miércoles, 10 de agosto de 2011

Química y química (Jeremy Pelt + Danilo Perez + Herbie Hancock / Wayne Shorter / Marcus Miller, 16 de julio de 2011)

Recupero otro texto publicado con motivo del pasado festival de jazz de Vitoria-Gasteiz, en esta ocasión sobre Jeremy Pelt, Danilo Perez y el "Homenaje a Miles Davis", perpetrado por un all-stars capitaneado por Marcus Miller y con Herbie Hancok y Wayne Shorter como principales reclamos; el texto apareció originalmente en el periódico Gara:


Química y química
Jeremy Pelt Quintet + Danilo Perez Trio + Herbie Hancock / Wayne Shorter / Marcus Miller: Homenaje a Miles Davis
35 Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz
16 de julio de 2011

El quinteto de Jeremy Pelt es una de las formaciones más interesantes del hard bop en los últimos años. Heredero directo de aquel portentoso segundo quinteto de Miles Davis (con Wayne Shorter, Herbie Hancock, Ron Carter y Tony Williams), como lo fueron en su momento el de Wynton Marsalis, el del alumno predilecto de Miles, Wallace Roney, o el que co-lideraron Donald Harrison y Terence Blanchard. Pelt ya lleva unos años dando guerra y, hace unos pocos, formó su quinteto estable con cuatro músicos estupendos, la mayor parte de ellos líderes de sus propias formaciones. Un grupo de élite, en definitiva, al que en Gasteiz le faltaron un par de cosas: la primera, el pianista Danny Grissett, que fue sustituido (con nota, eso sí), por el también brillante David Bryant; la segunda, y más importante, un técnico de sonido atento.

Tal vez fuese por eso, tal vez no, pero algunos miembros del grupo mostraron cierto enfado a lo largo de la actuación, en especial el contrabajista Dwayne Burno, que tuvo que sufrir acoples en su instrumento en multitud de ocasiones. Una formación de estas características vive de la interacción y la concentración, y para ellos es imperativo que el sonido acompañe. Aún así, lo grande no se hunde tan fácilmente y hubo momentos en el concierto de gran altura musical, para regocijo de los asistentes.



La última noche en Mendizorrotza venía presidida por algunos grandes nombres, bastante habituales del festival: Herbie Hancock, Wayne Shorter, Marcus Miller y Miles Davis. El de Davis, en particular, se ha invocado con regularidad en éste y otros festivales veraniegos, muchas veces en vano. La figura del trompetista es una de las más importantes de la historia del jazz y reivindicarle es pertinente, por supuesto, aunque innecesario a estas alturas. El veinte aniversario de la muerte del trompetista o la reunión de algunos alumnos estrella del mismo son motivos poderosos, pero resultarían más convincentes si no se hubiese jugado esa carta en numerosas ocasiones, tanto por parte de alguno de los músicos implicados, como por la del propio festival. El oportunismo, admitido o no, está servido.

El concierto empezó de mano del trío del pianista Danilo Perez, que pareció haber recibido instrucciones de que la cosa tenía que ir sobre Miles Davis minutos antes de subir al escenario. Y lo pareció porque, a un repertorio evidentemente ajeno al universo de Miles, le añadió presentaciones delirantes para justificar una supuesta vinculación con la figura del trompetista. Sandeces como «este tema es galáctico, como Miles, que también era galáctico» o anunciar «Blue In Green», el conocido tema de «Kind Of Blue» diciendo que su versión les llevaría a lugares insospechados cuando, en realidad, el tema de Miles no era sino una pequeña e improvisada introducción a un original del pianista. Todo innecesario y con un punto vergonzante: el homenaje no era tal así que ¿por qué no tocar su concierto y ya está? ¿Órdenes del festival? Nunca lo sabremos.



Sí sabemos, en cambio, que Perez es un gran pianista -y un no tan gran compositor- que resultó un tanto farragoso en Mendizorrotza. Tuvo momentos espectaculares, pero la música del trío se vio arrastrada por un repertorio poco consistente que no llegó a enganchar del todo.

El homenaje a Miles, el de verdad, empezó con fuerza. Más de una hora ininterrumpida enlazando temas como «Walkin», «Milestones» o «All Blues» de forma abierta y creativa, que era bastante más de lo que muchos esperábamos. Todos tuvieron buenos momentos y el trompetista Sean Jones, que bastante papelón tenía, fue por el camino fácil (o difícil) e imitó abiertamente al maestro Miles, algo que, en opinión de quien escribe esto, fue un tremendo error. La música se mantuvo entre lo fascinante y lo errático, y en demasiadas ocasiones pareció una jam session muy cara pero, en conjunto, el grupo cumplió con un proyecto que es más fácil de contar que de tocar. Sólo cumplió, sí, porque faltó la química. Todos ellos son muy buenos, y algunos buenísimos, pero juntos, no funcionan más que por momentos. De eso, de química, sabía mucho Miles, por eso sus grupos siempre funcionaban. Aunque él jamás habría participado en un proyecto como éste.


Nota: Pinchando AQUÍ o en las imágenes puedes ver la publicación original del texto en la web del periódico.

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