sábado, 15 de noviembre de 2008

Angles - Every Woman is a Tree



La música de Martin Küchen es uno de los mejores descubrimientos de este año, y el disco Every Woman is a Tree es la mejor manera de comprobarlo. ¡De escucha obligada!

A continuación, mi reseña publicada originalmente en tomajazz:

Es uno de esos días. 

No ha pasado nada concreto, o quizá si, y no he reparado en ello. La cuestión es que no estoy en mi mejor momento. Quizá es tristeza, hastío o un poco de la tan veces romántica, pero siempre amarga, melancolía. Mis movimientos se han vuelto más lentos, más cansados. En definitiva, tengo ganas de rendirme por hoy, de bajarme del día y esperar a que venga otro, mas clemente. 

Mi desidia y yo subimos a mi coche; nos esperan unos cuantos kilómetros por delante y uno de mis rituales favoritos, escuchar música mientras conduzco, ni siquiera me apetece. De forma automática pongo un CD anodino que se limite a ocupar el silencio, o más bien, a tapar el zumbido que emiten el coche y mi tarde seca. 

En un momento dado, la música empieza a fundirse con el ruido de fondo y decido no devaluar aún más lo que suena. En un alarde de autodisciplina, cosa muy poco habitual en mi, decido adelantar trabajo y dar una primera escucha a algún disco que tengo pendiente de reseñar. Después de todo, una primera toma de contacto es algo muy básico en el proceso de valoración, y dadas las circunstancias, me resulta saludable concentrarme en algo, aunque sea forzándome a mi mismo. 

Veamos… Every Woman is a Tree. Mmmm, buen título y buena portada. Un sexteto liderado por Martin Küchen, saxofonista desconocido para mí que, además, firma todas las composiciones. Los nombres de éstas suenan comprometidos, refiriéndose a la ecología, la paz o la descarnada sociedad en la que vivimos. En un vistazo rápido veo que en el interior de la carpetilla se explaya a gusto sobre estos y otros temas de forma clara, directa e inteligente.

Entre los músicos hay tres nombres destacables: Magnus Broo, Mattias Ståhl y Kjell Nordeson. Todos ellos traen cantidad de buenos recuerdos para cualquier oyente iniciado en la escena europea actual, aunque su presencia garantiza la calidad y el interés, no la dirección y el estilo que tomará la música. Pero eso es lo de menos, mi mente está preparada para cualquier embestida acústica, y sabe desconectar rápidamente, si acaso fuese necesario. 

Una nota sostenida con arco en el contrabajo precede y envuelve algunas frases del saxo alto. Suena solemne, pero fresco; no está mal. Entonces entra el vibráfono, y la pieza se va intensificando lentamente hasta que entra el sexteto. Y suena cada vez mejor. 

Con el grupo acompañando desde una estética postfree, el trombonista comienza a improvisar. El solista es capaz, aunque no particularmente elocuente, pero la banda que tiene detrás es fantástica y trepidante y poco a poco el solo se vuelve parte de una improvisación colectiva, aunque controlada. 

De alguna forma, mi ánimo está levantándose, principalmente porque mi atención no puede despegarse de lo que suena. Comienza el segundo tema y una vez mas, el contrabajo abre la pieza, esta vez con un solo reflexivo y espiritual que desemboca en un dibujo que se repite obsesivamente. Küchen y Ståhl se van introduciendo en el tema y un aura hipnótica emana de los arreglos, a medida que la composición crece y crece. 

Ahora estoy preso de una euforia callada, mi cuerpo se mantiene en tensión y la desidia se ha extinguido. ¿Quién dudó del poder curativo de la música? Para almas adormecidas no hay nada mejor. 

Espero unos segundos a que empiece el tercer tema y temo que la cosa decaiga, pero no. Un riff a la Mingus tocado por los vientos estalla con la entrada del contrabajo y la batería. La euforia se desata. He perdido el control y me veo cabeceando rítmicamente sin poder evitar sumergirme en esta música intensa y gloriosa. 

El resto ya da igual. Desde ese momento, lo único que me importa son los sonidos que invaden mi cabeza. Lo que fuese que me oprimía se ha evaporado y me ha dejado a solas con una experiencia musical de primera categoría. Podría hablar de solos excelentes y de arreglos fantásticos, pero sería como intentar fotografiar una tormenta. 

Sin lugar a dudas, Every Woman is a Tree es uno de los discos del año. Una grabación que infecta al oyente y toma el control de su mente desde el principio hasta el fin. Suena espiritual y sexual, a Coltrane, Mingus y en definitiva, al sonido del puñetero planeta palpitando bajo mis pies. 

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otros días, otros discos

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