miércoles, 23 de marzo de 2011

El blues de Gregg Allman


(Publicado originalmente en ELPAIS.com el 27 de enero de 2011)

Casi todas las viejas glorias de los 60 y 70 acaban haciendo un disco de blues. Parece una especie de trámite de madurez, un soplo de categoría en carreras que, en ocasiones, han quedado estancadas. Ese tipo de proyecto resulta más natural en músicos como Gregg Allman, alguien que ha nutrido su carrera de ramificaciones del blues y de un southern rock infestado de pentatónicas, estructuras sencillas y guitarristas particularmente hábiles en ese campo.

Con 63 años a la espalda y todavía liderando una de las mejores versiones de la Allman Brothers Band, el hermano que siempre estuvo a la sombra del mítico Duane Allman ha hecho su mejor jugada en décadas: contratar a T-Bone Burnett para sacarse un gran disco de la manga en la que, a estas alturas, no parecía que le quedase nada.

En las primeras escuchas, Low Country Blues se revela como un disco que suena bien, muy bien. Tiene carácter, ritmo y suficientes virtudes para destacar entre las novedades de blues y rock; suena tradicional y actual a partes iguales, y la mano de T-Bone Burnett se nota mucho. Tanto, que llega un momento en el que uno casi se olvida de Gregg Allman.

Ahí radica el mayor “pero” del álbum: es un buen disco de blues, pero podría ser de cualquiera. Allman canta realmente bien, versioneando a Skip James, Otis Rush, Muddy Waters o Sleepy John Estes con mucha solvencia y tirando de registros diferentes. Pero, al final, lo que más llama la atención es la atmósfera creada por la dirección de Burnett y algunos de los músicos implicados en el proyecto.

Entre estos destaca Mac Rebennack –más conocido como Dr. John–, haciendo brillar su piano de Nueva Orleans en la mayor parte de los temas, y el guitarrista Doyle Bramhall II que, como buen acólito de Eric Clapton, suena muy parecido a este último en muchos momentos.

La sección rítmica también es incuestionable, con el sólido contrabajo de Dennis Crouch y el gran Jay Bellerose, batería de técnica tan extraña como personal, reconocible al instante y una de las claves del éxito de las producciones de Burnett o de Joe Henry (otro gran revitalizador de leyendas). Con él de por medio, es normal desviar la atención hacia la percusión más que con cualquier otro batería de su estilo, por inimitable y por original.

Todos ellos están al servicio de Burnett, eterno productor de moda entre quienes buscan ahondar en las raíces de la música norteamericana. Desde sus inicios como guitarrista de la Rolling Thunder Revue de Bob Dylan, Burnett ha sido un tipo de gusto refinado que ha dedicado más tiempo a construir una intachable carrera como productor que a su pequeña, pero selecta, discografía como líder. Low Country Blues le debe tanto a él como al propio Allman, por no decir más.

Sea por el motivo que sea, lo último de Gregg Allman podría ser lo mejor que ha hecho desde aquel Laid Back que grabó el mismo año en que salió el primer disco de la Allman Brothers Band sin su hermano Duane. Gregg nunca tendrá el talento o el carisma de éste, ni llegará a desarrollar una gran personalidad, pero hay algo que no se le puede negar: tiene la autenticidad de quienes han estado ahí durante décadas, presenciando en primera fila el crecimiento y evolución del rock americano. No será genial, pero es historia.

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