jueves, 29 de marzo de 2012

Wayne Shorter Quartet - 32 Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz (15 de julio de 2008)

Este verano actuará Wayne Shorter en el Festival de jazz de Getxo. Si un concierto de Shorter es, de por sí, un acontecimiento, esa noche lo será más, porque en la batería estará Jorge Rossy en lugar del habitual Brian Blade.

Aprovecho para recuperar aquí mi reseña del concierto de Shorter en el Festival de Jazz de Vitoria de 2008, publicada originalmente en Tomajazz.


WAYNE SHORTER QUARTET - 32 Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz

Con Shorter, uno nunca sabe. De una de sus actuaciones puede esperarse lo mejor o (en ocasiones) lo peor, pero es imposible saber lo que va a pasar. Por otro lado, Shorter lleva unos cuantos años trabajando en una línea muy interesante con su cuarteto habitual, que completan Danilo Pérez al piano, John Patitucci al contrabajo y Brian Blade a la batería, lo que garantiza en cierta forma un concierto interesante.

En cualquier caso, de todos los grandes músicos de su generación Shorter es, sin ninguna duda, uno de los pocos (si no el único) que sigue buscando, explorando las posibilidades de la composición e improvisación. El resto ha caído en plácidos conformismos y agradables rutinas que, aunque probablemente merecen, dejaron de interesar al aficionado exigente hace tiempo.

El concierto del veterano saxofonista en el 32 Festival de Jazz de Vitoria fue un capítulo más de esa búsqueda, una deliciosa muestra del camino que va trazando cada vez que se pone sobre un escenario. El público, con cierto grado de sorpresa y desconcierto, escuchó un largo muestrario de temas enlazados con sólo una pausa para tomar aire (¿o fueron dos largas piezas con varias partes?), aparte del obligado bis. El cuarteto estaba perfectamente compenetrado, como es natural dado su bagaje, con un Danilo Pérez que marcaba los cambios y la dirección a seguir, una locomotora de dos cabezas llamadas Patitucci y Blade y un amo y señor de todo el espectro musical, que se elevaba sobre sus compañeros dejando claro quién mandaba allí.

El resultado, poco más de una hora de intensa comunicación musical, de fragmentos entrelazados en los que no había necesidad de solos marcados ni de personalidades contrapuestas, sino de exprimir esa mezcla perfecta entre improvisación y composición. Si esa mezcla es exitosa o trascendente es lo de menos. La búsqueda es real, la inquietud y su inmediata consecuencia palpables, y eso no es ni más ni menos que puro jazz.

Shorter merece todos los honores por el simple hecho de intentarlo, de permanecer en la verdadera vanguardia del jazz, en ese complicado y apenas transitado sendero por el que caminan los grandes creadores.

Afortunadamente, a pesar de lo esperado por muchos, el saxofonista no se sometió al patético circo que montó su amigo Herbie Hancock en la siguiente actuación. La velada se volvió amarga por la inevitable comparación de dos personalidades tan importantes, que vieron unidos sus destinos durante muchos años y a quienes la vida ha vuelto antagónicos: Shorter con muchísimo que ofrecer aún y Hancock, a quien parece no quedarle nada de música dentro; tan sólo una insoportable sensación de vacío y de mediocridad innecesariamente exhibida.


Yahvé M. de la Cavada, 2008

sábado, 17 de marzo de 2012

Gerald Clayton - Bond. The Paris Sessions (2011)

Nueva reseña inédita, escrita el año pasado. No recuerdo ni para qué publicación era...


Ya hace tiempo que el joven pianista Gerald Clayton me recuerda al Ahmad Jamal de primera época. En parte por su estilo, el cual, sin guardar demasiados parecidos con el de Jamal, sí tiene esa cualidad aérea e inesperada que hizo famoso al de Pittsburgh.

Tal vez sea, también, por su uso del espacio, de las frases cortas y certeras. O tal vez, incluso, por su tendencia a interpretar a un outsider sin rebeldía, a ser un pianista que parece estar destinado a tener una trayectoria paralela al jazz de su tiempo, sin llegar a zambullirse en otra carrera que no sea la suya.



Clayton tiene, o parece tener, un alma independiente, aunque no combativa. Si ustedes le escuchan en los grupos de Roy Hargrove verán que tiene capacidad de adaptación (¿la tenía Jamal?) aunque, al mismo tiempo, también da la sensación de que el suyo es otro lenguaje, algo diferente.

Bond, el segundo registro como líder del joven Clayton, reafirma algunas de estas suposiciones. Acompañado de sus fieles Joe Sanders y Justin Brown (un baterista de mucho talento, tan joven como Clayton), el pianista se mete en un pequeño berenjenal de composiciones originales que tontean con lo conceptual volviendo recurrentemente sobre títulos que incluyen ese “vínculo” que da nombre al disco.

En realidad, el disco es más una promesa que una realidad, más un proyecto que una obra definitiva. Los músicos parecen relajados (¿tal vez demasiado?) y hay una poderosa interacción entre ellos, pero hay pasajes un poco erráticos en los que el trío busca más de lo que encuentra. Esa búsqueda se agradece, y ya muestra más de lo que ofrecen muchos músicos jóvenes, pero es difícil considerar Bond como un disco clave en la carrera del pianista.


