lunes, 18 de mayo de 2015

Charlie Haden - The Montreal Tapes (1989)

Texto publicado originalmente en la revista Cuadernos de Jazz en 2009: 

Pocos contrabajistas tienen un sonido tan personal como Charlie Haden, sea en el contexto que sea. Su tono grueso y redondo, tan lírico como demoledor, es fruto de una pulsación firme y una afinación perfecta. Sin alejarse demasiado del registro grave del instrumento, como solista es aún más reconocible, si cabe. Haden es el perfecto acompañante-líder, siempre detrás pero, inevitablemente, siempre en primer plano.

En 1989, el festival de jazz de Montreal rindió homenaje al contrabajista ofreciéndole programar ocho conciertos, uno por noche, con las formaciones que él dispusiese. Esta caja reúne los seis conciertos que Verve publicó por separado entre 1994 y 2004, muchos de los cuales eran realmente inencontrables. ECM publicó en 2001 el dúo con Egberto Gismonti y, por razones obvias, no está incluido aquí. Lo mismo ocurre con el trío con Pat Metheny y Jack DeJohnette que, por algún motivo que desconocemos, no ha visto nunca la luz. Aún así, The Montreal Tapes parece una obra compacta a la que no le falta ni le sobra nada a excepción, quizá, de alguna representación del Quartet West.

El trío clásico de piano, contrabajo y batería acapara tres de los seis conciertos, con lecturas y resultados muy diferentes. Haden y el fantástico Paul Motian permanecen como factor común, acompañando a tres pianistas muy diferentes. Gonzalo Rubalcaba, que aún era poco más que un desconocido, protagoniza una de las mejores grabaciones de su carrera. Geri Allen, que ya había grabado tres discos en trío con Haden y Motian, aporta la negritud y la pulsión libre. Por último, Paul Bley, un viejo conocido con quien el trío se convierte en una unidad equilibrada y expansiva: comunicación al máximo y pura magia.

Y seguimos con tríos y con viejos conocidos. A pesar de la gran cantidad de horas de vuelo conjunto, la reunión con Don Cherry y Ed Blackwell (¿dónde demonios estaba Dewey Redman?) es uno de los conciertos menos redondos, quizá por las expectativas creadas o porque la personalidad de Cherry parece no cuajar con la de Haden. En cambio, el trío con Joe Henderson y Al Foster -formación que había girado por Europa meses antes-  tiene una química fascinante, resultando uno de los sets más memorables. Cierra el programa la colosal actuación de una peculiar Liberation Music Orchestra -con algunos solistas de altura-, que pone a está grabación por encima de más de un disco oficial de la orquesta.

Aunque estas no son grabaciones esenciales ni históricamente relevantes, todas ellas son de primera categoría; juntas y por separado. The Montreal Tapes sirve como celebración, como retrospectiva y, si me apuran, como obra definitiva de Charlie Haden.

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