miércoles, 28 de junio de 2017

Christian Scott y la conexión Treme (2012)

Artículo publicado originalmente en Muro de Sonido, blog musical de ELPAIS.com en octubre de 2012
Si ustedes han tenido oportunidad de ver la serie Treme (si no, se lo recomiendo encarecidamente), sabrán que es un colorido mosaico de personalidades, muchas de ellas con un gran componente musical, que confluyen en el Nueva Orleans post-Katrina. Considerada la cuna de varios estilos y una de las capitales musicales del mundo, Nueva Orleans es un escenario ideal para dejar cristalizar fusiones y crossovers, un entorno que, si no realmente mágico (obviemos todo esoterismo), sí tiene ciertos tintes mitológicos en cuanto al desarrollo de la música negra.
En Nueva Orleans, además, se cultiva la estirpe como credencial musical, poniendo un foco virtual sobre quienes portan determinados apellidos. Tal vez no sea tanto una cuestión sanguínea como de pura tradición, macerada y traspasada generación tras generación. La genética confirma que el talento no es hereditario y que la sangre o el origen no predisponen a generar aptitudes musicales de ningún tipo pero, el entorno es, sin embargo, un condicionamiento enorme. La mejor forma de que una persona desarrolle su potencial respecto a la música es hacer que se críe entre ella, rodeado de músicos en un ambiente creativo.
Eso es lo tuvo el joven Christian Scott, un entorno privilegiado. Como uno de los protagonistas de Treme, el trompetista Delmond Lambreaux (Rob Brown), se crió en ese Nueva Orleans que sigue siendo considerada la cuna del jazz. Scott, sin embargo, representa la nueva generación de una ciudad cuyos mayores exponentes jazzísticos siguen siendo conservadores neoclasicistas (capitaneados por los omnipresentes hermanos Marsalis). Con su último disco, “Christian aTunde Adjuah”, el trompetista cierra un círculo familiar que tiene en Treme cierta representación: empezó hace 20 años en Nueva York y culmina hoy, con algunos personajes de la serie y el paso adelante de un joven músico que, con todo el respeto por la tradición de la ciudad que le vio nacer, pretende seguir avanzando hacia el futuro. ¿Y qué tiene que ver el último disco de Scott con Treme? Aquí van las claves.
Delmond & Donald Harrison







En la segunda temporada de la serie (intentaré no destripar nada demasiado importante) el ya mencionado Delmond Lambreaux tiene una epifanía que le lleva a intentar desarrollar un experimento: juntar la tradición musical de los jefes indios del Mardi Gras con el jazz contemporáneo que practica con su grupo. Obsesionado con esa idea, convence a su padre, Albert Lambreaux (Clarke Peters), de que aporte las partes vocales de la tradición festiva, formando para la ocasión un grupo estelar en el que figuran Donald Harrison (otro hijo predilecto de la ciudad), Ron CarterCarl Allen y el famoso Dr. John, buque insignia, a su vez, de la música de la ciudad. A lo largo de la temporada se les ve grabar en repetidas ocasiones el tradicional “Hu-Ta-Nay” con un arreglo jazzístico y un infeccioso ritmo característico de Nueva Orleans.
Feels-like-rain-04-1024







En la serie plantean la idea como algo novedoso, una especie de fusión inexplorada, pero nada más lejos. Hace más de 20 años, en mayo de 1991, se grabó esa misma versión de “Hu-Ta-Nay” en los BMG Studios de Nueva York, con el histórico ingeniero Malcolm Addey a los mandos. El líder de la sesión y promotor original de la idea (en quien se basa el personaje de Delmond) no era otro que el propio Donald Harrison, que se interpreta a sí mismo en Treme, haciendo de cómplice del proyecto del joven Delmond (en una escena cargada de ironía, Delmond le dice a Harrison “no entiendo cómo no se le había ocurrido a nadie antes”). Como los personajes de la serie, Harrison permaneció en la ciudad tras la tragedia, y nadie mejor que él representa la determinación de una ciudadanía desmantelada que, sin embargo, no está dispuesta a rendirse. Pero el guiño no acaba ahí: el batería de la sesión original, Carl Allen, es el mismo que aparece en la serie y quien cantaba el tema era precisamente Dr. John, que en la serie participa como pianista. Junto a Dr. John, la voz principal en el disco original era, como en Treme, la del padre del líder: Big Chief” Donald Harrison Sr. Así, el paralelismo se completa: el disco que graban Albert Delmond Lambreaux en la serie fue grabado por Donald Harrison padre e hijo veinte años antes; y se llamó “Indian Blues”.
Donald-harrison-1992












