encomiable en teoría, la práctica obliga al artista a plantearse días de 48 horas. El sistema de la industria musical puede ser detestable pero se ha mantenido durante cien años. Hay razones sólidas para que existan las discográficas, los representantes, los productores y, sí, los encargados de crear contenidos para la Red. Entre otros motivos, para que el gorrión pueda centrarse en lo suyo.
- Las críticas no importan: los artistas no leen. Efectivamente, algunos artistas leen poco (¡ni siquiera sus propios contratos!). Pero incluso el más analfabeto tiene un prodigioso escáner que detecta su nombre en un mar de letras. Por no hablar de una memoria de paquidermo, que le permite recordar, muchos años después de su publicación, palabra por palabra, cualquier ofensa escrita.
- Los festivales son buenas ocasiones para descubrir música. Aunque el espectador venga predispuesto a las epifanías, lo cierto es que los carteles festivaleros tienden a lo genérico. Los grupos desfilan como aspirantes en una audición, repiten sets reducidos y se marchan ignorando si visitaron Bélgica o Croacia.
- La radio musical no tiene sentido en la era de Internet. La promesa -que no realidad- de la fonoteca universal resulta embriagadora. Lo mismo que la infinita oferta de programaciones de todo el planeta. Sin embargo, ocurre una desconexión de la realidad circundante cuando el oyente abandona las emisoras locales o nacionales. En vez de hacerle parte de una comunidad mayor, su vagabundeo por el mundo digital le convierte en un freak, obsesionado por bandas desconocidas y esclavo de criterios distantes.
- La música debe ser gratis; los artistas ya ganan bastante con el directo. Aún aparcando a aquellos que no pueden o no quieren actuar, pocos artistas aceptan ese trueque. Un efecto de ese desplazamiento del dinero podría ser el bajón en la calidad media de las grabaciones, frecuentemente hechas sin aportación externa en estudios caseros. Menos discutible es la subida atmosférica de las entradas para conciertos, si pueden llamarse así esos espectáculos audiovisuales controlados por un ordenador.
Los discos con invitado tienen cierto riesgo. Normalmente uno llega a ellos por éste pero, si su participación es anecdótica o poco destacable, la decepción es más que probable.
3ology es un grupo formado por los hermanos Doug y Tim Carmichael y el batería Tim Powers. Tienen algunos discos a sus espaldas pero son bastante desconocidos, aunque todos tocan realmente bien.
El invitado -cuya presencia llega a condicionar el mismo título del disco- es Ron Miles, un trompetista inteligente y sofisticado que puede presumir de una carrera sólida y discreta y que siempre resulta interesante.
En realidad, Miles no es tan conocido como otros, con lo que su presencia puede atraer a algunos aficionados, aunque no garantiza una atención generalizada sobre el disco. Pero todas estas reflexiones dejan de importar en cuanto el grupo, con o sin Miles, empieza a tocar.
Porque resulta que 3ology es un trío sólido y vibrante que capta la atención del oyente desde el primer compás. Y no sólo eso: la presencia de Miles enriquece, pero no se percibe como la de un invitado (por ilustre que sea), sino como un miembro más. El trompetista empasta tan bien con el grupo, que por momentos pide llamarse 4ology para este disco.
Las composiciones resultan intrascendentes, aunque muchas armonías y ritmos resultan muy contagiosos. Tanto da; una vez el grupo empieza a tocar, la cosa camina que se las pela.
Otra sorpresa escondida entre los sellos más independientes del jazz.
Nota: Pinchando en la portada puedes escuchar el disco en Spotify.
Extraído de mi artículo para Muro de Sonido, blog musical de ELPAIS.com:
"En realidad con un par de ellas nos arreglamos, pero el eterno enfant terrible del funk se merece unas cuantas más. Ahora que ha arrojado un nuevo desafío al sistema, a Internet y a la distribución tradicional regalando la edición física de su último trabajo, se me ocurren al menos diez razones para amar al genio de Minneapolis."
David Binney es uno de mis saxofonistas favoritos de los últimos años, de largo. Me gusta casi todo lo que hace, y Aliso no es excepción.
Aquí dejo un extracto y un enlace de mi reseña para Cuadernos de Jazz:
"Con todo lo activo y buen saxofonista que es David Binney, no acabo de entender por qué no tiene más nombre. Pocos saxofonistas actuales tocan con su nervio y personalidad, y pocos músicos han aportado tantos discos sobresalientes como él en los últimos años, ya sea como líder o como productor."
Oleg Kireyev es uno de los saxofonistas más conocidos en su Rusia natal, pero aún tiene pendiente el mercado internacional. Para ello se ha ido a hacer las américas y se ha encontrado con el excelente pianista Keith Javors, otro nombre poco conocido fuera de las aulas y de su país.
Javors también es responsable del proyecto Coming Together, en el que ha contado con músicos como Chris Potter, Terell Stafford o Steve Wilson para rendir homenaje al desaparecido Brendan Romaneck; pero esa es otra historia.
Rhyme & Reason es un disco que, bajo su apariencia inofensiva, resulta más que disfrutable. Mediante seis composiciones firmadas por Kireyev y Javors al alimón, ambos colíderes ofrecen un puñado de hardbop de categoría, con sonido estupendo el primero y dominio del lenguaje el segundo.
El grupo se ve apoyado por la excelente rítmica formada por dos músicos más conocidos: Boris Kozlov y E.J. Strickland. Gracias a ellos todo fluye y camina a la perfección, con un pulso medido pero cálido.