lunes, 4 de abril de 2011

Nacho Vegas - La Zona Sucia (2011), por Álvaro Fierro

Retomo las firmas invitadas en este blog con un disco atípico, pero con un firmante muy interesante. A los que acostumbráis a leer sobre música os sonará, muy probablemente su nombre. Álvaro Fierro escribe regularmente en Ruta 66 y Mondo Sonoro, y también se le ha visto por las páginas de Efe Eme o Entzun pero donde más se le ve es a pie de escenario, disfrutando de la música.

Álvaro encarna la figura del cronista que escribe por pasión y con el mismo amor que profesa por la música, una especie que parece en extinción en estos tiempos cínicos, llenos de revistas y publicaciones parciales y redactores compromisarios. Unos cuantos más como él no nos vendrían mal.


Álvaro Fierro: Nacho Vegas - la Zona Sucia (2011)


Te diré entre tú y yo/ que me dan miedo las tormentas/ que ahora sé que una se acerca/ que en el cielo habrá un temblor
. Así comienza “Cuando Te Canses de Mí” y La Zona Sucia (Marxophone/ I´m an Artist), el último ejercicio de catarsis compartida de Nacho Vegas. Compartida porque llena salas aunando a un público dividido a priori, estereotipado, que colabora con que uno se autoarme de prejuicios –que siempre son divertidos– y que, por ello, amplifica el efecto sorpresa.

Así lo vio el abajo firmante en El Manifiesto Desastre (Limbo Starr, 2008), resorte que impulsó la investigación de su trayectoria, ya galvanizada, en la retina del que escribe estas palabras. Empieza y se desarrolla como de costumbre, a corazón abierto, confesando lo que sólo se confiesa en sordina, suscitando empatías y susurrando aguardentosamente letanías envueltas en experiencias, y viceversa, como lo plasmado en la identificable "Me decías": "lo que media entre tú y tu soledad/ es un trecho que no puedo abarcar".

La idiosincrasia de una voz de la que él mismo no se siente orgulloso pero, en boca de otro, estas invocaciones no resultarían creíbles. Una manera de cantar que en ocasiones hasta parece acongojarse, a la que se le corta la dicción de la emoción (o eso parece, o nos gustaría que pareciese), soslayando, no obstante, los límites sensibleros, sin caer en la propia conmiseración.

Un francotirador de los sentimientos bajo una personalidad frágil, un tipo callado con imán, honesto, de los que en persona, sin conocerle, parece cumplir esa máxima de André Malraux de que la verdad de un hombre reside, sobre todo, en lo que calla. Y la madurez de alguien que ya nació adulto se materializa ahora en diez canciones donde sus clichés patrios siguen presentes (las menciones en el corte inicial a La Lloca y El Musel, o la versión actualizada de la canción tradicional asturiana “Taberneros”) y el amor castrado como tema universal, omnipresente y todopoderoso.

Por que las letras salen de lo malo, de antiguas adicciones; la inspiración se recoge quemándote en los “Incendios” (Y dime, amor, si estás ardiendo/ y si es que puedo aliviarte yo), o rodeándose de coros de infantiles para inyectar carácter de cuento a las desgracias –“Perplejidad”, “Lo Que Comen Las Brujas” – aunque en la primera rime desatino con destino. Una decena de canciones, ni nueve ni once, ponderando pues la tristeza con acierto, sin dejar, por tanto, con ganas de más ni de menos.

Álvaro Fierro, 2011


Nota: Pinchando en la portada puedes escuchar el disco en Spotify (según país de residencia).

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