lunes, 6 de abril de 2015

Fredrik Nordström Quintet - Live In Coimbra (2005)


Reseña publicada originalmente en Tomajazz en febrero de 2009:
Lo que es la distribución. Siempre he pensado que, si Fredrik Nordström hubiese grabado en sellos con mejor distribución o, al menos, algo más accesibles, estaría mucho mejor considerado. Tampoco es que sea el salvador del saxo tenor europeo pero es, sin ninguna duda, una de las voces más interesantes que vienen del norte. Su estilo conjuga la tradición norteamericana con la sensibilidad europea y, como ocurre con los buenos, es difícil de encasillar. 

Esa resistencia a dejarse definir rápidamente es la que reina a lo largo de su último CD, Live In Coimbra. Con un quinteto de lujo, Nordström ofrece un concierto especial, una de esas actuaciones que se disfrutan de principio a fin y a las que prácticamente no les sobra nada. 

Fredrik Rundqvist y el genial Mattias Ståhl son habituales de Nordström y saben bien lo que se hacen, siendo el contrabajista Torbjörn Zetterberg quien menos destaca dentro del quinteto. Para ser justos, hay que decir en su defensa que, cuando se grabó este concierto, acababa de aterrizar en el grupo para sustituir ni más ni menos que a Ingebrigt Haker-Flaten.

Lo que sería la frontline, formada por Nordström y Mats Äleklint, alcanza momentos verdaderamente gloriosos, tanto como solistas como tocando al unísono. Äleklint, a quién pudimos escuchar en el estupendo Every Woman Is A Tree del grupo Angles, también está de sustitución (reemplazando a Magnus Broo, otro que tampoco es fácil de suplir…), y cubre la papeleta con algo más que oficio. Su tremenda implicación es una de las claves del éxito del concierto. Otra de esas claves es el vibráfono de Ståhl, pero, ¿en qué disco en el que participa no lo es? 

Nordström no sólo tiene una buena banda; tiene buenos temas, las ideas claras y un gran dominio del instrumento. Su estilo multirreferencial puede recordar a Rollins tanto como a Shepp o Ayler, pero tiene un carácter personal que le hace muy interesante. 

La música que estos cinco instrumentistas tocaron en Coimbra aquella tarde de noviembre suena terriblemente espontánea y fresca y, aunque utiliza códigos y lenguajes clásicos dentro del jazz, la sensación de modernidad no se resiente. Verlo en directo debió de ser una gran experiencia. Los demás nos conformamos con escuchar un gran disco, lo que, bien visto, no es precisamente poca cosa. 

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