Publicado originalmente por el sello Candid, en su portada aparecía el saxofonista ataviado con uno de los aparatosos trajes que lucen los jefes indios en el Mardi Gras, y llevaba el subtítulo “Mardi Gras Indians – The Guardians Of The Flame”. El disco, aunque interesante, no supuso la revolución que pretenden los personajes de Treme, pero rendía homenaje a la tradición y conciliaba esa distancia generacional que tan bien se explota en la relación entre padre e hijo en la serie.
¿Y qué tienen que ver Christian Scott y su nuevo disco con todo esto? Para empezar, Scott es sobrino de Donald Harrison Jr. y este fue, a su vez, su padrino musical, ofreciéndole la oportunidad de grabar a su lado cuando el trompetista sólo tenía 16 años. Primero en “Paradise Found” y después en el bizarro “Kind Of New”, reinterpretación del histórico “Kind Of Blue” en el que el joven trompetista se puso, sin titubear, en los zapatos del bueno de Miles Davis. Desde entonces, Scott ha desarrollado una activa carrera a base de ensayo y error, apostando por una estética moderna e influenciada por elementos ajenos al jazz que, cuando parecía que ya no daba más de sí, siguió afianzándose hasta instaurarse como un estilo muy personal.
Tras sus primeros pasos como líder, el pretencioso y fallido “Anthem” dio paso a la reivindicación de su proyecto en directo (“Live At Newport”) el boceto de madurez en “Yesterday You Said Tomorrow” y la culminación de todo su trabajo previo con “Christian aTunde Adjuah”, un mastodóntico doble CD que sitúa a Scott como una de las figuras del jazz de principios de siglo.
Scott sólo pretende ser fiel a sí mismo y al camino que ha elegido para expresarse. Asimila la tradición como una gran construcción sobre la que los músicos jóvenes deben seguir construyendo. Afirma que lo que hace es inherentemente jazzístico, pero no exclusivamente jazzístico. Habla de descripción y no de definición, puesto que esta última acota el objeto de estudio mientras que el anterior enfoque parte de la observación y admite su evolución. Así se presenta la música contenida en “Christian aTunde Adjuah”, como un compendio evolucionado de los planteamientos de su música hasta el momento, una recapitulación coronada por el inconfundible estilo del trompetista, entre el susurro de su tono y la intensidad casi dolorosa con la que afronta sus solos. 
Cuando Donald Harrison grabó su “Indian Blues” pretendía fusionar dos conceptos tradicionales para crear algo novedoso. Scott, por su parte, asimila lo que le rodea para entregar una música que se genera en su totalidad a partir de su propia persona. Jazz de autor en su máximo esplendor. Es difícil saber cómo tratara el paso de los años a sus planteamientos, pero nadie ha hecho historia en la música siendo precavido o jugando sobre seguro.
C. scott












Christian Scott cierra el círculo con un doble homenaje. En la portada de su último disco, como en el “Indian Blues” de su tío Donald, el trompetista luce orgulloso un traje indio del Mardi Gras mientras que la dedicatoria del álbum sentencia el relevo: “A la memoria de Clyde Kerr Jr. y Big Chief Donald Harrison Sr., familia, mentores y amigos. Me ayudasteis y enseñasteis a ser el heroe de mi propia experiencia, y por eso siempre estaré en deuda con vosotros”. En el jazz, la determinación del individuo es quien empuja la evolución.
Y mientras el viejo jefe indio se sumerge en la noche, entonando viejos cánticos tribales, la nueva música emerge, luminosa e incontenible. 

jueves, 22 de junio de 2017

David Murray with Dave Burrell - Windward Passages (1993; ed. 1997)


Mi debilidad por Dave Burrell va más allá de lo musical, debido a un concierto suyo a piano solo al que asistí cuando yo tenía 17 años y que, en cierto modo, me cambió la vida. Que la relación de Burrell con David Murray sea tan fecunda y longeva es también relevante, porque también siento debilidad por el saxofonista. Cada cierto tiempo los reescucho; a uno, al otro, o a ambos juntos, ya sea en los maravillosos cuartetos de Murray en los que militó Burrell, como en sus en sus encuentros a dúo.

Así que, volviendo sobre Burrell hace unos días empecé reescuchando dos de sus clásicos grabados a piano solo, Black Spring (Marge, 1977) y Windward Passages (Hat Hut, 1981). Este último es particularmente magistral y comparte título con el disco que protagoniza esta entrada, por motivos que no alcanzo a entender, ya que en el dúo con Murray no contiene ninguna pieza que se llame así, ni alusión alguna al título. Tampoco tiene mayor importancia; la cuestión es que reescuchando a Burrell en solitario, lo uno llevó a lo otro y desemboqué en este disco.

De los cuatro discos a dúo que Murray y Burrell tienen publicados Windward Passages es posiblemente el mejor. O, al menos, en el que ambos músicos están más inspirados. Todos los demás son extraordinarios también, Daybreak (Gazell, 1989), In Concert (Victo, 1992) y Brother to Brother (Gazell, 1993); pero este, publicado por el sello italiano Black Saint, merece una mención aparte, aunque solo sea por las dos escalofriantes versiones del clásico "Naima" de Coltrane que contiene. 

No exagero si digo que ambas versiones rivalizan en profundidad y sensibilidad con la original del maestro. Y, lo sé, esto son palabras mayores, pero no lo digo por decir.

domingo, 18 de junio de 2017

Jimmie Lunceford - The Complete Jimmie Lunceford 1939-40


La gente se olvida a menudo de Jimmie Lunceford. ¿Cómo es posible?

Ellington y Basie comparten el podio, claro, pero mi favorito de la era dorada de las big bands sigue siendo Lunceford. No recuerdo cuándo fue la primera vez que escuché a su orquesta, pero sí que sentí un flechazo inmediato por su incontenible swing y esa sofisticación que hacía que la orquesta, más que sonar, flotase.

Por no hablar de los solistas, Willie Smith, Joe Thomas, Trummy Young, Snooky Young, Eddie Tompkins o un joven Gerald Wilson, entre muchos otros, o de los arreglos de tipos como Billy Moore, Eddie Durham o el genial Sy Oliver.

La orquesta de Jimmie Lunceford, amigos. No se puede explicar: hay que escucharlo.

domingo, 4 de junio de 2017

otros días, otros discos

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