Yahvé M. de la Cavada, 2011

viernes, 9 de marzo de 2012

Sonny Rollins - 32 Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz (18 de julio de 2008)

El próximo mes de julio, Sonny Rollins volverá a nuestro país para actuar de nuevo en el Festival de Jazz de Vitoria. Todo un acontecimiento, sobre todo por ser Rollins quien es.

Aprovecho para recuperar la reseña que escribí tras su concierto en 2008 en el mismo festival, publicada originalmente en Tomajazz.


SONNY ROLLINS - 32 Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz (2008)

Rollins es Rollins. Y punto.


Dicho de otra forma, si Sonny Rollins subiese a un escenario, saludase, soplase un “do” en su saxo tenor y se fuese, ya estaría bien.


Habiendo dejado esto claro, el que uno de los jazzmen mas importantes de la historia nos dé una gran velada de saxo tenor es un lujo. Otra cosa es que Rollins es Rollins, y su banda es… su banda.

Pero no hablemos de la banda. No hablemos de un conjunto plomazo, de un Clifton Anderson interesante pero rutinario, de un Bob Cranshaw cumplidor (aunque no tenga nada que demostrar a estas alturas), de un Bobby Broom aburrido hasta la extenuación o de una rítmica de la que ni me acuerdo, ni quiero acordarme. Hablemos de Sonny Rollins.

El coloso abrió el primer set con un “They Say It’s Wonderful” en el que, ni corto ni perezoso, se permitió tocar gran parte de su solo acompañado únicamente por bajo y batería. A pesar de todo, ese momento nos transportó a la época en que Rollins lideraba el trío más fantástico del planeta. Después, un “In A Sentimental Mood” en el que el maestro se puso coltraneano durante su solo (como guiñándole un ojo al viejo John), y que nos dejó anonadados con la calidez de su tono. Con su avanzada edad, Rollins cerró más que solventemente el tema con una de sus famosas codas en solitario.

El glorioso sonido y la fuerza del coloso empezaron a verse mellados en el tercer tema, el original en 3/4 “Someday I’ll Find You”, que se vio arrastrado por el plomizo ambiente del conjunto y el interminable y pesado solo de Bobby Broom. Aquí acabó el primer set, y la cosa parecía haberse desinflado. Rollins seguía siendo Rollins, pero la edad es mala compañera en conciertos de más de dos horas.

El segundo set comenzó con un calipso de los que tanto gustan al maestro, muy parecido al que, creciendo coro a coro, le brindó una gran ovación en su actuación en el festival de 2006. El concierto avanzaba y aunque todo estaba bien, no acababa de arrancar. Entonces, un “My One And Only Love” apoteósico, nos trajo al coloso de vuelta. Con un sonido grueso y un profundo vibrato, volvimos a quedar cautivados ante el gran Rollins, que parecía más atemporal que nunca. De nuevo, una titánica coda que pasó por todo, desde el bop a Ayler, citando en el camino “La Marsellesa”, el célebre “Blue Moon” e incluso un famoso espiritual que, según afirmó Rollins a mitad de la coda y entre risas, empezó por error.

La cosa ya estaba ardiendo y “Sonny, Please” nos remató, con el saxofonista emitiendo cadencias de largas notas sostenidas y tocando fragmentos con respiración circular. En una palabra: impresionante. Rollins dándolo todo, y lo que es mejor, dándonoslo a nosotros, al público que se mantenía fascinado frente a él.

El concierto acabó ahí, con el listón lo más alto posible, y el escueto bis (un sencillo blues de doce compases) fue solo la guinda del pastel. La magia estaba creada y el recuerdo ya era imborrable. Un recuerdo poblado únicamente por el maestro, el grande entre grandes.

En 2006 vimos un buen concierto de un gran saxofonista, en el que su banda estuvo competente y adecuada. En 2008 vimos a un Sonny Rollins pletórico y apabullante en una actuación inolvidable. El resto, no tiene demasiada importancia.

Yahvé M. de la Cavada, 2008

viernes, 2 de marzo de 2012

Jan Lundgren - Magnum Mysterium (2007)


Reseña inédita, prevista originalmente para el número 104 de la revista Cuadernos de Jazz
(enero-febrero 2008)


Jan Lundgren es un pianista sueco habitualmente ligado a la escena bop, técnicamente dotado pero no demasiado original ni brillante. En Magnum Mysterium, un homenaje a Bergman un tanto pillado por los pelos, arregla y añade su piano y el chelo de Lars Danielsson a obras polifónicas renacentistas.



La utilización del coro es pueril y obvia, y consigue el dudoso honor de hacer que piezas que van del siglo XV al XVII suenen prácticamente igual. Además, el piano aparece como un intruso, no como un complemento, y en ningún momento acaba de tener demasiado sentido su presencia.

Para los amantes del jazz este disco no tiene nada interesante, pues las presuntas improvisaciones son predecibles e insulsas; asimismo, los amantes de la música antigua, encontraran que el coro es plano y exento de matices o relieve. Para unos y otros, este es un disco soporífero que, por irritante, ni siquiera provoca somnolencia.

Yahvé M. de la Cavada

otros días, otros discos

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